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Un Jueves Más

22 agosto, 2016 by Redacción La tinta

Mi memoria no es demasiado buena. Mis hermanos y mis padres pueden recordar cosas de las que no me ha quedado ningún registro. Sin embargo, puedo recordar perfectamente la mañana del 25 de Marzo de 1976. Por Hugo Seleme.

Era jueves y, como todos los niños de 8 años, me levanté para ir al colegio. Mi padre, como todas las mañanas, escuchaba las noticias en la radio. Sonaban marchas militares y se repetía el comunicado de la Junta informando del golpe. Aparte de esto, nada parecía diferente. El desayuno tenía el mismo sabor, yo tenía las mismas ganas de regresar a la cama, y la escuela me seguía esperando.

Nada fue diferente tampoco al llegar a la escuela. Lo sucedido no era un tema de conversación entre mis compañeros. Al sonido del timbre nos ordenamos por grados para saludar a la bandera mientras sonaba Aurora. Los acordes pesados de la melodía siempre me habían parecido que encajaban bien con el estado de ánimo que teníamos todos a esa hora de la mañana. Como todos los días, por turno, cada curso se dirigió a su aula. Me ubiqué en mi asiento de siempre. Era un día más. Lo único diferente fue el pequeño discurso improvisado por mi maestra. Luego de informarnos que había sucedido un golpe de Estado agregó, seguramente para tranquilizarnos, que “no teníamos de que preocuparnos” porque “no pasaba nada”.

Imagino que ella no fue la única en repetir este discurso despreocupado de “no pasa nada”. La sociedad se convenció – o hizo como que se convencía – de que no estaba pasando nada. De todos modos, si pasaba, no quería saber. La vida continuó como si nada, y la apatía de ese jueves se contagió a los días, meses y años que siguieron. La apatía fue un manto que cubrió todos los males y silenció todos los reclamos. Sólo algunas pocas – las madres de las víctimas – se animaron a navegar desafiantes en ese mar de indiferencia..

Esta semana nos espera otro jueves en el que se leerá sentencia – en la causa La Perla – a los que mataron, torturaron y secuestraron niños, amparados en la apatía de una ciudadanía cómplice. Han pasado más de cuarenta años de aquel jueves de sones marciales y comunicados radiales. Esta vez, siendo ya un hombre, haré lo que en aquel día lejano de mi infancia no hice por ser un niño. No permitiré que sea un jueves más, en el que “no pasa nada” y la vida se copia desdibujada a sí misma. Marcharé junto a muchos otros a los tribunales federales de Córdoba para ser testigo de cómo el velo de apatía y silencio, aunque de modo tardío, es finalmente levantado.

Marcharé para ser testigo de cómo un grupo de pequeños miserables queda desnudo, una vez que el ropaje de mentiras y encubrimiento les es quitado. Marcharé para que aquel niño de 8 años al que infructuosamente intentaba tranquilizar su maestra, pueda finalmente dormir su sueño de infancia con la certeza de que algo ha cambiado.

Si ud. no quiere que éste – al igual que aquél del 25 de Marzo del 76 – sea un jueves más, tal vez podamos marchar juntos.

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