Subjetividades neoliberales

Subjetividades neoliberales
27 octubre, 2016 por Redacción La tinta

Hablamos de novedades quizá terroríficas. En 1994 Fredric Jameson advirtió, o quizá debamos decir, se dio cuenta, que hoy día nos resulta más fácil imaginar el deterioro total de la Tierra y de la naturaleza (o el fin del mundo, si se prefiere), que el derrumbe del capitalismo. Extraña paradoja porque, hoy como nunca, es el capitalismo el que convierte todo en mercancía y, es así el causante de gran parte de la destrucción ecológica.

 

A esta imposibilidad de imaginarnos otra realidad social Mark Fischer la llamó realismo capitalista: la imposición de una realidad irreal con aspecto de orden natural que no necesita recurrir a la propaganda de otras corrientes políticas, como sucedía con el realismo socialista.

Es posible imaginar también que la indestructibilidad del capitalismo sea en realidad una profecía autocumplida: el problema es que es el capitalismo neoliberal el que ha logrado crear, con suma facilidad, la creencia en su indestructibilidad. ¿Por qué el orden feudal duró mil años?, porque durante ese increíble lapso los siervos creyeron que eran siervos, no que estaban en condiciones de servidumbre, así como creían que la aristocracia estaba para ser servida por ellos, y que tal cosa era de orden divino, tal como se los profesaba sin cesar la Iglesia. Pero esta inverosímil y perversa institución, hablaba a comunidades analfabetas, a las que había que mantener en esa condición.

«El neoliberalismo puede ser al mismo tiempo una ideología sin profundidad alguna, pero tremendamente eficaz porque la reciben con naturalidad las nuevas subjetividades nacidas y creadas en el propio neoliberalismo»

Las subjetividades del capitalismo neoliberal incluye inmensas masas, especialmente en los países desarrollados, que no son analfabetas, que viven en un marco de desarrollo de la ciencia sin precedente, pero ven en el capitalismo el orden natural de las cosas, aunque haya también zombies caníbales, como nos lo recuerda a cada momento Hollywood, a los que hay que destruir permanentemente porque son enemigos del orden natural. Los zombies son apenas una de las formas como el capital nos presenta a los opositores a ese orden: pueden también tener aspecto de musulmanes o de mexicanos, como lo cree Trump.

Ese orden natural abarca probablemente a las mayorías en los países desarrollados y puede hacerlo porque le basta una ideología tan superficial como el neoliberalismo, para que la señora Thatcher haya podido crear una grey tan extensa como la aludida casi con una frase: “There is no alternative”.

El neoliberalismo puede ser tan agobiante, porque puede ser al mismo tiempo una ideología sin profundidad alguna, pero tremendamente eficaz, porque la reciben con naturalidad las nuevas subjetividades nacidas y creadas en el propio neoliberalismo y aún derrotar mental y subjetivamente, en toda la línea, a quienes se formaron antes del dominio neoliberal.

Por eso, por ejemplo, el inmenso conglomerado televisivo MTV puede transmitir o retransmitir un concierto o una concentración humana que grita sus inconformidades y criticar duramente a MTV y seguir aumentando audiencia e ingresos.

MTV Networks ha crecido sin cesar. Cuenta con más de 71 millones 600 mil suscriptores en Estados Unidos y llega a 301.2 millones en 82 países; tiene 9 mil 105 afiliadas y emite 24 horas al día. Se ha expandido internacionalmente: incluyendo MTV UK y USA, MTV Europa (1987), MTV Brasil (1990), MTV Japón (1992), MTV Latinoamérica (1993), MTV China (1995), MTV Asia (1995) y MTV España (2000). Su mercado objetivo son jóvenes de 11 a 34 años, lo que cubre un grupo extraordinariamente diverso. Con todo, MTV es apenas uno de cientos de medios de control de las sociedades del mundo.

Mark Fischer escribió en su libro Realismo capitalista. ¿No hay alternativa?: Si uno compara con sus antecesores de las décadas de 1960 y 1970, los estudiantes británicos de la actualidad aparecen políticamente descomprometidos. Según la hipótesis de Fischer no es una cuestión de apatía o cinismo, sino de impotencia reflexiva. Los estudiantes del Reino Unido son conscientes de que las cosas andan mal, pero más aún son conscientes de que ellos no pueden hacer nada al respecto.

Sin embargo, este conocimiento, esta reflexividad, no es resultado de la observación pasiva de un estado de cosas previamente existente. Es más bien una suerte de profecía autocumplida (de este texto tomé la frase que escribí arriba). “La impotencia reflexiva conlleva una visión de las cosas tácita, muy común entre los jóvenes británicos y a la vez correlacionada con las patologías más difundidas. Muchos de los alumnos con los que me tocó trabajar en el terciario presentaban problemas de salud mental o de aprendizaje. La depresión entre ellos es endémica. Y es la enfermedad más recurrente en el sistema público de salud, que castiga, además, a franjas de la población cada vez más jóvenes. El número de los estudiantes que padecen alguna variante de dislexia también es sorprendente. No es una exageración afirmar que ser adolescente británico en la actual etapa del capitalismo tardío casi podría ser sinónimo de enfermedad. Esta patologización en sí misma ya ocluye toda posibilidad de politización. Al privatizar los problemas de la salud mental y tratarlos sólo como si los causaran los desbarajustes químicos en la neurología del individuo o los conflictos de su contexto familiar, queda fuera de discusión cualquier esbozo sistémico de fundamentación social”.

Según las observaciones de Fischer, por lo general, la depresión se caracteriza por la anhedonia, mientras que el cuadro al que se refiere no se constituye tanto por la incapacidad para sentir placer como por la incapacidad para hacer cualquier cosa que no sea buscar placer. Esto es un trocito del drama.

 

*Por José Blanco para La Jornada

Palabras claves: capitalismo

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