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Los ojos de Dios

14 septiembre, 2016 by Redacción La tinta

Entre decenas, solo pocos fotógrafos captaron el instante. Eduardo Longoni, periodista argentino, llegó tarde al Azteca y no le quedó otra que ubicarse en el peor lugar: entre el área chica y el palo. Desesperado por sumar fotos, gatillaba a todo lo que se movía. En tanto, un mexicano y un inglés se disputan la autoría de otra instantánea.

 

Por Redacción La tinta

El 22 de junio de 1986 no sería un día más. No importa qué efeméride pudiere haber ocupado ese lote del almanaque hasta entonces, pero sería el último propietario. Nadie podrá desalojar de esa porción del tiempo nunca más a Diego Armando Maradona.

Pero aún no son las 12 del mediodía en el Distrito Federal . México respira el smog que acobija a la ciudad capital entre los bostezos de su gente y el ruido de los autos. Carlos Salvador Bilardo les da la última charla técnica a sus jugadores. El infinito camino de las cábalas comienza a desandarse desde la concentración del club América como un vía crucis al revés; hacia la gloria. La procesión se dirige al Estadio Azteca. Inglaterra los aguarda.

El mito se agigantará con los años. Sus protagonistas lo alimentarán con recuerdos que huelen a fantasías cada vez que son consultados por el antes y el después de aquel partido. A veces resulta difícil que los relatos coincidan, algo que hiere directamente a la ansiada veracidad que exigen los historiadores: “No se trata de mentir. Se trata de recordar”, dice el filósofo de aquel plantel, Jorge Valdano.

Si el segundo gol de Diego a los ingleses gozó del respaldo documental que le dio la transmisión televisiva y el relato radial de Victor Hugo Morales, el primero, el tramposo, vivió años bajo la sospecha. Lo que las cámaras de TV no pudieron mostrar, los fotógrafos debían revelar:

– “¿Tenés la mano?”, preguntaron todas las agencias de noticias del mundo.

Para aquellos que no conocen el oficio y les resulta imposible creer que un detalle así se pueda escapar de la mirada de cientos de fotógrafos, debe repasar la jugada que originó la “Mano de Dios”. Nadie puede anticiparse al instinto de un instante. O casi nadie.

“No estaba previsto, estaba desesperado”

“Había pedido un remís para las 9 de la mañana. El chofer sabía que íbamos hacia el Estadio Azteca. Empieza a recorrer unas calles. En un momento subió a una autopista y… todos los coches parados. Era un mar de coches”.

Así comienza el relato de Eduardo Longoni, el fotógrafo argentino que se adjudica una de las fotos que captaron “La Mano de Dios”. Sin saberlo, el infortunio sería la brújula hacia el éxito.

Ya sabía lo que iba a ver al llegar: “Todos los banquitos ocupados por fotógrafos”, recuerda en el documental que preparó ESPN para el aniversario número 30 de aquel partido.

Totalmente retrasado, Longoni logra encontrar un “lugarcito” entre el área chica y el palo izquierdo: “Casi atajando con Peter Shilton”. El ángulo de visión era el menos recomendado y la urgencia por tomar imágenes lo apremiaban. Comienza a disparar con su máquina a todo lo que sucediera a su alcance. De repente, el instante.

“Estaba tan desesperado que necesitaba tener escenas… entonces tenía la cámara en el ojo para ver si pasaba algo. Y lo que pasó fue que vi una sombra que saltó, de manera extraña, y yo hice tres fotos”.

Desconcertado oye que sus colegas hablaban de un gol con la mano. Él no lo vio. Tampoco lo harían el tunecino Ali Bin Nasser ni el búlgaro Bogdan Dotchev, árbitro y juez de línea del partido.

La carrera por revelar lo que creía que todas las agencias del mundo ya contaban mantuvo el frenesí de la jornada. “¿Tenés el gol con la mano?”, le preguntó con tono exigente el subdirector de Noticias Argentinas del otro lado del teléfono. Minutos más tarde la imagen se develaba ante los ojos de Longoni. Un receptor de radiofotos de la Segunda Guerra Mundial (“tenía un balazo de Mauser”) se encargó de enviar la imagen del año.

“Yo pensé que distintas escenas del gol con la mano estaban rodando rumbo a las redacciones del mundo. De ninguna manera tenía idea de que era una foto extraordinaria en el sentido de no la tenían los demás fotógrafos”.

La instantánea hoy supera cualquier tasación. Pero en aquellos días, ella sola, le permitió pagar a la empresa toda la cobertura del mundial y le valió un sueldo extra de regalo al autor.

Los otros ojos

Longoni se equivoca al decir que su foto de “La Mano de Dios” es la única. Otros dos colegas se adjudican el mérito de haber estado en el lugar indicado a la hora señalada. Es más, se proclaman autores de una misma imagen.

Alejandro Ojeda Carbajal fue un fotógrafo mexicano que cubrió el Mundial 86 para el diario El Heraldo. En su imagen, la proximidad entre la mano izquierda de Maradona y la pelota es tal que hace inevitable conjeturar el contacto. En 1987, el reportero gráfico local recibió el Premio Nacional de Periodismo de su país.

Sin embargo, el reportero inglés Robert Thomas, que trabajaba para Getty Images, da lugar a la polémica cuando envía aquel día su fotografía de la Mano de Dios y los editores se percatan que es prácticamente idéntica a la captura de Ojeda Carbajal.

La confusión aumenta cuando Thomas también se adjudica otra gran imagen tomada desde un ángulo totalmente diferente. ¿Cómo pudo estar en dos lugares al mismo tiempo y tener el reflejo de disparar desde ambas direcciones cuando pocos profesionales lo habían podido hacer desde sus butacas?

Este curioso hecho nunca fue aclarado al punto tal que Getty Images se arroga la autoría sin mencionar a ninguno de los dos. Cada vez que los medios han querido consultar a Thomas al respecto, éste se excusa y huye. Se dice que desde hace años vive en una granja, lejos de Inglaterra.

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Filed Under: Deportes, Fútbol Tagged With: Diego Maradona, Eduardo Longoni, La Mano de Dios

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