La ronda se está agrandando
Desde el 1° de octubre y en todas las librerías del país puede conseguirse Arbolito: Por todas las libertades, un libro que narra la singular historia de la banda. Un trabajo de compilación biográfica y reflexiones con bello contenido literario del periodista Diego Skliar. Con entrevistas a los músicos de la banda y una serie de amigos que incluyen a Osvaldo Bayer, Liliana Herrero y referentes del campo popular, entre otros, se construye esta publicación.
Es Arbolito una banda emblemática, una insignia de una época y en cada uno de los cuadros que componen su vida pueden verse los mil colores de una historia de diversidad y lucha. Viajes de mochila, músicos callejeros, fábricas recuperadas, escraches a dictadores y un sonido bellísimo que mixtura el folklore y la música popular contemporánea.
El libro Arbolito: Por todas las libertades (Editorial Planeta) puede conseguirse en todo el país y sin dudas muestra de manera honesta el recorrido de una banda de música que consigue colectivizar la estela que su obra musical deja en el aire, llegando a ocupar un espacio cultural muy importante en movimientos populares independientes de las últimas dos décadas.
El encargado de recopilar todas estas sensaciones y darles una traducción al idioma de la tinta y el papel es el periodista Diego Skliar, quien es conductor de La Mar en Coche por las mañanas (programa de radio con 11 años de aire) y es parte del equipo de coordinación general de FM La Tribu, la radio comunitaria de la calle Lambaré, en Buenos Aires. Recientemente se sumó al montado de la primera radio que transmite desde una cárcel a través de un proyecto de la Universidad San Martín. En exclusiva para La Tinta pudimos entrar en diálogo con Diego Skliar.
¿Cuál era tu relación con la banda previamente? ¿Cómo fue el trabajo que realizaste? ¿En qué consistió y cómo se sintió realizarlo?
Yo iba a ver a Arbolito y Arbolito estaba donde yo quería estar. Hablo de fines de los ’90 y, más aún, después del 19 y 20 de diciembre de 2001. Festivales asamblearios, recitales para apoyar a las fábricas recuperadas, con los organismos de derechos humanos, en la calle. Después a través de los distintos proyectos periodísticos los entrevisté en varias ocasiones y se fue forjando una amistad, una confianza. Ellos solían decirme que les gustaban las coberturas o comentarios que yo hacía sobre el grupo. En 2009 me convocaron para hacer un diario que se repartió gratuito en la presentación de Cuando salga el sol, en el Estadio Malvinas.
Cuando empezó el trabajo para el libro me propuse reforzar la confianza y la cotidianeidad con ellos, pero no «entrar en su intimidad». Sobre todo porque no me parece lo más importante del grupo: no es una banda de anécdotas de camarín e infidencias, aunque las hay. Nos pareció que lo más interesante era concentrarnos en su obra, en sus redes de amistades y en sus acciones en cruce constante con la coyuntura latinoamericana .
En lo pragmático, tuvimos unas seis o siete charlas largas con los cinco músicos y luego un encuentro individual con cada uno. En paralelo realicé las entrevistas con amigos, referentes de organizaciones sociales e integrantes del equipo de trabajo de la banda. También salí de gira con ellos a Córdoba y en varios conciertos en Capital me dediqué a observar el funcionamiento de todo el equipo para que sea posible que la banda salga a tocar. Mientras tanto, escuchar de nuevo todos sus discos de punta a punta, tomando nota, interpretando, manoteando libros de la biblioteca para complementar una perspectiva histórica.
En cuanto a mis sensaciones: la producción del libro fue un período de mi vida. Viví con sus canciones, inundé mi cotidianeidad de Arbolito. Al ser mi primera biografía, por momentos sentí ansiedad. Me vi en el espejo de mi escritura, tanto en las carencias como en las potencias. En el final del proceso, sobre todo leyendo en voz alta algunas partes a mi esposa, me emocioné mucho. Por el camino de la banda, por la historia de nuestra región, por lo épico de nuestra lucha cotidiana. Nos amé por nuestros intentos. Terminé el libro con el primer trimestre del gobierno de Macri, en un estado de furia, tristeza, shock y desconcierto. En un estado de fragilidad necesaria por la sinceridad que propicia.
Arbolito es una banda emblemática y en su biografía se puede leer un proceso que las manifestaciones culturales han vivido estos últimos 20 años, ¿hay alguna opinión personal al respecto de ese proceso y qué lugar se le da a estas manifestaciones actualmente?
Creo que esas manifestaciones culturales populares, desde abajo, luchan desde siempre por buscar una forma propia, que no es la del mercado ni la del Estado. Pero su objetivo no es oponerse, es desplegar su propia potencia. Sería un error vivir y hacer solo para esquivar y oponerse. Lo que más me apasiona de Arbolito es que atraviesa las conflictividades por el centro, no se afirma en una identidad cerrada y, por ende, excluyente. Y que la denuncia es desde la alegría, desde la fiesta. Eso nos enseñaron los escraches de HIJOS, los recitales de las Madres, las marchas de los chicos del pueblo.
Esas manifestaciones tuvieron sendas propuestas del gobierno anterior para pasar a ser Estado y hoy son reprimidas, perseguidas o ninguneadas. Como dice el historiador Bruno Nápoli, el Estado te mata y te repara, te mata y te repara. No soy quién para juzgar las decisiones y estrategias que cada organización se puede dar. En lo personal me parece que el tiempo de la historia no es la de las gestiones gubernamentales, sino el de las luchas populares. Ese tiempo propio de los pueblos puede asumir porciones de Estado, pero nunca es su fin: lo que soñamos no tiene oficinas.
Por Tomi Di Tomaso