La gran zanja

La gran zanja
21 abril, 2017 por Redacción La tinta

Por Pablo Touzon para Panamá Revista

“La Gran Zanja” es el título de uno de los episodios mas “políticos” de la zaga de Asterix. En él, en vez de luchar contra el ridiculizado poder romano debe resolver las disputas internas de un pueblo galo, que profundiza sus divisiones hasta el extremo de construir una zanja gigante entre los dos sectores “polarizados”.

La situación se croniquiza, al punto que ya nadie recuerda el origen de la disputa ni, lo más importante, su funcionalidad. La Zanja cobra vida propia, se independiza de sus creadores y empieza a convertirse en una forma de vida. La maldición solo puede terminarse cuando se hace la pregunta mas elemental, y, al mismo tiempo, la más elusiva: ¿para que sirve la Zanja? O, en su traducción en la Argentina contemporánea: ¿para qué sirve la Grieta?

La pregunta exige primero una definición y una historia. ¿Es esta grieta una prolongación de la misma que según la divulgación histórica atraviesa la Historia Nacional (unitarios-federales, radicales-conservadores, peronistas-antiperonistas)? La respuesta, quizás, sea doble. Sí lo es, en el sentido que la actual oposición entre kirchneristas y macristas remite, simbólicamente, a esa misma “línea” histórica. Y no, no lo es, porque solo y cada vez mas es meramente una cuestión simbólica, un artefacto cultural, mas que la realidad empírica de la confrontación entre dos visiones y proyectos para la Argentina. Esta Grieta, la actual, tiene características propias que la hacen única.

Hasta el 2008, el kirchnerismo fue centralmente unificador y consensual. Haciendo pie en las reivindicaciones políticas de la clase media progresista -estragada económicamente por el corralito y políticamente por el menemismo y luego el fracaso de la Alianza-, el Néstor Kirchner de la post crisis se dedicó esencialmente a reparar. Y a hacer realidad mediante diferentes herramientas (la transversalidad, la concertación plural, etc.) la alianza entre peronismo y progresismo, la traducción política del “piquete y cacerola”. Un “país normal” conducido por izquierda por el Partido del Orden, en el que solo quedaban afuera los “Pando”, las versiones extremas y caricaturales de la “reacción” argentina. La actitud presidencial frente al fenómeno Blumberg y la agenda de “la inseguridad” (única versión con movilización callejera de oposición a la agenda del kirchnerismo) es en este sentido característica.

Concesiva y contenedora a la vez, el esquema político de diferenciación en las ideas pero contención en la política de esta “protesta social” es una pieza ejemplar de sutileza política, neutralizando en la práctica su crecimiento político. Dos años después, del Ingeniero Blumberg y su carpeta de propuestas, no se acordaba ni el Rabino Bergman.

El conflicto con el campo, al cuestionar directamente los fondamentals del modelo político y su modelo distributivo, funcionó como una gran precuela de la actual grieta, su lejano big bang. Involucró a todos los sectores productivos del país (productores, sindicatos) en una discusión sobre el núcleo de lo que constituía el modelo argentino en los 2000 de boom de commodities + redistribución estatal de sus beneficios: el gran debate nacional sobre los usos del crecimiento. En definitiva, una pelea política que tenía sentido, en el marco de una economía aún en expansión, entre sectores igualmente empoderados. El conflicto funcionando como un dinamizador social y no como una sustitución semiótica de la improductividad política. La etapa productiva de la Grieta.
La opción de emergencia de recostarse sobre “la base”, vistas la mala gestión gubernamental del conflicto y del resultado “no positivo”, parecía obligatoria. Pero es posible observar en este punto que luego de la derrota electoral del 2009 el kirchnerismo salió a jugar ampliando el campo de batalla con temas y agenda de consenso. Temas nacionales. La AUH, la estatización de los fondos de pensión, inclusive algunas aspectos de la Ley de Medios galvanizaron el campo propio mas que el rival. La recuperación política se dio por afuera de la minoría intensa. Hasta llegar al 54%.

Grietas Comparadas

El 2012 dio origen a una nueva forma de Grieta, distinta sustancialmente de la anterior, aun cuando estéticamente similar. Es la Grieta como forma de gobierno. La Grieta de Estado. Y la única política con continuidad perfecta existente en la Argentina hasta la actualidad.

No casualmente, esta coincide con el período del fin definitivo del crecimiento tasas chinas, de los superávits gemelos, la inflación controlada y todos los greatest hits de los 2000. Y de la ausencia de una agenda económica y social consistente en reemplazo del viejo modelo. La nueva Argentina del post crecimiento y de la estanflación crónica hará sistema perfecto con este esquema de gobernabilidad “polarizada”, como si existiese entre ambas una relación de necesariedad. Una inflación verbal que aumenta a medida que desciende la calidad de vida en el resto de los indicadores de la vida real de los argentinos. El modelo político del lustro perdido de 2012-2016. La incapacidad de las elites argentinas, de izquierdas y derechas, de construir algún proyecto de futuro. La Grieta improductiva.

El macrismo supo ser en la oposición un beneficiario directo de este modelo. Construido por el kirchnerismo como su antagonista excluyente, el armado de Cambiemos en el post Gualeguaychú tuvo una estrategia simple y ganadora. Construir el dique por el cual la sociedad expresaría la voluntad de cambio en la segunda vuelta. “El Partido del Ballotage”, lo llamaría Ignacio Zuleta, haciendo foco en este dato central. De alguna forma, esta ingeniería electoral es la traducción institucional del modelo de la Grieta. No hacen falta alianzas con otros sectores ni grandes coaliciones mas allá de las mínimas que permitan despejar la cancha para llegar a la segunda vuelta. Luego, el ballotage hace el resto. Como esos equipos de Menotti que tiraban sistemáticamente el off-side, abusando al limite del reglamento.

La paradoja del oficialismo en este punto es que este esquema de gobierno de minorías intensas, polarización y ballotages pareciera funcionar mucho mejor electoralmente para las oposiciones que para los gobiernos. Los casos del -09, -13 y -15 así parecerían demostrarlo. Además, claro, de la imposibilidad de establecer bajo este modelo un programa serio y coherente de salida gradual del estancamiento, que necesita de alguna forma del vituperado “pacto social” para salir adelante. La Grieta Total, sin embargo, que parece ser la elección política del macrismo para el año electoral de 2017, comporta riesgos adicionales mas profundos que los electorales, que en la versión cristinista se encontraban mas matizados. Y mas importantes que una elección de medio término.

Polarizar la sociedad para ganar una elección. Podrá pensarse que es hipócrita, pero en la Argentina del 32% de pobres, es mucho mas peligroso para el Newman que para el Nacional Buenos Aires apostar todo a la división social. El peronismo y la izquierda contaron siempre, incluso en el marco de programas de ajuste real del salario, con cierto “blindaje” cultural en relación a sus orígenes e intereses de clase, además de organizaciones sociales y sindicales que el peor de los casos funcionaban como vallas de contención políticas del conflicto social. En cambio, la homogeneidad sociológica del PRO -“el gobierno de ricos”- no cuenta con dicha protección, y corre el severo riesgo de superponer la fractura política que promueve por sobre la fractura social argentina que aumenta. Una gran zanja económica además de política, agravada por un creciente populismo punitorio y por la perdida del tabú en lo que refiere a la represión de la protesta social.

Manejar este escenario supone además una lógica de la intensidad que convive mal con otro aspecto del ethos macrista: la “desdramatización”, esa otra promesa incumplida de campaña. La Batalla Cultural debe vivirse integralmente, conlleva interpretar hasta un córner con las categorías del kirchnerismo-antikirchnerismo. Exige una movilización perpetua, una calle enardecida, un tuiterismo yihadista. No es de 9 a 19hs, ni convive con las reglas laborales corporativas ni con los horarios de oficina. Es un viaje de ida, diría la publicidad noventista, resistir con aguante.

El liderazgo político argentino hace años que sobre-representa a sus bases, eliminando así la posibilidad de construir un proyecto colectivo a futuro. Mas que conducirlas, es conducido por ellas. El sueño cumplido del Partido de la Red. Un “Hechizo de Tiempo” del estancamiento y la crisis.

Podría pensarse que al no traicionar a sus minorías intensas, traiciona el mas original mandato de gobernar. La grieta como subsidio a la mediocridad política, como atajo ante la falta de ideas. Si el 1A, el Patio militante macrista, delineará la agenda, habrá que atenerse a “tiempos interesantes”. Porque, como en el caso del dentífrico, sacar la pasta del pomo es fácil. Lo difícil es volver a meterla adentro después.

*Por Pablo Touzon para Panamá Revista / Fotos: Colectivo Manifiesto

Palabras claves: Cambiemos, Cristina Fernandez de Kirchner, kirchnerismo, Mauricio Macri, Néstor Kirchner

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