El discurso y la luz
Natalia Pittau es fotógrafa y docente, ambas actividades las desarrolla en paralelo y cruzándolas. En el año 2010 con sus fotografías “Lara” y “Gaspar y Valentin” (de la serie Nunca cuentes nada a nadie) fue mención especial del Salón y Premio Ciudad de Córdoba. Como profesora se desempeña en la carrera de Cine y Televisión de la UNC, en la Tecnicatura en Fotografía de Lino E. Spilimbergo y junto a otros colegas coordina el taller Nomade / Proyectos en marcha.
Cuando me encuentro con Natalia le pregunto si desde chica se le manifestó su pasión por la fotografía, me dice que no de manera evidente, que siempre le gustó mucho el cine y que de adolescente hizo talleres de dibujo y pintura. Que de una manera u otra la expresión visual siempre la atrajo.
Esa atracción por la construcción de imágenes también la llevó a desarrollar su trayecto como docente, con la misma pasión y búsqueda con la que aborda todo sus proyectos. Quienes han transitado por las aulas de la Spilim conocen y recuerdan con cariño el carisma de la Nati Pittau.
Junto con ese trayecto construyó su carrera dentro de la fotografía artística, logrando que ambas actividades se nutran de manera simbiótica. Sobre ello afirma “En mi vínculo con la fotografía van de la mano mi producción personal y la docencia. El dar clases es algo que me retroalimenta, me gusta mucho”.
Desde tu experiencia, ¿cómo se llega a desarrollar la construcción de un discurso en las imágenes?
Hoy en día pienso de una manera diferente la construcción del discurso a como lo hacía antes, eso lo fui construyendo principalmente con la docencia. Puntualmente en mi experiencia en la Spilimbergo, que siempre fue un lugar de aprendizaje para mí. La enseñanza siempre estuvo acompañada de intereses e interrogantes personales, primero la técnica porque empecé con esa materias y después desde de lo formal, desde la composición y la construcción de sentido en lo visual. Tengo la sensación de que las fotografías que hago están muy condicionadas por mi actividad docente. En mis imágenes se trasluce mi historia, el haber estudiado cine, las materias que dicto, etc. Porque creo que pongo en relación los elementos que estoy dando como docente en las fotos, trato de unir herramientas que enseño con lo que hago.
En mis imágenes se trasluce mi historia, el haber estudiado cine, las materias que dicto, etc. Porque creo que pongo en relación los elementos que estoy dando como docente en las fotos, trato de unir herramientas que enseño con lo que hago.
¿Cómo se trabaja la relación con los alumnos en la instancia de una devolución?
-Eso es algo que se aprende en la relación con los alumnos, tiene que ver con el sentido común o con los modos de ser de cada uno. En un principio me conflictuaba mucho porque pensaba cuáles son los parámetros para decir: “esto bien o esto mal”. Cual es el límite en algo tan subjetivo como la expresión personal plasmada en imágenes. Siempre pensé que se trata más de acompañar que de corregir, obvio que hay elementos o parámetro técnicos y compositivos que uno va a tener que manejar. Creo que la noción de proceso es fundamental y que cada uno tiene el propio, es muy individual y tiene que ver con cuestiones personales. Si vamos a hablar en profundidad del trabajo de alguien, uno tiene que acompañarlo tratando de interpretar por dónde va esa persona. Es más escuchar que decir, es tratar de ver dónde está el proceso del otro y tirarle un par de herramientas.
Junto con otras colegas coordinás el taller Nómade / Proyectos en marcha, contame de que se trata ese espacio.
-Surgió por la ganas de pensar estos proceso pero desde el placer, para despertar la imaginación. Desde un plano más general, pensar en los recursos del mundo que nos rodea que despierten la creatividad y las ideas. Eso se dio a partir de una inquietud que teníamos en común con Rodrigo Fierro, Consuelo Moisset y Mariana Richardet. La intención fue trabajar disparadores de ideas a través de caminatas, desayunos, cocinar, compartir una charla, más desde lo sensorial, desde el disfrute. La experiencia como un disparador, pero concreto, que pueda servir para tu proyecto.
Construcción de obra
En la fotografía de Pittau se puede percibir un pulso que es resultado de la precisión técnica, un lenguaje estético y un discurso emotivo y emocional. Son imágenes que atrapan con sus diferentes niveles de lectura.
Desde su serie Nunca cuentes nada a nadie, donde se puede ver en un atmósfera tensa a un grupo de niños haciéndole frente a un mundo adverso. Hasta su trabajo Mujeres, puede percibirse una construcción desde conocimiento y el involucramiento en todo nivel de la autora.
¿De qué manera y en qué contexto surgió tu trabajo Nunca cuentes nada a nadie?
¿Cómo se logra una armonía entre la técnica y lo que uno quiere contar?
-Creo que con la prueba y error, con esto me refiero al boceto, plasmando en imagen lo que vamos proyectando y ajustando sobre esto. Lo digo así de relajada porque mi producción de obra es limitada. Cuando produzco no me pongo límites ni tiempos, porque yo no vivo de esto. Entonces no me veo obligada a producir obra para vender. Cuando me conecto es desde un lugar más de placer. Puede sonar un poco romántico pero esa es la manera en que puedo vincularme.
¿Entonces lo que siempre predomina en tus imágenes es lo discursivo?
Sí, siempre me resulta apasionante ver qué conjugación elemento, ya sean de lo cinematográfico o de la pintura, va a dar un sentido más unívoco. Siempre hay una intención, una idea clara hacia donde uno va, a veces dudo si tengo que ser tan explícita o no. Pero me apasiona eso de organizar los elementos de determinada forma para llegar a cierto lugar.
Al ver la serie de Mujeres y conociendo un poco el trasfondo, entiendo que hay todo una investigación previa hasta llegar a la imagen.
Sí, pero antes tengo una serie que habla de violencia que se desarrollaron en paralelo a la investigación. Fue un proceso en el que comencé a buscar desde la imagen y a cuestionarme, “¿Por qué la mujer como tema? ¿Qué me sucede con lo femenino?”. Empecé a buscar referencias y me encontré con los textos y ensayos de John Berger sobre arte que me gustaron porque hablaban concretamente de lo que pretendía abordar. Después incorporé las representaciones de la belleza y fealdad de Humberto Eco. De ahí se desprendieron otros textos que hablan de la representación de la mujer como “la anciana, arrugada, bruja”, que tiene que ver con la construcción de roles y categorizaciones en nuestras sociedades.
¿Los temas que abordas siempre tienen que conmoverte en el plano de los personal?
Sí, siempre son temáticas que me están atravesando profundamente en ese momento. Se que suena muy drástico pero para mí cualquier expresión sino te atraviesa se nota, no tiene la suficiente densidad o profundidad. No es una obra honesta.
¿Qué es lo que más te gusta o te conmueve del lenguaje fotográfico?
En este momento y en mi modo de trabajar no hay nada en particular del lenguaje fotográfico que sea importante, si supiese pintar a lo mejor pintaría, me da lo mismo. Es la herramienta que manejo porque la estudié y la profundicé. Ahora, si tengo que decir esto: el lenguaje fotográfico tiene dimensiones que son excluyentes de los otros y eso sí me apasiona. La noción de la imagen dada, del objeto presente frente a la cámara que, si bien es un paradigma del que estamos saliendo, en lo cotidiano sigue siendo muy fuerte la presencia de la prueba. Quizás en la fotografía artística no es tan importante, dependerá de la intención del autor, es un lenguaje que continúa enmascarando el discurso construido en el discurso dado. Lo que implica una responsabilidad como emisor muy fuerte. En mi serie Mujeres, la presencia del cuerpo fotografiado y no dibujado tiene una cuestión de prueba y exposición pública que le da otra significación. Creo que esa es la mayor potencialidad que tiene la foto.
Por Fernando Bordón para La Tinta