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Argentina tiene hace rato un Pacto Social, y es una mierda

20 octubre, 2016 by Redacción La Tinta

Es simple. La dirigencia argentina -la dirigencia política, empresarial, cultural, financiera, sindical, eclesiástica, académica- vive bajo un Pacto Social de Hierro: uno de cada tres argentinos fue, es y deberá ser pobre para que podamos disfrutar de las reglas de juego en las que debatimos, tomamos café, hacemos militancia social, oramos, salvamos ballenas, donamos a Cáritas o preparamos las condiciones subjetivas para la socialización de los medios de producción o la seguridad jurídica para los inversores extranjeros.

¿Por qué no blanquearlo? Por qué no hacemos como otros pueblos: ey, tú, fracasado, loser, te agradezco de todo corazón que duermas bajo un puente entre cartones porque me acaba de ir mal en un examen y necesito algo que temer, algo por lo cual existir, un incentivo para seguir luchando para ser como las personas que envidio.

¿Por qué no blanquearlo?

Oh, no, claro. Si somos tan cristianos, tan piadosos, tan progresistas, tan bien pensante que hasta los revolucionarios se preocupan de no estigmatizar las estadísticas de pobreza y los derechistas nos prometen Pobreza Cero. Chamuyos. Puros chamuyos.

Argentina tiene un Pacto Social. Cualquier amague de quiebre de ese Pacto recibe la condena a la marginalidad. Está prohibido ser realista. Es obligatorio vivir la alucinación de la democracia, de la igualdad, de la pluralidad de voces, la diversidad de ideas; bajo el paraguas verdeoliva de la mismidad, el uniformismo cultural y las reglas -las reales, las no escritas- de juego dentro del sistema que enriquece las castas dirigenciales y trata de conformar, incluso construir consenso o emoción militante al resto de los que no están (aún) colgados de las castas ni dentro del 30% de pobres.

Obvio que los movimientos sociales se preocupan por los pobres, aunque de la pobreza no sacaron a nadie. Más vale que las señoras de la Liga de Madres de Familia oran y prestan manuales escolares para terminar con la pobreza, aunque Dios no les viene dando bola.

Una verdad tan simple y demoledora

Por supuesto que vos, lector, sos mejor que yo, que sí, que hacés algo por los pobres, que no sos hipócrita, que te resistís a una verdad tan simple y demoledora que se vuelve insoportable: de derecha a izquierda, de arriba a abajo, del centro al suburbio, Argentina tiene un Pacto Social inconmovible, que puede variar, flexible, algunos puntitos más, algunos puntitos menos, depende del precio de las materias primas. Pero lo importante es que uno de cada tres, fue, es y será pobre.

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Desde 1983 hasta el 2016, las cosas son así. ¿Es culpa de la dictadura? ¿Es culpa de la democracia? ¿Es culpa de los marcianos? ¿Es culpa de los veganos? No importa. Buscar culpables es la manera de autoafirmar el Pacto Social que indica que uno de cada tres compatriotas fue, es y será pobre. El Pacto Social consiste en lo siguiente:

  • Para disimular que aceptamos que uno de cada tres argentinos fue, es y será pobre, debemos debatir largamente quién tiene la culpa: la dictadura, el estatismo, la inflación, el INDEC, el imperialismo, el mitrismo, el neoliberalismo, Clarín, los juzgados laborales, la inmigración anacoreta, Perón, el neocolonialismo, el populismo, el Kun Agüero, el crisol de razas, la oligarquía, la cocaína. Lo que sea. Cualquier cosa, viene bien. Más si es a los gritos.
  • Posteriormente, debemos señalar algún salvador del Pacto Social por el cual uno de cada tres fue, es y será pobre: el libremercado, la Iglesia Universal del Reino de Dios, la cultura del Trabajo, las inversiones extranjeras, la revolución social, el modelo industrial con matriz diversificada, la Fundación Favaloro, la división de La Matanza, la Asignación Universal por Hijo, la división de poderes, el respeto a la República, ADEPA, la normalización de la AFA, algo. Lo que sea.  Más si es con cara de amargado. Te hace parecer profundo.
  • Para cerrar definivitamente el Pacto Social por el que uno de cada tres compatriotas fue, es y será pobre, se requiere como epílogo un extenso e improductivo debate epistemológico sobre las formas de medición de la pobreza. De ser posible, en el Congreso de la Nación, cosa que se pueda controlar que nadie se zarpe hablando en serio o diciendo alguna verdad medio incómoda. Entre bomberos nadie se pisa la manguera.
  • Si luego de seguir estos pasos, queda algún sentido vivo, alguna sensibilidad social, algún tipo de esperanza o duda sobre la crueldad de nuestro Pacto Social, se procederá a la etapa de la destrucción psicológica individual. Este paso es el más sencillo, pero casi nadie llega al final de este arduo recorrido. Este paso, consiste en una simple pregunta: ¿y vos qué hacés para que uno de cada tres argentinos no sea pobre?

Por mi parte, va mi respuesta: absolutamente nada. Yo no hago absolutamente nada. Más aún, no pienso hacer absolutamente nada.

Lo siento.

Participo, alegremente, del Pacto Social argentino.

Me encanta el lugar que ocupo en este esquema, me siento cómodo y no daría nada de mí -ni tiempo, ni dinero, ni ideas, si las tuviera- por alguien que me hace sentir bien. Las personas pobres, las más pobres que yo, me hacen sentir mejor. Como a vos. Como a todos.

 

*Por Lucas Carrasco para Panamá Revista.

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Posted: 31 diciembre, 2020
Construir, reconstruir y deconstruir rituales es un ejercicio al cual nos hemos abocado en estos últimos tiempos. En esta nota, miramos de cerca los rituales de fin de año y nos invitamos a usar algunos yuyitos para sahumar lo que dejamos y bendecir lo que vendrá. Aún en tiempos pandémicos, elegimos creer que las intenciones y los deseos siempre serán trincheras de resistencia, necesarias para las utopías colectivas. 

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