“Vos sos un aborto mal parido”
«Vos sos un aborto mal parido..!!! Tantas ganas de coger puede tener una mujer que no se pueden poner un diu o tomar una pastilla por día o ponerse una inyección por mes.. o hacer que se ponga un forro. O de última cuando te canses de coger llegate por el hospital y pedí una pastilla del día después….! Descerebrada… pensá con la cabeza no con el papo..!» Axeliyo Castro
«Todas esas mujeres a favor del aborto deberían haber sido abortadas… jamás fui resentida ni odié a nadie, pero este caso me indigna. No son mujeres, no son personas, son locas desquiciadas. Asesinas. Con su cuerpo hagan lo que sean, pero no con el cuerpo de un bebé. Es una vida no entienden??? Es un bebé indefenso. No pidió venir al mundo. Tanto les cuesta cuidarse? No me vengan con que no puede evitarse un embarazo. Hay miles de formas para cuidarse. Pero claro….. la calentura puede más, total después mato al bb si no puede defenderse… pensamiento de miércoles. Tienen caca en la cabeza. Enfermas». Melina Lopez
Comentarios que aparecen bajo la nota “Mina Clavero: Dato confirmado, una enfermera del hospital aborto en el nosocomio. Informe”.
El debate necesario, los derechos que nos faltan
El aborto sigue siendo un tema tabú. En el Congreso Nacional comenzó el debate en torno a la sexta presentación del proyecto por la Legalización del aborto, elaborado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, Legal, Seguro y Gratuito. En simultáneo, se calcula que entre 460 mil y 600 mil mujeres recurren cada año a practicarse un aborto, muchas tienen complicaciones en su salud y algunas incluso mueren. Cada tres horas, una niña de entre 10 y 14 años se convierte en madre en la Argentina. Al año, serán alrededor de 3000 las chicas que den a luz antes de cumplir los 15.
Mientras esto ocurre a nivel nacional, en Mina Clavero, valle de Traslasierra, una mujer fue imputada el 12 de julio de 2016 por el artículo 88 del Código Penal argentino, que establece de 1 a 4 años de prisión para aquella persona que cause su propio aborto o consintiere que otra persona se lo causare.
La situación fue difundida por el medio de comunicación “Traslasierra Noticias”, tras un rumor de que una enfermera del Hospital Dr. Luis M. Bellodi de Mina Clavero abortó en su lugar de trabajo. Una vez más, una mujer es señalada por el periodismo visiblizando su realidad como “noticia de último momento”. Una mujer es juzgada, acusada, y criminalizada por otras mujeres y hombres. Una mujer es condenada severamente por personas de su comunidad.
¿Importa si la mujer que aborta tiene 30 años, 15 o 45? ¿Si es enfermera del hospital de Mina Clavero, ama de casa, productora rural o docente? ¿Si lo hizo en su lugar de trabajo, en su casa, con su pareja, sola, con amigas? ¿Importa saber el motivo? ¿Hay motivos más importantes que otros? ¿Existe posibilidad de convivencia entre aquellas personas que piensan que una mujer que aborta es una asesina y aquellas que pensamos que tenemos la libertad para decidir sobre nuestros cuerpos? ¿Cómo generamos espacios de reflexión y debate que destruyan el tabú?
En el valle de Traslasierra, el acceso a la salud pública es insuficiente, y sobre todo si se trata de encontrar acompañamiento profesional en torno a la interrupción legal del embarazo. Los riesgos de ser señaladas como “asesinas” se hacen más fuertes en estas comunidades pequeñas del valle, donde la frase de pueblo chico infierno grande cobra realidad.
En ese sentido, una joven entrevistada de la localidad de Mina Clavero, nos decía lo siguiente: “No existe información precisa en cuanto al tema, no se debate, de eso no se habla. Cuando yo decidí abortar, salieron a la luz muchas cosas, desde herboristerías que brindaban soluciones caseras, hasta el consultorio del médico privado que me suministró las pastillas de misoprostol. Conozco casos de algunas mujeres que prefirieron viajar a Córdoba Capital, o Buenos Aires. Tengo amigas que no tuvieron el dinero para obtener una atención médica correspondiente y se las vieron feas. Lo difícil que es acceder a la salud pública en el pueblo cuando se trata de esto, en la ciudad pasa un poco desapercibido, pero acá no”.
El no pasar desapercibida, en general, implica pocas relaciones de empatía, y por supuesto la aparición de una vara social que relaciona la sexualidad sólo con la maternidad, que no tiene en cuenta la responsabilidad en torno al embarazo compartida con el hombre, que se impregna de culpa religiosa y que produce violencia sobre el cuerpo de la mujer que aborta. Implica, además, una situación de vulnerabilidad ante la posibilidad de ser criminalizada: “Fui a hacerme una ecografía con un ecógrafo particular, que me recomendó el médico con el que aborté, y el señor me hizo poner muy incómoda, dije la verdad en cuanto a los hechos porque tratándose de salud es necesario no obviar detalles. El hizo hincapié en si había hecho algo para expulsar el feto, tras decir la verdad me dijo que si me hacían pericias iba a ir presa, a pesar de que había pasado como una semana del hecho”.
Cada historia escuchada tiene su particularidad, pero todas tienen algo en común: son mujeres que transitaron por situaciones similares de violencia. La joven entrevistada nos decía al respecto: “Me parece importante entender que esa otredad de mujer que aborta no son nada más ni nada menos, que una compañera del laburo, una prima, una vecina, una madre, una hermana, una hija, una amiga”.
El derecho a la salud, es de todas y esta debe ser entendida, no sólo como bienestar físico, sino también psíquico y social. El respeto a las decisiones que competen nuestra salud, es innegociable. El debate sobre la despenalización del aborto, se tiene que dar el Congreso, pero también y sobre todo, en cada una de nuestras pequeñas comunidades y pueblos.