“Tenemos que empezar una lucha sobre qué significa el trabajo doméstico”

“Tenemos que empezar una lucha sobre qué significa el trabajo doméstico”
26 agosto, 2016 por Redacción La tinta

A sus 73 años, Silvia Federici continúa siendo fundamental para el Movimiento y pensamiento feminista. Compartimos sus reflexiones sobre trabajo doméstico y capitalismo: “El trabajo de cuidados no es un trabajo por amor, es un trabajo para producir a los trabajadores para el capital y es un tema central”.

Silvia Federici es una mujer italiana, intelectual que ha aportado al Movimiento y al pensamiento feminista. A sus 73 años sigue aportando con una lucidez y una vigencia excepcionales.

Autora del ya célebre libro Calibán y la Bruja, al cual define como “un libro de historia contra la historia. Es sobre el desarrollo del capitalismo a partir del medioevo, de la forma en que el capitalismo se desarrolla, pero mirando el punto de vista de la reproducción de la vida, la fuerza de trabajo”. Su última obra Revolución en punto cero, es un compilado de artículos que van desde 1975 hasta la actualidad, teniendo como ejes centrales su concepción del capitalismo en general, y del trabajo reproductivo en particular.

Son muchas las entrevistas y los artículos que podemos encontrar con las reflexiones, ideas y críticas al sistema político, económico y social actual que Federici constantemente nos regala, nos pone a disposición. Desentramar el capitalismo y el patriarcado no son tarea fácil, pero a la luz de los aportes de la autora, nos permite ir construyendo cotidianamente el feminismo popular.

En esta ocasión seleccionamos partes de una entrevista que le realizó Marta Jara en Barcelona para eldiario.es En esa ocasión, Federici reivindica que “el trabajo reproductivo y de cuidados que hacen gratis las mujeres es la base sobre la que se sostiene el capitalismo”.

 

¿Es esta crisis económica una crisis también de igualdad?

Sí, es una crisis de igualdad y que amenaza especialmente a las mujeres. Hay muchas consecuencias de las crisis que impactan en las mujeres de forma particularmente intensa. Por un lado, los recortes de servicios públicos, de la sanidad, de la educación, de los cuidados, las guarderías. Eso trae a las casas un montón de trabajo doméstico que todavía siguen haciendo mayoritariamente las mujeres.

La mayoría de las mujeres trabajan fuera de casa pero siguen encargándose de este trabajo y tienen que absorber esta parte de tareas que antes eran públicas. Por otro lado, la crisis del empleo y del salario crea nuevas tensiones entre las mujeres y los hombres.

Que las mujeres tengan más autonomía ha creado tensiones y un aumento de la violencia masculina. El hecho de que los hombres no tengan el poder económico y al mismo tiempo las mujeres reivindican una mayor autonomía ha creado formas de violencia masculina contra las mujeres que se pueden ver en todo el mundo.

Es un nuevo patriarcado en el que las mujeres deben ser dos cosas: productoras y reproductoras al mismo tiempo, una espiral que acaba consumiendo toda la vida de las mujeres

¿En qué momento diría que estamos entonces?

Estamos en un periodo en el cual se está desarrollando un nuevo tipo de patriarcado en el cual las mujeres no son sólo amas de casa, pero en el que los valores y las estructuras sociales tradicionales aún no han sido cambiadas. Por ejemplo, hoy muchas mujeres trabajan fuera de la casa, muchas veces en condiciones precarias, lo que supone una pequeña fuente de mayor autonomía.

Sin embargo, los lugares de trabajo asalariado no han sido cambiados, por tanto, ese trabajo asalariado significa adaptarse a un régimen que está construido pensado en el trabajo tradicional masculino: las horas de trabajo no son flexibles, los centros de trabajo no han incluido lugares para el cuidado, como guarderías, y no se ha pensado formas para que hombres y mujeres concilien producción y reproducción.

Es un nuevo patriarcado en el que las mujeres deben ser dos cosas: productoras y reproductoras al mismo tiempo, una espiral que acaba consumiendo toda la vida de las mujeres.

De hecho, usted dice que se ha identificado la emancipación de las mujeres con el acceso al trabajo asalariado y que eso le parece un error, ¿lo es?

Es un engaño del que hoy podemos darnos cuenta. La ilusión de que el trabajo asalariado podía liberar a las mujeres no se ha producido. El feminismo de los años 70 no podía imaginar que las mujeres estaban entrando al trabajo asalariado en el momento justo en el que éste se estaba convirtiendo en un terreno de crisis. Pero es que, en general, el trabajo asalariado no ha liberado nunca a nadie. silvia federici

La idea de la liberación es alcanzar la igualdad de oportunidades con los hombres, pero ha estado basada en un malentendido fundamental sobre el papel del trabajo asalariado en el capitalismo. Ahora vemos que esas esperanzas de transformación completa eran en vano. Al mismo tiempo si vemos que muchas mujeres han conseguido más autonomía a través del trabajo asalariado, pero más autonomía respecto de los hombres no respecto del capital. Es algo que ha permitido vivir por su cuenta a muchas mujeres o bien que tuvieran un trabajo, mientras su pareja no lo tenía.

De alguna forma esto ha cambiado las dinámicas en los hogares, pero en general no ha cambiado las relaciones entre hombres y mujeres. Y muy importante, eso no ha cambiado las relaciones entre mujeres y capitalismo: porque ahora las mujeres tienen dos trabajos y aún menos tiempo para, por ejemplo, luchar, participar en movimientos sociales o políticos.

Entonces, ¿qué más estrategias se pueden seguir para conseguir esa liberación?

El trabajo que la mayoría de mujeres hacen en el mundo, que es el trabajo reproductivo y doméstico, es ignorado. Y ese trabajo es la base del capitalismo porque es la forma en la que se reproducen los trabajadores. El trabajo de cuidados no es un trabajo por amor, es un trabajo para producir a los trabajadores para el capital y es un tema central. Si no hay reproducción, no hay producción.

Si ese trabajo que hacen las mujeres en las casas es el principio de todo lo demás: si las mujeres paran, todo para; si el trabajo doméstico para, todo lo demás para. Por eso el capitalismo tiene que devaluar este trabajo constantemente para sobrevivir: ¿por qué ese trabajo no está pagado si mantiene nuestras vidas en marcha? La corriente de la que yo provengo vimos que si el capitalismo tuviera que pagar por este trabajo no podría seguir acumulando bienes. Y al menos que lidiemos con este asunto no produciremos ningún cambio en ningún otra plano.

¿Defiende el salario para el trabajo doméstico?

Sí. Muchas feministas nos acusan de institucionalizar a las mujeres en casa porque entienden que esta demanda es una forma de congelar a las mujeres en los hogares, pero es exactamente lo contrario, es la forma en que podemos liberarnos. Porque si este trabajo es considerado como tal los hombres también podrán hacerlo. El salario sería para el trabajo, no para las mujeres.

Sí, pero aún hoy son las mujeres las que hacen mayoritariamente ese trabajo, esa sigue siendo la tendencia a pesar de que ha habido otros cambios, ¿Que haría cambiar esa inercia?

La tendencia es esa porque la ausencia de salario ha naturalizado la explotación. ¿Te imaginas que los hombres hubieran hecho un trabajo industrial gratis durante dos años porque es lo propio de los hombres? Estaría totalmente naturalizado, igual que lo está el trabajo doméstico, que está ligado a la feminidad y a lo que se considera propio de las mujeres. En una sociedad conformada para las relaciones monetarias, la falta de salario ha transformado una forma de explotación en una actividad natural, por eso decimos que es importante desnaturalizarla.

¿Y la forma de desnaturalizarla es precisamente mediante un salario?

Sí, es un primer paso para hacerlo. Pero nunca vemos el salario como un fin, sino como un medio, un instrumento para empezar la reivindicación. Ya solo pedir un salario tiene el poder de revelar toda un área de explotación, de sacar a la luz que esto es un trabajo propiamente dicho, y que es esencial para el capitalismo, que ha acumulado riqueza gracias a ello.

Empezar una lucha sobre qué significa este trabajo, reivindicar nuevos recursos al servicio de este trabajo y proponer nuevas formas de organización

¿No se corre el riesgo de perpetuar así la división sexual del trabajo?

No, es una forma de romperla. Se puede demostrar que la división sexual del trabajo está construida sobre la diferencia salario-no salario.

Sin embargo, en muchos países como España el trabajo doméstico ya está reconocido como tal (no con todos los derechos) y aún así ese trabajo sigue siendo femenino mayoritariamente, es decir, que esté remunerado no ha hecho que los hombres se incorporen a esos empleos. ¿Por qué pensar entonces que pagar por las tareas del hogar hará que los hombres se incorporen a ese área?

En una situación en la que el trabajo doméstico no es reconocido como trabajo y millones de mujeres lo hacen gratis en todo el mundo, las mujeres que lo hacen por dinero están en una situación de debilidad, de no poder negociar mejores condiciones. Yo espero que se construya un nuevo movimiento feminista que una a las mujeres que hacen trabajo doméstico pagado y a las que lo hacen no pagado.

Empezar una lucha sobre qué significa este trabajo, reivindicar nuevos recursos al servicio de este trabajo y proponer nuevas formas de organización. Este trabajo se hace separadas las unas de las otras y hace falta unión, nuevas formas de cooperación que nos permitan unir nuestras fuerzas para contestar esta devaluación del trabajo doméstico.

La conexión entre mujeres y trabajo doméstico es muy fuerte y no será fácil, pero creo que sí se podrían conseguir cosas. La reivindicación del salario para el trabajo doméstico ha sido muy liberadora porque muchas mujeres podían comprender así que lo que hacían era trabajo y era explotación, y no algo natural.

Fuente: ElDiario.es

Palabras claves: economia, feminismo, Patriarcado, trabajo

Compartir: