En Gordini hasta la luna; La educación en la era del macrismo

En Gordini hasta la luna; La educación en la era del macrismo
18 octubre, 2016 por Gonzalo Assusa

En el país en el que algunos de nosotros nacimos, fuimos a la escuela y estudiamos historia argentina, el Ford Falcon es de color verde. Cuando lo nombramos, bajamos la voz y la mirada. Da como vergüenza y tristeza. Todo junto.

En este, nuestro país, no existe el “área 51”. Acá las carreras no son espaciales, sino “hasta la esquina”. Las naves las conocemos por la ficción. Borges y Bioy Casares escribieron en 1969 el guión de una película en la que la ciudad de Aquilea era invadida por hombres de gabardina que tomaban el control de todo. Al país lo gobernaba la dictadura de Onganía, pero la película metaforizaba el crecimiento del peronismo. La serie “Mercano el marciano”, hace quince años, usaba el mismo recurso: la nave de un extraterrestre verde y pequeño se estrellaba en medio de Buenos Aires y lo recibía una horda enfurecida en plena crisis de principios de nuestro siglo. Tanto costaba mirarnos en el espejo que teníamos que traer a un personaje lejano, foráneo, extraño, para poder decir algo sobre nuestra realidad. Se ve que está empezando a costar de nuevo.

 

El domingo el diario Clarín publica una columna de opinión escrita por el mismísimo Ministro de Educación y Deportes de la Nación, Esteban Bullrich.

Hay dos modelos de sistema educativo en la actualidad –sostiene el ministro-: el del “Falcon” y el de la “nave espacial”. El primero es el que hay que dejar atrás (tirar, descartar, dejar de reparar) con la Revolución Educativa que proponen con el Presidente Macri.

¿Por qué? Porque los niños y niñas que están en las escuelas de nuestro país y en el mundo, van a tener a lo largo de su vida –como promedio- siete empleos diferentes y de esos siete, cinco aún no existen, no han sido creados

Un presagio que será realidad sólo si los gestores del mercado siguen ocupando casilleros y construyendo sobre las ruinas del empleo, la educación, la salud y los derechos, su fortaleza de desigualdad.

 

Alguien por dios piense en los niños

Los medios hegemónicos vienen abogando por una reforma en la regulación de las relaciones laborales desde principios de año. Que las relaciones son “rígidas” y así no se puede crear empleo. Que los “costos laborales” son demasiado altos: eufemismo aparte, esos “costos” del capital se llaman salarios y seguridad social, y son el medio de vida de la enorme mayoría de las familias del país. Que la justicia laboral es “inequitativa” y castiga sistemáticamente al pobre empleador mientras premia a los abúlicos y desinteresados trabajadores cuya motivación decae al mismo ritmo que su productividad (Cómo sería posible una justicia “equitativa” entre un capital líquido, globalizado que sólo percibe ganancia y un trabajador con necesidades biológicas y una prole que mantener, nadie me lo ha sabido explicar). La re-mercantilización del derecho a la educación es solamente uno de los jinetes del apocalipsis de la felicidad.

Tenemos que trabajar en el armado de la nave espacial, porque debemos educar a los niños y a los jóvenes para que puedan hacer dos cosas: ser los creadores de empleos, los que le aportan al mundo esos empleos y ser capaces de vivir en la incertidumbre y disfrutarla

A confesión de parte, relevo de prueba. La Revolución de la Alegría en educación trae consigo la peor de las condenas. No solamente viviremos (otra vez) en la incertidumbre de la rotación laboral, la inestabilidad y la precariedad que habilita la sobreexplotación como método privilegiado para subir la productividad y bajar los costos laborales.

Los niños de hoy deberán aprender, además, a disfrutar de la incertidumbre, a abrazar con entusiasmo la sensación de adrenalina de no saber cuánto ni cuándo cobrarán, cómo sobrevivirán el mes siguiente, la semana siguiente, y así. Pero serán felices: habrán dejado atrás la opresión de la rutina soviética de los derechos laborales y la obsolescencia de un sistema educativo que fabrica chorizos.

La creatividad llega al discurso educativo como recurso de supervivencia. La nave espacial es un modelo de escuela que enseña a transitar una vida laboral de incertidumbre, pero con un entusiasmo que pronto puede convertirse en competencia voraz, en impiedad, en desconocimiento del par. Tan cruel como la más inhumana de la teoría de los recursos humanos, que le explica a una persona que está siendo despedida de su empleo que no debe tomar esta situación como un problema, sino como una “oportunidad”: la oportunidad de disfrutar de una vida inestable.

Operativo Aprender (a gozar de la precariedad)

Y como la cobardía no tiene límites, los consensos se construyen de a poquito, con el tiempo de quien destruye con paciencia y se ensaña revolcado en su odio de clase. Con un gesto que aprendieron de Neustadt en la década de los noventa, los integrantes de la gestión de la Alianza Cambiemos imponen una tasación mercantil disfrazada de evaluación. Para poner puntajes, construir jerarquías y distinguir los estudiantes y las escuelas “falcon” de los estudiantes y las escuelas “nave espacial”. En el mercado, los rankings cotizan. Cuando los resultados sean malos (malos como el funcionamiento de los trenes y de todas las empresas estatales), nadie dudará que la salida de la crisis educativa es vender y privatizar.

«Por si esto fuera poco, son los docentes los llamados a aplicar –como meros operadores- una evaluación estandarizada, descontextualizada, ahistórica, diseñada en una fábrica de naves espaciales de la corona británica»

Por si esto fuera poco, son los docentes los llamados a aplicar –como meros operadores- una evaluación estandarizada, descontextualizada, ahistórica, diseñada en una fábrica de naves espaciales de la corona británica. No los invitan a diseñar el instrumento, ni a legislar, ni a votar a los legisladores, ni a juzgar ni a elegir el juzgado ¡Ah! Pero cuando hay que condenar a niños a ser estudiantes de segunda en escuelas de segunda, ahí convocan a los docentes. Ni para ser verdugos quieren ensuciarse las manos Bullrich y sus tecnócratas. Es como dicen ellos: les falta cultura del trabajo.

La educación: un pozo sin fondos

En el mes de octubre se envió el proyecto de ley de presupuesto para 2017 con un proceso de ajuste tan fuerte que nos devuelve a fojas cero en discusiones que creíamos saldadas. Como si jugando al Ludo Matic de la vida hubiésemos tenido la mala suerte de caer justo en casillero ya ocupado por el enemigo y nos hubiesen mandado de nuevo a la “salida”. Reducción brutal de gastos en infraestructura con los precios de los servicios públicos por las nubes, reducción de todo tipo de becas (incluyendo las destinadas a fomentar el estudio de la ingeniería, supuesta punta de lanza para el desarrollo productivo del país), incremento salarial por debajo de la inflación oficial estimada (sí, oyó bien, la oficial), y la lista sigue.

En este mismo mes, el ministro sostiene que la nave espacial se construye con “apoyo financiero del Estado”, con “compromiso y esfuerzo del sector privado” y con “inversiones extranjeras que fomenten la calidad educativa”. ¿Hace falta agregar algo más? La Revolución Educativa se realizará con mucha imaginación, mucha creatividad, mucha adrenalina e incertidumbre y nada de recursos.

 

Antecedente espacial

Inicio de ciclo lectivo. “Un sistema de vuelos espaciales, mediante el cual desde una plataforma que quizás se instale en la provincia de Córdoba, esas naves espaciales van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratósfera, y desde ahí elegir el lugar a donde quieran ir, de tal forma que en una hora y media podemos estar desde Argentina en Japón, en Corea o en cualquier parte del mundo”.

A los gobiernos neoliberales los seduce la imagen de la escapatoria. Cuando refieren al ascenso social, dicen “salir del barrio”. Cuando terminan sus gobiernos, se escabullen en helicóptero. Y cuando imaginan el progreso, lo grafican con naves espaciales. Por cierto, ahora lo hace Bullrich. En 1996, hace exactamente veinte años, el discurso lo pronunciaba en la provincia de Salta el entonces Presidente de la Nación, Carlos Saul Menem.

 

Comparaciones culinarias

Cuando los exabruptos de actos fallidos sonrojan hasta al menos consciente de los políticos de “centro”, cuando el sinceramiento como estilo repone un discurso de civilización y barbarie que condena al pudor a Sarmiento y cuando la incorrección política se exhibe con una desfachatez que nos arroja a la incredulidad, uno supone que algún asesor político despierto, algún Durán Barba con iniciativa los encerrará un tiempo en el sótano y los alimentará con cabezas de pescado hasta que aprendan, al menos, a guardar silencio. Pero hasta en eso son emprendedores y se superan día a día.

En el Coloquio IDEAS Bullrich explicaba: “El sistema educativo no sirve más. No sirve más. Está diseñado para hacer chorizos. Una máquina de hacer chorizos. Todos iguales”. Dios, la patria y la reina nos salven de ser todos iguales. Todos rutinarios, con trabajos fijos, jubilaciones, cobertura de salud. El cielo nos proteja de semejante privación de disfrute incierto, inestabilidad y adrenalina del sismo social.

“Arriba en el desayuno [del Coloquio IDEAS] había huevos revueltos y había panceta. En ese desayuno la gallina se comprometió. Puso huevos. Pero el que verdaderamente se comprometió fue el cerdo ¿No? Nosotros queremos el compromiso del cerdo en la educación”. Como si no bastaran los gestos dedicados al mercado en estos meses, esto es lo que se viene. El compromiso del cerdo confirma que las penas son de nosotros: el ahorro energético, la reforma laboral, la alegre revolución educativa.

 

Para evaluar, resistir a los operativos

Pero el peor de los peligros sería dejarnos correr por derecha. Autoridades, padres y compañeros han terminado encolumnados tras la imposición del gobierno, adoptando como propio el discurso de que los docentes están “politizando la discusión”, que no quieren “sincerar”, que no se animan al cambio.

«Como sostiene Adriana Puigróss, existe un acuerdo paritario en el que ministerio y sindicatos consensuaron un modo de evaluación participativo, contextualizado, cualitativo, acordado, público y democrático. Como parte de la paritaria refrendada por el ministerio de educación y por el ministerio de trabajo, tiene valor de ley. Este operativo pisotea y desconoce una ley vigente»

Bajo ningún punto de vista hay que ceder ante la provocación y mucho menos dejar de discutir con quienes nos acusan. No se trata de conservar por conservar, de negarse por obstinación. La evaluación no le pertenece a este gobierno, ni a la multinacional Pearson -que por cierto cobra millones de dólares que salen del gasto público nacional para realizar el Operativo Aprender-. No es extremismo asambleísta ni oposición boba. Como sostiene Adriana Puigróss, existe un acuerdo paritario en el que ministerio y sindicatos consensuaron un modo de evaluación participativo, contextualizado, cualitativo, acordado, público y democrático. Como parte de la paritaria refrendada por el ministerio de educación y por el ministerio de trabajo, tiene valor de ley. Este operativo pisotea y desconoce una ley vigente.

Que todos los defensores de la institucionalidad de nuestras leyes y todos los promotores de políticas de Estado que trasciendan los tintes ideológicos de los gobiernos “de turno” se sumen, pues, a esta lucha. No es oponerse a evaluar. Es resistirnos a ser cómplices de la tasación, mercantilización y expropiación de un bien público y un derecho de todos y todas.

 

*Por Gonzalo Assusa para La Tinta. 

Palabras claves: ajuste, educación, Esteban Bullrich, privatizaciones

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