«Si apuntamos nuestras energías solo a la toma del poder político, perdemos»

«Si apuntamos nuestras energías solo a la toma del poder político, perdemos»
27 septiembre, 2016 por Redacción La tinta

Franco Berardi, también conocido como “Bifo» fue uno de los fundadores del movimiento autonomista italiano en los 70. De la militancia en los colectivos auto definidos “mao-dadaistas”, pasó a convertirse en uno de los más destacados pensadores marxistas italianos. En esta entrevista analiza la actualidad política de la izquierda europea y latinoamericana, en vísperas de lo que entiende será un largo periodo de resistencia en la “época financiera”.

Mucho se habla de la crisis pero a veces en los discursos gubernamentales parece casi quedar como una entidad abstracta que se cierne sobre la Unión Europea. ¿De qué está hecha esta crisis?

La crisis no es abstracta, es muy concreta en la vida de las sociedades europeas. En los últimos cinco años la dinámica esencial en la UE ha sido establecida por el llamado “Pacto de Estabilidad”, que significa que cada estado tiene que sustraer recursos, dinero, a la sociedad, para destinarlo al sistema bancario europeo.

Esa es la lógica general de la economía europea de los últimos años. Se cortan recursos a las empresas, a las escuelas, al trabajo público, al sistema sanitario. Se cortan dineros a la vida social, y eso significa que a final del año se pagan menos impuestos porque la actividad económica es reducida a causa de esto. Al mismo tiempo la sociedad está visiblemente empobrecida. Yo conozco muy bien la situación de la escuela pública italiana, que ha sido definanciada, reducida, y el efecto se ve catastróficamente.

«El empobrecimiento de la sociedad europea provocado por las medidas de austeridad es la causa directa del desmoronamiento de la UE y del crecimiento de la derecha fascista y nacionalista»

Para salir de la crisis tenemos que cancelar esta norma loca que se llama Pacto de Estabilidad. Tenemos que subvertir la dirección donde van los recursos. No desde la sociedad hacia el sistema financiero sino al revés, tenemos que redistribuir dinero en la sociedad, debemos lazar un proyecto de renta básica.

Sólo la renta básica hoy puede restablecer una condición de visibilidad para la sociedad europea. Yo espero que Merkel, Renzi y Hollande se den cuenta de que el empobrecimiento de la sociedad europea provocado por las medidas de austeridad es la causa directa del desmoronamiento de la UE y del crecimiento de la derecha fascista y nacionalista.

Llama la atención como muchos europeos hayan asimilado en sus vidas la idea misma de austeridad como una regla justa. En el caso de la renta básica que usted menciona, por ejemplo, los suizos decidieron en un reciente referéndum rechazar esa opción por amplia mayoría. ¿Cómo funciona este mecanismo que lleva a millones de europeos a defender los mecanismos de austeridad?

La opinión europea ha cambiado mucho en los últimos años. Hace cinco años la mayoría de los italianos, de los griegos, o los polacos y británicos, era favorable a la Unión Europea. Quizás los británicos un poco menos, los italianos un poco más, pero había una general adhesión, inclusive entusiasta, al programa europeo.

Hoy la realidad ha cambiado totalmente. Hoy la mayoría de los europeos considera a la UE como la causa directa del empobrecimiento de su vida cotidiana. Es verdad que la mayoría de los europeos no ha entendido que sólo a través de la renta básica, de una redistribución igualitaria, se puede salir del desastre. Ese es el efecto del austerity. Hace cinco años la mayoría eran democráticos europeistas.

Hoy una cuota creciente, y tal vez mayoritaria, de la población tiene posiciones nacionalistas y anti-europeas. Es una situación muy peligrosa. Porque vamos hacia un enfrentamiento entre el pensamiento de las clases dirigentes europeas y la derecha nacionalistas. Yo creo que la sola manera para salir de una perspectiva tan espantosa, que recuerda muchísimo a los años 20 en Europa, es que los líderes europeos pidan perdón, admitan que se han equivocado, que no se puede empobrecer la sociedad para engrosar el sistema bancario.

Tenemos que lanzar una campaña de redistribución de la renta y de redistribución del tiempo de trabajo. Este último es un problema gigante. La sola manera de contrastar el desempleo es la reducción del tiempo de trabajo y permitir a muchísimos jóvenes más de trabajar.

Sin embargo la historia reciente nos indica que los grandes de Europa no piden disculpas por su propia iniciativa. Generalmente tienen que llegar a ser obligados a hacerlo. Muchos habíamos puesto nuestras expectativas al respecto en algunos sectores de la izquierda de la política europea para que pusieran un freno a lo que lleva adelante la UE. ¿Podemos tener alguna esperanza hacia futuro mirando la izquierda en Europa?

El problema es que los grandes de Europa no son grandes. Son muy pequeños. Esa es la verdad. Hollande es un individuo pequeñísimo, que se presentó a las elecciones presidenciales diciendo que su programa era el de contrarrestar la violencia financiera y la austeridad. Pero en su gobierno sólo hemos visto la aplicación de una ley brutal contra los derechos del trabajo y la actitud cada vez más agresiva y autoritaria de su primer ministro Manuel Valls.

Hemos visto que la izquierda en Europa no tiene el corazón, la lucidez, la cultura para enfrentar el problema de manera radical, que es la única manera en la cual se pueda enfrentar.

Pensemos en lo que pasó en Grecia hace un año. El 5 de julio la mayoría de los griegos dijo que no a la rapiña, a la violencia, a la humillación que la Troika quería imponer. Y ¿qué hizo Hollande? ¿Qué hizo Renzi? Nada. Aceptaron la inevitabilidad de la voluntad de la Troika. Aceptaron la voluntad de organizaciones financieras criminales que impusieron a Alexis Tsipras de ir a Bruselas a traicionar, sin culpa yo lo se, pero abandonar al fin la voluntad democrática del pueblo griego. El problema está aquí. En la humillación del pueblo griego.

La humillación de Syriza ha sido en cierto sentido una lápida, una declaración de muerte de la Unión Europea, y la izquierda se portó de manera totalmente subalterna. ¿Tienen los pequeños grandes de Europa la inteligencia de comprender que si queremos salvar algo de la idea del proyecto originario de la Unión, pensado por antifascistas y anticapitalistas, hay que restituir poder social y político a los trabajadores? No sé. Lo espero.

Europa también en los últimos decenios nos ha acostumbrado a otra izquierda, la que no está en los gobiernos y parlamentos, la que se llamó izquierda social, que va desde aquella que usted ha representado en los años 70, pasando por el movimiento antiglobalización hasta llegar a los indignados. Una izquierda joven, europea, desobediente y muy activa, que sin embargo hoy parece muy callada.

Hay dos niveles políticos que analizar. El primero es el nivel electoral. En algunos casos el movimiento social se ha transformado en una fuerza electoral y hasta ha ganado, como sucedió en Grecia. En España se dio algo similar, y hasta el momento logró paralizar la política española, y no sabemos cómo va a terminar. Yo igual no creo mucho en la eficacia de la vía electoral. Lo hemos visto en Grecia: la democracia no funciona, no existe la democracia. En la época financiera la democracia o está en la vida cotidiana o no sirve, está encerrada en la vida parlamentaria.

«Lo hemos visto en Grecia: la democracia no funciona, no existe la democracia. En la época financiera la democracia o está en la vida cotidiana o no sirve, está encerrada en la vida parlamentaria»

Es verdad que el movimiento social europeo está callado. Porque la experiencia del movimiento global terminó en la matanza de Génova, y eso nos puso frente al problema de la relación con la violencia del Estado, y que hoy se presenta directamente como fascismo y militarización de la realidad euro-mediterránea. Después hemos vivido la gran experiencia de 2011 en España con los indignados, en Estados Unidos e Inglaterra con los movimientos Occupy, en el norte de África con las primaveras Árabes. Pero hemos entendido que esta forma de oposición ética, moral y política no puede cambiar la dirección de las cosas.

Yo creo que tenemos que inventar algo totalmente nuevo, que no parte desde el nivel de la política, que no se ocupa de lo que pasa a nivel de gobiernos. Los gobiernos, como los parlamentos, no tienen ningún poder.

El poder está integralmente en manos de los automatismos financieros. Tenemos que crear un movimiento que sea capaz de ser autónomo de eso. Que se manifieste a través de la ocupación de áreas de las ciudades, de lugares urbanos que cambien la vida cotidiana, su economía, su ecología. Napoles, Barcelona, Madrid, están viviendo una experiencia que es muy interesante en este nivel. Porque son comunidades urbanas que crean las condiciones políticas, pero sobre todo sociales, para resistir a largo plazo.

Porque los próximos diez años serán años de guerra civil en el euro-mediterráneo. Serán años de violencia financiera y violencia fascista. Tenemos que prepararnos a un periodo largo de autonomía urbana, de supervivencia, y de reinvención de una sociedad que el capitalismo financiero ha destruido.

¿Usted como vio esta década latinoamericana marcada por gobiernos progresistas y de izquierda? ¿Hay algún punto de encuentro con la experiencia europea?

No me parece que en este momento la experiencia de dislocación y de conquista del poder institucional le vaya muy bien. Ni en Argentina, ni en Brasil, ni en Venezuela. El intento de Lula en Brasil y Kirchner en Argentina ha sido muy importante para establecer un nivel estatal de fuerza de la autonomía social.

No digo que se haya agotado, pero no me parece que hoy el camino sea muy luminoso en esa dirección. En América Latina también tenemos que volver a una concepción centrada sobre el problema de la autonomía social. En Argentina eso significa la experiencia de los piqueteros, del Colectivo Situaciones, de muchísimas realidades sociales que a partir de 2001 han sabido transformar la vida, no sólo las instituciones.

El problema es transformar la vida, la cara de la ciudad, las relaciones afectivas y sociales, ese es el problema. No el gobierno.

Parte de lo que usted dice lo puedo encontrar dibujado en la experiencia de las comunas venezolanas, quizás la experiencia más cercana a una redefinición política de la vida cotidiana pero a partir de la iniciativa de un movimiento que conduce el Estado…

Puede ser. El problema es que la experiencia de gobierno de un Estado Nacional puede ser muy útil para el crecimiento de las experiencias sociales de autonomía, autorganización. Pero en el largo plazo no puede permanecer en los límites de la dimensión nacional. Venezuela está siendo estrangulada por el capitalismo norteamericano y el capitalismo financiero global. Tenemos que ser realistas. Yo quiero serlo.

El poder político es sólo una herramienta, que puede funcionar en un periodo y puede no funcionar en otro periodo. El poder social es el problema verdadero. Es decir, ¿cuál es la relación entre trabajadores y capital, entre inquilino y dueño?

La transformación de la vida social desde ese punto de vista yo creo que es mucho más importante. Hay una similitud muy grande entre Europa y América Latina en este nivel. Si puntamos nuestras energías sólo en la toma del poder político, perdemos. Si somos capaces de crear situaciones de autorganización en el nivel de la vida cotidiana, tendremos la capacidad de resistir a largo plazo, de sobrevivir en el periodo sombrío que el neoliberalismo ha traído al planeta.

 

*Por Federico Larsen, para Panamá Revista.

Palabras claves: crisis, Franco Berardi. Italia, izquierdas, resistencias, UE, Unión Europea

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