«Todo bien con la igualdad, pero…»

«Todo bien con la igualdad, pero…»
22 julio, 2016 por Redacción La tinta

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“Negro sobre blanco, 200 años de racismo” es el título de la intervención fotográfica que el Colectivo Manifiesto expone en el Museo de Antropología de la FFyH hasta mediados de agosto. Una apuesta crítica que se suma a los debates en torno a la conmemoración del Bicentenario de la Independencia.

«El racismo es parte de nuestra historia desde siempre. Constituir una nación blanca y europea fue sinónimo de ser civilizados y todo lo que no entraba en ese círculo virtuoso: indios, negros, mestizos; era malo, salvaje, oscuro y en el extremo pasible de ser eliminado”.

Así comienza el texto principal que acompaña y carga de sentido a esta intervención fotográfica, que aporta una visión crítica ante las celebraciones oficiales del Bicentenario de la Independencia Argentina. Se trata de un trabajo en proceso, que nace a partir de la militancia y las apuestas que vienen asumiendo los fotógrafos que integran el Colectivo Manifiesto. Luego de las distintas coberturas realizadas durante las últimas marchas de la Gorra (2014 y 2015), los Manifiestos –como se los suele llamar–, realizaron una serie de retratos, con fondo blanco, donde buscaron visibilizar a los protagonistas de esta protesta local, que se nutre de cientos de jóvenes que se adueñan de la calles para decirle NO a la violencia institucional, que regía al amparo del por entonces Código de Faltas, y que hoy persiste en lo que se conoce como el Código de Convivencia.

«Argentina es quizás el país donde los dispositivos de exclusión alcanzaron su punto máximo con la contraposición de civilización-barbarie propuesta por Domingo F. Sarmiento y otros “ilustres” próceres. La homogeneidad cultural del país fue el proyecto político de las clases dirigentes desde la declaración de la independencia, generando múltiples y diversas formas de exclusión y desaparición”, se lee en el segundo párrafo del mismo texto.

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Y si bien el repaso por nuestra historia siempre es inquietante, resulta más movilizador la mirada directa de los casi 50 retratos que, en distintos tamaños y formatos, se exhiben en las paredes de las escaleras y del segundo piso del Museo de Antropología. La intervención fotográfica “Negro sobre blanco, 200 años de racismo” propone un recorrido crítico sobre la vigencia del racismo, la discriminación y la injusticia social que pervive en nuestro tiempo.

Este objetivo alcanza un mayor impacto con una serie de gigantografías donde los pibes “de la gorra” posan y se presentan con toda su dignidad. Son retratos directos que denotan rebeldía, marginalidad, resistencia, rabia, ternura, orgullo, diversidad. No son rostros estereotipados ni felices, de esos que ostentan el status de una marca, tan vacíos como manidos dentro de los cirquitos publicitarios. Aquí son pibes y muchachas de la vida real, que viven en distintos barrios de nuestra Córdoba, que sufren algún tipo de violencia o exclusión y que han decidido decirle No a un poder jurídico y policial que los hostiga y oprime, al amparo de un marco legal.

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“En parte el racismo, y expresiones como: “negro de mierda”, “negro de alma”, “te portas como un indio”, “no seas salvaje”, remiten al legado que nos dejaron los que imaginaron esta nación. Como diría Alejandro Grimson, “lo ‘negro’ no se asocia en Argentina a ciertos rasgos fenotípicos referidos a África, sino que (a la vez que se afirma que ‘es un país sin negros’ en ese sentido) también se tiende a considerar en el lenguaje ordinario a los “pobres” como ‘negros’ o ‘cabecitas negras’”, –continúa el texto de la muestra–. “Los negros de ayer y de hoy son los que intentan ser silenciados, los gauchos, las combatientes anónimas de las batallas de la independencia, los pueblos indígenas masacrados, las comunidades afrodescendientes, los que no tuvieron parte en las victorias que proclamó el Estado. Las luchas que se ignoran desde hace 200 años hoy nacen desde las vísceras y el corazón cuando le decimos a la Policía “mi rostro no es tu trabajo”, cuando exigimos poder circular libremente por la ciudad, cuando marchamos gritando “Abajo el Código de Faltas”, cuando ponerse la gorra es símbolo de identidad, cuando decimos que en esta ciudad, en esta Córdoba del Cordobazo y también de los linchamientos del 2013, “No Hay Convivencia”.

En este sentido, la muestra fotográfica se instala en el corazón de Nueva Córdoba: uno de los barrios donde en el 2013 se produjeron los llamados linchamientos por parte de los vecinos de la zona. La sede del Museo de Antropología de la UNC está ubicada a en la Av. Hipólito Yrigoyen 174. “Pretendemos que la visiten los pibes que viven en este barrio. Es una zona de blancos”, dicen con algo de ironía los autores de la muestra. Aunque están convencidos de que es posible romper con determinados prejuicios y estigmas sociales porque –dicen–, “ningún pibe nace facho y somos todos parte del conflicto”.

colectivo manifiesto 6Otro aspecto que se pone al descubierto es la intolerancia, la discriminación y la violencia verbal que con tanta naturalidad se reproduce en las redes sociales. Para visibilizar este aspecto decidieron reproducir algunos de los comentarios que aparecieron primero en el álbum colaborativo “El MIEDO que te venden lo pagamos NOSOTROS”, publicado en el facebook del Colectivo Manifiesto.

  • Jennifer Szprut: “Todo bien con la igualdad, pero… yo los veo y me cruzo de vereda”.
  • Leito Maggot: “Me vas a decir que si te lo cruzás solo a la noche y te pide fuego o pregunta la hora… no se te va a helar el culo por miedo a que te robe? Por favor! Basta de hipocresía! Estos negros son negros… nada más! Unas lacras de la sociedad…”
  • El Sebas A.: “Dejen a la policía trabajar. Las caritas que vi en las fotos……mamaaaaaa… se meten presos solos. …no me jodan! Es hora de que se den cuenta que ese perfil que usan no es ameno y cordial para el común de las personas. Que se integren un poco, vistan normal!

A muchos de nosotros, quizás nos asombre que aún prevalezca o se mantengan tan arraigados este tipo de creencias o sentimientos despectivos. Pero lo cierto, es que a lo largo de 200 años, muchos de nuestros próceres han alimentado, con férrea convicción, un pensamiento discriminatorio y excluyente. Así lo plasmaba el propio Domingo Faustino Sarmiento en 1861, en una de sus cartas dirigidas a Mitre. “Tengo odio a la barbarie popular… La chusma y el pueblo gaucho nos es hostil… Mientras haya un chiripá no habrá ciudadanos, ¿son acaso las masas la única fuente de poder y legitimidad? El poncho, el chiripá y el rancho son de origen salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el pueblo, haciendo que los cristianos se degraden… Usted tendrá la gloria de establecer en toda la República el poder de la clase culta aniquilando el levantamiento de las masas“.

O cuando el psiquiatra socialista, José Ingenieros en 1906 decía: “Los hombres de raza de color no deberán ser política y jurídicamente nuestros iguales; son ineptos para el ejercicio de la capacidad civil y no deberían considerarse personas en el concepto jurídico (…) cuanto se haga en pro de las razas inferiores es anticientífico; a los sumo se las podría proteger para que se extingan agradablemente”. Aunque tampoco hace falta irse tan lejos en la Historia. A comienzo de julio de este año, en un intento de relativizar el crecimiento de la pobreza en el país, el economista Javier González Fraga, se preguntó: “Me gustaría saber qué tan pobres son los pobres”. O el propio ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, cuando en enero pasado justificó los despidos masivos de trabajadores estatales, con declaraciones como: “Encontramos un Estado vacío de contenido y lleno de militantes“. Y su vez, añadió: “No vamos a dejar la grasa militante, vamos a contratar a gente idónea”. Nuevamente el discurso del desprecio por el otro diferente, que por lo general siempre resulta pobre o de menores recursos, vuelve a cobrar vigencia no sólo a nivel social, sino que se inserta y legitima dentro de una plataforma política y económica que hoy encarna el actual gobierno nacional de Cambiemos.

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“Cada lucha social nos atraviesa”

En tiempos donde la imagen y la exposición individual, de manera virtual, han cobrado un valor exacerbado y aún prevalece la concentración informativa en medios hegemónicos, los integrantes del Colectivo Manifiesto se despojan de su firma de autor para potenciar el resultado de un trabajo fotográfico y conceptual en equipo. Cuando se les pregunta por el origen del nombre, Ezequiel Luque responde que “Manifiesto resume la intensión de expresar, de exponer algo a través de la fotografía. Sumado a que uno de nuestros objetivos es reivindicar las manifestaciones populares, ya sean políticas o culturales. Manifestar a través de la fotografía”.

Para Marcos Rostagno el nombre del grupo alude también a “las rupturas de las vanguardias que tienen un programa político y estético. Una serie de puntos se confluyen en la dinámica del trabajo: firma colectiva, no profesional, sino militante. Trabajar en red con organizaciones sociales y medios alternativos”. Para Martin Villarroel (Tincho) se trata de cubrir conflictos sociales que tienen nula o escasa visibilidad en los medios masivos: «Desde el colectivo intentamos aportar imágenes de calidad a través de una la mirada crítica y comprometida. Es también una mirada artística, que aporta otra sensibilidad”. Todos acuerdan que a la hora de comunicar desde Manifiesto asumen la responsabilidad social que implica el trabajo, como un medio desde donde se dan a conocer determinados hechos o conflictos sociales. Dentro del grupo también trabajan mujeres. Algunas de ellas, además de fotógrafas son comunicadoras.

“Muchas de nosotras trabajamos sobre los textos que acompañan cada cobertura” explica Diana Segado. “También aportamos una perspectiva de género. Existe una mirada femenina en los registros que producimos”, añade.

Otro aspecto que suman es el concepto de subjetividad. En cada trabajo que publican les interesa reflejar lo que ellos mismos sienten por esas luchas. “Porque cada conflicto que cubrimos nos importa. Cada lucha social nos atraviesa”, remarca Martín. “Somos conscientes de que nuestro aporte quizás sea mínimo –ante los problemas que estamos reflejando –. Pero tiene que ver con ser conscientes y consecuentes con la especificidad de lo que hacemos. Militamos desde nuestro lugar. Somos fotógrafos y nos sumamos convencidos de que la fotografía puede ser una herramienta de transformación social”.

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El compromiso que expresa Martín Villarroel también se expone dentro de esta muestra, que quedó inaugurada el 8 de julio, en el marco de las actividades que el Museo de Antropología presentó en la Noche de los Museos.

Los integrantes del Colectivo Manifiesto son once y se asemejan a un equipo de fútbol mixto. Se complementan y trabajan con convicción y alegría. Existe un entusiasmo que contagia. No les interesa el mote del registro documental con aires de imparcialidad. Por ello, en el recorrido de la intervención Negro sobre blanco, en un rincón de las paredes del segundo piso, se pueden ver once fotografías donde ellos mismos se presentan y se exponen. “Buscamos identificarnos con el otro”, dicen.

La muestra en su conjunto representa un contra discurso a la mirada oficial de las celebraciones de los 200 años de independencia. Hoy la palabra negro se ha convertido en una categoría negativa, que muchas veces se acompaña con la frase “de mierda”. Es un patrón cultural que se visibiliza en nuestros actos y nuestras maneras de comunicarnos.

Representa el otro excluido, el otro amenazante. Negro es lo diferente. Es el pobre, el que no tiene, el que se queda afuera. Es la puta, la lesbiana, el gay. Lo peligroso. Es el joven que transgrede. El que sale del molde. “Son doscientos años de una Argentina blanca y europea. Doscientos años de un país para pocos, de negación de los pueblos negros y originarios; doscientos años de hacernos creer que venimos de los barcos. Dos siglos sosteniendo el relato de crisol de razas”, es otra de las afirmaciones que se lee en los textos que publica Manifiesto.

“El recorrido de la muestra es como ver en todos esos retratos un mapa de la estigmatización y discriminación, que viene desde nuestra propia historia como nación”, añade Rostagno. Aunque para mí son fotos preciosas –confiesa con una sonrisa que ilumina su rostro –.

Y ciertamente tiene razón. Las fotografías que integran esta intervención son retratos intensos que emocionan. Si en algún punto nos llegaran a incomodar es porque caminan sobre nuestros propios prejuicios. Porque nos movilizan. Porque visibilizan las diferencias. Son también un detalle explícito de las asignaturas pendientes. De todo lo que falta. Pero esto no debería ser sinónimo de castigo, de exclusión o discriminación. Las imágenes aportan diversidad, en un gesto de inclusión y riqueza. La apuesta tampoco representa un gesto de celebración o festejo. Reflejan un proceso histórico cargado de violencias, donde la desigualdad social sigue marcando grietas.

“NEGRO SOBRE BLANCO, 200 AÑOS DE RACISMO”

La intervención fotográfica “Negro sobre blanco, 200 años de racismo” se puede visitar hasta mediados de agosto, en el Museo de Antropología de la UNC -Av. Hipólito Yrigoyen 174-. La entrada al museo es gratuita y está abierto de lunes a viernes de 9 hs a 17 hs.

Por Irina Morán. Fotografías: Natalia Roca.

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Palabras claves: bicentenario, Colectivo Manifiesto, racismo

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