Patria o muerte (O un Zeppelin volando a los escenarios)
Adelanto del libro Cabecita negra, de Mariano Pacheco, dedicado a recorrer los abordajes literarios del peronismo, que se presenta hoy a las 19 en la librería Punto de Encuentro.
Patria o muerte (O un Zeppelin volando a los escenarios)
Contaba con 29 años cuando Jorge Villegas fundó, en 1995, ese espacio cultural, escuela y sala de teatro en el barrio Alberdi, que llevó por nombre Zéppelin Teatro. Y si bien tuvo un paso por la carrera de Cine y Televisión en la Universidad Nacional de Córdoba y cursó el seminario Jolie Libois, y durante algunos años, también en la UNC, algunas materias de la carrera de Antropología, su característica principal es ser autodidacta.
Su aproximación a las artes escénicas se produjo de la mano de los talleres de la Biblioteca Popular Alberdi y los Festivales Latinoamericanos de Teatro. También podría decirse que se formó en el marco de una generación a la que el punk le marcó un camino: casetes de Sex Pistols y The Clash, recitales, y por supuesto, cierto errar por las calles de Córdoba, la Argentina, y el mundo. Porque Jorge Villegas, director del grupo, pasó varios meses viviendo en España, Buenos Aires y San Pablo, allá por el cambio de siglo. Y junto con Zeppelin, convidando su dramaturgia, supo viajar por varios países Latinoamericanos: Bolivia, Chile, Paraguay, Ecuador…
Pasaron dos décadas y, de los primeros integrantes –junto con Villegas– solo quedó Diego Trejo. Aunque en la actualidad el grupo tiene entre sus filas, también, a los actores Rodolfo Ossés, Matías Usaín, Santiago San Paulo, Rubén Gattino y Éric Flores (ambos de la ciudad cordobesa de San Francisco, donde autogestionan una sala de teatro), Ulises Palacio y el músico Cruz Zorrilla. Laura Ledesma es la única “chica” del grupo, aunque Villegas aclara que no tiene nada que ver con una mirada machista, sino que se fue dando una dinámica en donde el grupo, hasta el momento, quedó conformado así.
En otro orden de cosas
Desde que estrenó sus primeras dos obras en 1995 y 1997 (Historias del fuego y El burro de los siete chicos) a 2015 –cuando cerró el intenso ciclo de festejos por sus 20 años con el estreno de una nueva obra: Esdrújula: Palabras para Bonino– Zéppelin no ha dejado de producir, de repensarse y repensar los vínculos entre arte y sociedad, entre política y teatro.
Tras la crisis de 2001, el grupo emprendió un proceso de estreno de obras basado en las reescrituras: Informe Mono (2002 y reestrenada en 2015, en el marco del ciclo 20 años), basado el cuento de Franz Kafka Informe para una academia; La Tigresa (2006), sobre el texto de Darío Fo que lleva el mismo nombre, y Cuerpo de princesa yace en aeropuerto, sobre Alcestes, de Eurípides.
Desde 2007, con el estreno de Cielo Cubierto (obra basada en el joven Marcos Spedale, asesinado el 8 de enero de 2005 por un grupo de rugbiers en el “paquete” barrio cordobés de Los Cerros), el grupo inicia el “Proyecto Judiciales. Poéticas teatrales sobre la actualidad mediática”, y entra en un proceso creciente de politización en las temáticas de sus obras.
El proyecto continúa con Parques y Paseos (centrado en el caso Nora Dalmasso), sigue con Retrato de un hombre invisible (que retoma la emblemática y controvertida figura de Charlie Moore, el militante del Ejército Revolucionario del Pueblo que, promediando la década del setenta del siglo pasado, fue capturado por la Alianza Anticomunista Argentina y, luego de ser brutalmente torturado pasa a trabajar con el aparato represivo contra sus antiguos camaradas) y cierra con KyS, la obra que tematiza los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, el 26 de junio de 2002, en la denominada “masacre de Avellaneda”. Tal vez por ser el más contemporáneo de los casos que involucraron a militantes asesinados, el grupo viajó hasta el sur del conurbano bonaerense, se entrevistó con familiares y amigos de los jóvenes y elaboraron un video, que luego sería incluido en 2013 en Teatro incompleto, el libro que reúne una selección de obras escritas por Villegas.
En los cuatro años que distan entre la primera y la segunda parte de la saga Patria o muerte, Villegas concibe El errante o el sueño del centauro (2010), donde a través de un personaje contemporáneo de Rosas se retoma la dicotomía sarmientina de “civilización y barbarie” (“Acusado de traidor, de polígamo, de criminal, de abusador de menores, maloneador, secuestrador…”, Manuel Baigorria es un outsider de la historia nacional), y los seis retratos que conforman el “Zoociedad, Proyecto Teatral de Antropología Urbana”.
Tal como destaca Victoria Varas en su tesis de posgrado realizada sobre el grupo, “siguiendo el eje de la represión y la violencia estatal, Retrato de un hombre invisible y KyS podrían agruparse en un mismo corpus”. Sostiene Varas: “Ambas versan sobre el reclamo de la juventud frente a un orden de cosas adversas y sobre la represión violenta de tales protestas. Leídas en línea recta estas dos piezas evidencian la repetición de los mismos errores en el hilo de la historia y se convierten en un reclamo artístico en pos de la primacía de los derechos humanos en el ejercicio de la política”.
Patria o muerte
“Patria o muerte”, es el nombre de uno de los proyectos teatrales del grupo Zéppelin, y en el que nos detendremos luego. Incluye tres obras: Main in chat (2008), donde se representa una especie de chat imaginario entre Simón Bolívar y José de San Martín; Operativo Pindapoy (2012), sobre el secuestro y ejecución de Pedro Eugenio Aramburu y Argentina Hurra! (pensé que se trataba de cieguitos) (2010), que reconstruye el regreso de Juan Domingo Perón al país, luego de su largo exilio.
En Operativo Pindapoy, desde un enfoque irónico, y a veces ácido, se recrea el secuestro-juicio-revolucionario-ejecución de Aramburu. Protagonizada por Unsaín, San Paulo y Gattino, la obra no solo repone el contexto histórico-político que rodean el acontecimiento fundador de la organización Montoneros, sino también el social y cultural, así como el momento de producción de la obra. Junto con la conocida historia del “aramburazo”, aparecen retazos del cuento “Esa mujer”, de Rodolfo Walsh (sobre el devenir del secuestrado cadáver de Eva Perón), el trágico episodio conocido como “Detrás de la Puerta 12” (el superclásico futbolístico Boca-River de junio de 1968, donde numerosas personas pierden la vida) y elementos contemporáneos como la definición de “gorila” por parte de Wikipedia. Operativo Pindapoy, presentada –entre otros sitios– en el Espacio de Memoria y Derechos Humanos (ex-ESMA) y en el teatro Cervantes de Buenos Aires, recibió el premio a “Mejor dramaturgia”, “Mejor actor” (Gattino) y “Mejor obra” por parte de la edición Córdoba 2013 del Premio Provincial del Teatro.
La obra cuenta con la ventaja de tener entre sus “fuentes” no solo el relato histórico, publicado por sus protagonistas en 1974 (en septiembre, la revista Causa peronista publica un extenso relato, firmado por Norma Arrostito y Mario Eduardo Firmenich, en el que cuentan con detalle cómo fue el secuestro, el juicio y la ejecución de Aramburu), sino además con material periodístico, literario y cinematográfico contemporáneo: Timote (2009), la novela de José Pablo Feinmann, y La montonera: biografía de Norma Arrostito (2005), de Gabriela Saidon, además de la película Gaby, la montonera (2007), de Luis César D´ Angiolillo.
Peronismo en la resistencia
En Argentina Hurra!, gran parte de los componentes que son centrales en el período que se inicia con la resistencia peronista, y que se extienden hasta el retorno y posterior fallecimiento del viejo líder, son abordados críticamente sin concesiones por una dramaturgia que busca todo el tiempo salirse de los lugares comunes. El exilio de Perón; la radicalización de un sector de la clase obrera y los jóvenes de sectores medios; la lucha en Argentina por el retorno del líder exiliado; España, la bailarina nocturna y el policía dedicado al esoterismo; Puerta de Hierro y los caniches; el cadáver de Evita; el repliegue de la dictadura militar; las pasiones encendidas, las alegrías y tristezas de una generación; la Masacre de Ezeiza (1973); la desilusión juvenil del 1° de Mayo de 1974… Una muñeca de Eva y una máscara de Perón. Un baile, un tango (“chorra”), esa canción.
Protagonizada por Matías Unsaín, Santiago San Paulo, Diego Trejo, Rubén Gattino y Laura Ledesma, con música de Cruz Zorrilla, la obra está centrada en las historias de violencia política, devenires de lealtades y traiciones que se producen en el interior del peronismo en ese ciclo que va desde la instauración de la Revolución Libertadora al comienzo del accionar de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A). Esta tercera y última parte del “Proyecto Patria o Muerte” recibió varios reconocimientos. Entre otros, el jurado del festival Fondo Estímulo a la Actividad Teatral Cordobesa otorgó una mención especial para la actuación de Unsaín, además de una consideración como “Mejor obra”, “Mejor dramaturgia” y “Mejor diseño en sonido”.
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Entre lo trágico y lo cómico, la obra nos presenta en sus inicios a un actor –que luego hará el papel de López Rega– hablando como locutor. Evita, su cadáver, es una muñeca. Perón: una actor con una máscara. El relator centroamericano (un rosarino en realidad, nos enteramos luego), dice que Isabel será presidenta. Ropas y música de época. “Una de Lazarte-Segunda parte”.
Tomando como base Soldados de Perón. Historia secreta de la contraofensiva, el libro de non fiction de Marcelo Larraquy, este tramo de la obra de Zéppelin presenta una suerte de duelo discursivo entre dos militantes montoneros: Lazarte (que tiene un plan para asesinar a la Conducción Nacional de la organización) y El gallego Willy. En medio de una suerte de parodia sobre quién es más guerrillero, más montonero, representados por un mismo actor que interpreta al mismo tiempo a El Gallego, a Lazarte y a un relator, aparece una crítica al proceso de “burocratización” de los dirigentes, y un cuestionamiento a los miembros de la CN que permanecen en el exilio.
Entre apelaciones a “Estelita, la nueva Evita”, el delirio esotérico de El Brujo y el “regreso del conductor cósmico”, se presenta la historia de La Moni y El Loco Nicolás. Ella era soldado. Él, aspirante. Ella, malherida, le pide al Loco que la mate, que no quiere entregarse viva. Él la ejecuta y escapa. Él, que había sido ascendido a oficial dentro de la organización por su comportamiento heroico, termina siendo un “dedo” (un delator) de las patotas de los Grupos de Tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Él, que había sido tapa de la revista Evita montonera, se transforma en un “fantasma humano”.
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La obra avanza desde los primeros momentos de exilio de Perón hasta su retorno en 1972, pasando por el secuestro y posterior ejecución de Pedro Eugenio Aramburu, acontecimiento que es tematizado por Zéppeli, más específicamente, en la obra Operativo Pindapoy.
El vínculo entre Perón y los “muchachos” aparece al principio como un diálogo de sordos. El viejo General no entiende cómo jóvenes de sectores medios son cristianos y peronistas (“cajetillas de 22 años de familia bien”, le cuenta López Rega, cuando Perón pregunta “de qué sindicato han sido” los que mataron a Aramburu). Cuando Rodolfo (por Galimberti) se encuentra con Perón, y le cita todas frases suyas de la “línea dura”, el viejo se pone nervioso. Y retruca: “desensillar hasta que aclare”; “del trabajo a casa y de casa al trabajo”; “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”.
También aquí se nota cierto trabajo de archivo, de investigación realizado por el grupo. Pueden detectarse las lecturas de libros como Galimberti (2000), de Roberto Caballero y Marcelo Larraquy.
La “contradicción principal” en este tramo de la obra se presenta entre “los fusiles de Rodolfo” y el “corazón de Isabel”, quien rescata el deseo artístico de Evita (que en la obra solo aparece como cadáver, como muñeca venerada/exorcizada por El Brujo y la bailarina).
La historia que cuenta un actor sobre “los dos guitarristas de Gardel”, da cuenta de la posición de la obra sobre este momento histórico tan cargado de tensiones, tan decisivo para los años que vendrán. Se dice que Gardel tenía dos guitarristas, uno bueno y otro malo. El bueno se abrió del proyecto, y con el tiempo, todos los olvidaron. El malo se quedó junto al artista y el éxito lo consagró: fue recordado como el último guitarrista de Gardel. “La señora y yo somos el guitarrero malo de Gardel”, remata López Rega, antes de dejar paso al “duelo de canciones”. “Duro duro duro, llegan los Montoneros que mataron a Aramburu”/ “Perón, Mazorca, los bolches a la horca”; “Perón, Evita, la patria socialista”/ “Perón, Evita, la patria peronista”.
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En algunos de sus monólogos, Perón aparece dictando sus cartas “incendiarias”, donde brinda sus “instrucciones para la resistencia”, mientras está exiliado en Venezuela, y luego, dando el visto bueno e incitando a los argentinos a participar de las “formaciones especiales”. Pero luego se presenta como el principal contrincante de la juventud y los sectores radicalizados (“El que está con otros intereses se saca la camiseta peronista y se va”). En otros tramos, entre los discursos combativos de la juventud y los nacionalistas/esotéricos de López Rega, Perón aparece proponiéndose “conducir al conjunto”, como “padre eterno”
El momento de la Masacre de Ezeiza es seguramente el de mayor tensión de la obra. “La fiesta se transforma en ritos de muerte.” La historia es conocida: los grupos de la proto-Triple A están en acción (“ellos en su salsa. Ellos en su fiesta”). La historia se interrumpe con una frase que abre las perspectivas hacia el presente: “40 años después aún queda la investigación” (más allá de que el libro Ezeiza, de Horacio Verbitsky, es de 1985, no hay “caso judicial” que condene a los responsables de aquellos trágicos sucesos). Perón culpa de lo acontecido a la JP, tomando partido por la “patria sindical” (“adiós a la renovación doctrinaria”). López Rega e Isabel bailan sobre el escenario. De fondo, se oyen disparos de ametralladoras y se escucha el sonido de las ambulancias. Lopecito dice: “Bailemos un vals, Estelita, tango no, vals”.
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La obra avanza junto con los acontecimientos históricos. Perón “caga a pedos” a Galimberti y Rodolfo le retruca. Diálogo de sordos, diálogo (¿monólogo?) despiadado:
Perón:
–¡Nada de milicias populares!
–¿Quién mató a Rucci?
–¿Sabe cómo le decía yo a Rucci?: ¡hijo!
–Usted ofendió a mi mujer: “Evita hay una sola, no rompan más las bolas”.
–Evita está muerta, recontra muerta.
–Ustedes ofenden mi familia, mi ancianidad.
–Se piensan que soy un viejo boludo a quien van a arrancar el poder…
Rodolfo:
–“Qué pasa, qué pasa, qué pasa General, que está lleno de gorilas el gobierno popular”.
Perón:
–Mocosos imberbes… Esos estúpidos que gritan. Esos estúpidos que gritan. Esos estúpidos que gritan…
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El humor va quedando atrás, luego de más de una hora de actuaciones sobre el escenario. Un relator mexicano cuenta cómo asesinaron al abogado y militante Rodolfo Ortega Peña. Cómo dispersaron a balazos su funeral. Cita extractos de la revista Cabildo.
Antes de terminar, quisiera rescatar algunas de las reflexiones de Victoria Varas, hasta el momento, la única investigadora universitaria que ha trabajado sobre el grupo.
Varas destaca que la figura del relato funciona como una de las estrategias del distanciamiento brechtiano adoptada por Villegas “para despegarse del realismo convencional y para suscitar una mirada crítica y reflexiva en la relación espectatorial”, y también, que vía la “escenificación”, Zéppelin no se conforma con contar una historia en el teatro, sino que además reflexiona sobre él en la representación misma. “En este caso, y a diferencia de la distanciación brechtiana, ya no es únicamente el actor quien revela su relación con el papel, sino el conjunto del equipo teatral, de manera que el trabajo “se convierte en una actividad autorreflexiva y lúdica”, que “mezcla alegremente el enunciado (el texto que debe ser dicho, el espectáculo que debe ser montado) con la enunciación (la reflexión sobre el decir)”.
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–“Qué pasa, qué pasa, qué pasa General, que está lleno de gorilas el gobierno popular”.
–Esos estúpidos que gritan. Esos estúpidos que gritan. Esos estúpidos que gritan…
Los tramos finales de Argentina Hurra!… son altamente emotivos. Perón baila sobre el escenario con una muñeca de Evita. La abraza. Le habla. Le cuenta una pesadilla que tuvo la noche anterior a asumir por tercera vez la presidencia de la república. De fondo se escucha una versión nostálgica de la marcha peronista. Perón dice: “la violencia engendra más violencia”. Un coro canta: “cinco, por uno, no va a quedar ninguno”. Perón vuelve a tomar la palabra: “llevo en mis oídos la más maravillosa música…”. El coro vuelve a esgrimir: “cinco, por uno, no va a quedar ninguno”.
Una voz en off, con acento español (típica de los programas informáticos de computadoras), funciona como telón que baja: “análisis finalizado”.
Dramaturgia y política
Desde 2008, el grupo Zéppelin Teatro viene organizando en Córdoba el “Escena y memoria”, un evento que Villegas caracteriza como “un encuentro de gente del teatro, de poetas, de narradores, donde tratamos de cruzar nuestras producciones con los derechos humanos”. Y aclara que, para él, es una experiencia prima hermana de “Teatro por la Identidad”, donde poder abordar con pequeñas escenas, con lectura de textos breves, la temática del golpe de Estado de 1976 o los juicios contra los genocidas que se vinieron desarrollando en los últimos años. Las jornadas se desarrollan centralmente en el Archivo Provincial de la Memoria (ex-Centro Clandestino de Detención conocido como el D-2), y se comparten a otros Sitos de la Memoria, como La Perla y Campo de la Rivera.
“No soy del tipo de artista que habla de política cuando se está yendo”, sentencia Villegas. Y aclara: “para nosotros es importante todo el tiempo, y por eso tratamos de estar siempre en sintonía con lo que pasa”. De ahí que aborden la historia desde una perspectiva actual. “Me interesa un arte donde el espectador se conmueva. Porque si la obra solo entretiene, no hace pensar, no sacude, no sirve”. El dramaturgo cordobés aclara que detestan “el modelo del artista que propone el capitalismo: un tipo que tiene que ser rico, salir con una mina con tetas compradas, medio idiota, que va a la televisión a decir pavadas, que en el verano va a Mar del Plata a hacer morisquetas, que cuenta que le robaron a su mamá y que por eso pide más policías en las calles”. En alguno de los diálogos sostenidos por el fundador de Zéppelin Teatro con este cronista, remata: “Nosotros tratamos de combatir todo eso. Tenemos nuestros trabajos paralelos a la actividad teatral y vivimos en barrios populares. En fin: tratamos de ligarnos a los movimientos sociales y no pensar que somos un grupo que solo monta obras de teatro”.
En ese marco, en 2014, Zéppelin fue parte activa de la organización de “El Urondo. Festival de Teatro, Política, Sociedad y Poéticas Varias”. Y en 2015 comenzó el festejo de sus 20 años el 1° de Mayo, un día y de un modo inusual para los teatristas cordobeses –e incuso del país–. En el marco de la conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores, este grupo de “teatristas-activistas” –como ellos mismos se definen– organizó en la sala “La Parisina” (situada en el barrio Alberdi, uno de los sitios neurálgicos donde aconteció el Cordobazo), bajo el lema “Teatro, Poesía y Lucha de Calles”, una actividad que incluyó la reposición de una de sus obras, pero también, un ciclo de lecturas de poesías y guitarreada… con un almuerzo, que incluyó locro, vino y empanadas, en una jornada que duró todo el día.
El ciclo por los 20 años, que duró meses, incluyó además la reposición de Tosco –la obra de Alejandro Finzi adaptada por Villegas–, que está centrada en la madrugada del 22 de agosto de 1972 –la noche que culmina con la fuga de presos políticos y posterior masacre de Trelew–, cuando el dirigente sindical cordobés se encuentra detenido en la cárcel de Rawson junto a combatientes de distintas organizaciones revolucionarias, y también, actividades en torno a la “masacre de Avellaneda”, que contó con Alberto Santillán –padre de uno de los jóvenes asesinados– participando en una charla posterior a la obra KyS, y una jornada donde el mismo 26 de junio se repuso la obra en un teatro, y posteriormente, otros teatristas, escritores, periodistas, poetas y fotógrafos compartieron junto a movimientos sociales de base una jornada de conmemoración.
El breve repaso por este devenir de Zéppelin da cuenta de un tipo de teatro que se propone revisitar críticamente la historia del peronismo, ligándola con un trabajo actual sobre las memorias de las resistencias populares, y por supuesto, en clara sintonía con las resistencias actuales. Un grupo que pone el eje en funcionar de otra manera: como colectivo cultural con dinámicas asamblearias en la toma de decisiones y discusión política más allá de las propias actividades. Zéppelin ha venido sosteniendo una práctica que se propone subvertir la relación tradicional entre los artistas y su “público”, entre los teatristas y el resto de la sociedad. De ahí sus articulaciones con organizaciones sociales, y con otros colectivos artísticos y políticos. “Entendemos al teatro como una asamblea. Y además de ser un colectivo de teatro nos entendemos como un grupo de acción política”. Con estas palabras Villegas saludó a quienes se arrimaron a festejar con ellos el inicio del ciclo de sus 20 años de existencia. Palabras de bienvenida, y tal vez –por qué no– esbozo de un manifiesto futuro.