Géneros, filosofías y danzas
“Hay veces que la voz da palabras y otras gritos”
Las mujeres marchamos, las mujeres paramos. Nos miramos. Que sucede con nuestro caminar, que gestos se proyectan desde nuestros propios sonidos. Interrogantes desde el movimiento, el gesto y los pies que la bailarina pensadora Marie Bardet dejó rolar en su paso por Córdoba.
Marie Bardet indaga desde un abordaje trasversal sus dos pasiones: la danza y la filosofía. Egresada de París 8, las contingencias que eslabona su propio trayecto la trajeron hacia Argentina donde danza, forma, proyecta, en una producción intelectual que escapa a los dualismos y al cosificación del cuerpo.
En su paso por Córdoba, habló sobre los recientes debates de género, la necesidad de proyectarse hacia los gestos, mirar lo que sopesa y nuestras relaciones gravitatorias en la potencia de un pensamiento orientado. “Lecturas sensibles a partir de la propia práctica” como define la pensadora danzante.
Marie subraya que “por lo cruces de la propia vida esos diálogos se desarrollaron más o fue una lectura posible para pensar el cuerpo, las practicas que implican el cuerpo y que no se distancia de la cuestión social y política. Es una inquietud mía y de los grupos que trabajo es pensar desde prácticas corporales, prácticas de la danza que no se olvidan de la dimensión social y política de las acciones”.
Su libro Pensar con Mover, editado por Cactus, va por la tercera reimpresión. En se cruce específico entre cierta manera de hacer filosofía y ciertos acercamiento a técnicas corporales y danzas se despliega su propia potencia. Los lectores crecen más allá de su propio campo entre asociaciones de psicoanalistas hasta grupos de activistas, “todos aquellos que están intentando pensar sus propias prácticas”, a decir de la autora.
Correrse del medio
Dentro de los debates urgentes, y tras sus propias notas en la experiencia de las marchas Ni una Menos y después de recorrer la noche anterior la movilización por el derecho a la diversidad sexual, afirma: “Hay que redistribuir y pensar de otra manera. No tanto como organización de hombre y mujeres sino de lo masculino y lo femenino. Hay modos de masculinidades y modos de feminidades que se pueden combinar y articular en un montón de cuerpos distintos y en alianzas afectivas distintas. Eso para mí es una herramienta”.
Allí subraya que “una oposición organizadora de la diferencia social de género es la oposición entre activo y pasivo. De alguna manera, la forma de constatar, de elaborar la idea de que no hay un mundo de la percepción absolutamente pasivo y un mundo de la acción totalmente activo sino que son articulaciones que abren a gestos”.
“Esta es la gran pregunta de la filosofía de siglo XX: que hacemos con los binarismos. Después de conversaciones con nuestros grupos de estudios llegué más bien en la idea de transversalidad. Hay algo en la idea de trans como transversalidad que vendría a ser desde las prácticas una manera que no es la de la diferencia sino propia. Creo que abre un canal de horizontalidad que atraviesa esos binarismos sin encontrar ese lugar medio de 50 y 50. Hay que pensar como una triangulación. Cada vez que hacernos la pregunta en términos de activo o pasivo carece de sentido, se abre un espacio, otros sentido por traspasar” condensa la autora.
Parar, marchar, gritar, mirar
“Algo paso en esa marcha. La manera que teníamos de mirarnos entre nosotras. Fue una estudiante la que observó después, que no estábamos mirando hacia afuera, sino un mirarnos entre nosotras cargado de emocionalidad y reconociendo la potencia política de esa emocionalidad” recuerda en voz alta en el patio de la casa que la aloja en Córdoba por unos días.
Esa misma jornada fue intensa. Rememora la hora de paro, la salida por el barrio, encontrar y mirarse de a grupo de mujeres en las esquinas. Allí, la certeza. “Hubo algo de esa potencia de decir ‘Ojo si nosotras paramos se acaba todo’ y esa sensación colectiva, de mirarnos y saber que tenemos esa posibilidad de que dejar de hacer sea muy potente”.
Esa potencia, vitaliza por la suspensión del movimiento Marie Bardet la referencia con la experiencia dentro de las técnicas somáticas donde esa idea de suspender una primera acción, dejar de hacer puede tener aún más efecto: “No es una apología del no hacer porque esa sería una pasividad opuesta a una pura actividad del hacer. Esto es parar”.
“También hablamos del gritar, como fue en esa marcha del 19. Ese reconocimiento que hay veces que la voz da palabras y otras veces la voz da gritos. Hay algo con el grito, pensándolo desde la respiración, la vibración, pensándolo desde la voz, es un emitir que se escucha fuertemente. Cuando grito escucho como resuena y da cierta forma de compartir ese grito que escape a la alternativa de o los sin voces o los con palabras, permite redistribuir esa idea de tomar la palabra a través del grito o el ya van a aprender a hablar” afirma nítida.
Conversando sobre los estereotipos que vinculan a las mujeres con gritos y éstos con una mirada pre evolutiva, de falta, de irracionalidad, Bardet reconstruye: “Hay una historia, una manera de narrar donde habría un gran pasaje desde el balbuceo a la palabra. Como si fuera un progreso donde después que dejamos de gritar es para la gran salvación de por fin poner palabras. En general hubo una relación entre los niños, los animales, las mujeres que gritan. Los que no pueden poner palabras y no llegan a ese momento del logos”.
“Creo que volvimos muy cargadas de esa experiencia de parar para ir a marchar. Entonces era marchar y parar, y gritar y caminar y mirarse. Esa manera de mirarse y abrir un paraguas y cerrar todos los paraguas. No es una receta pero fue coyunturalmente muy importante” concluye.
Lo que se viene el 25 es el llamado a hacer asambleas. “Me parece importante esto relacionado con la escucha, además del parar, suspender: ese ‘efecto autoral de la escucha’ del que habla Silvia Rivera Cusicansqui. ‘Ese pudor de meter la voz’ como potencia colectiva en este momento”.
Danza con toros (recuadro)
“Según como describimos la gravedad, así danzaremos” con un timbre suave y enérgico Marie Bardet le habla a un grupo de alumnas en la Caracola, el templo de danzantes de Güemes tras la invitación a dar el seminario “Con-Tacto entre Danza y Filosofía” organizado por Clarisa Ema Cabrera y Paola Overmeer Lemos. Tensión, lucha o un movimiento del equilibrio al desequilibrio como forma de sopesar. La práctica de la danza es la manera de aprehender aquellas preguntas filosóficas sobre las relaciones, la materia, los vínculos y los géneros.
“Dentro de esos debates, la experiencia de la gravedad que es un eje transversal y fundamental en muchas técnicas de danza y clases de movimientos. En esa experiencia gravitatoria es muy clara que este hecho me adjudica un lugar. Estoy aquí y ahora tocando este piso, atraída por la tierra y la atraigo y además de esa localización hay algo muy fuerte que es que a través de la gravedad me oriento” aclara Marie hablando desde su propio cuerpo. Avanza: “Esa diferencia, conceptual y muy sensorial, perceptible, donde la gravedad me da capacidad de orientación al mismo tiempo que localización, me parece que puede aportar mucho para pensar estas preguntas. Igual yo reconozco que mi lugar es producción de pensamiento desde esa práctica y elaborar dispositivos de interescucha para que dialogue con otra gente que está haciendo otra cosa”.
El trabajo de Bardet lo testifica. Lejos de buscar la aplicabilidad de una gran teoría construye herramientas para hacer el propio recorrido, “no atajos, si un estímulo” afirma.
Por ello, en medio del circulo entre sus alumnas, expresa “la danza no como un objeto de estudio sino descripción del pensamiento”. La afirmación no llega de manuales o citas, sino que se va desprendiendo del ejercicio previo, el disparador de la experiencia corporal propuesta.
Ejercicios de enfoque, curvar, los glóbulos oculares y la danza. Son prácticas que actúan como disparadores para que bajo un encuentro circular la autopercepción y reflexión filosófica comience a circular entre los danzantes.
Se amontonan otras expresiones: La mirada como organizadora del mundo occidental. Los ojos, respiraderos del alma, Baudelaire. Los ojos contagian otras percepciones, la multidimensionalidad del color. Mirada con volumen, circular, que huele.
“Desenfocar no es mirada periférica. Es más complejo porque no hay un centro y el resto periferia. Tenemos que diversificar y ampliar la mirada, no condenarla”. Bardet, resume, condensa “es un foco pero como un sopeso puedo mirar fijo y asumir que las cosas me tocan al mismo tiempo que me apoyo”.
A modo de magma, la filósofa reconoce que referirnos a una mirada frontal, distante o focal es ingresar dentro de un lectura cartesiana de los regímenes de visibilidad del ideal de transparencia o de alumbramiento mientras que un mirar que se deja tocar “esta anclado en cierta manera de sopesar, gravitatorio, preciso tal vez, pero indistinto”. El conocimiento desde la paradoja, plantea instantes después, permite abrirse a nuevas palabras y juegos para explicar aquello que es y no es al mismo tiempo.
Indeterminada, abierta, permeable, Marie Bardet. Sus clases, sus movimientos, el pensamiento inspirado y vuelto en los poros.
*Por Ximena Cabral / Fotos: Luciana Demichelis
*Un fragmento de esta nota se publicó en Hoy Día Córdoba