Darío Sztajnszrajber: «La libertad no es un lugar de llegada sino una acción permanente»

Darío Sztajnszrajber: «La libertad no es un lugar de llegada sino una acción permanente»
18 abril, 2017 por Julieta Pollo

El filósofo y docente visitará Córdoba en medio de la gira despedida de Desencajados, una apuesta escénica en la que va desgajando reflexiones a partir de nuestro rock nacional. Fiel a su estilo, Darío no propone una explicación unívoca de la lírica sino más bien el ejercicio de poner en jaque nuestras certezas y repensar temas como el amor, el poder o el tiempo.

Por Julieta Pollo para La tinta

La mayoría de nosotras conocimos a Darío Sztajnszrajber a partir de Mentira la Verdad, el programa de Canal Encuentro que reinventó la clásica fórmula de divulgación científica, abriendo un campo sacralizado y solemne a la idea de que todos podemos hacer filosofía. Al igual que sus programas de televisión, su libro ¿Para qué sirve la filosofía? y la obra Desencajados ponen al descubierto su larga trayectoria docente y su cautivante manera de invitar al juego filosófico: los conceptos instituidos no son más que el puerto desde el cual estallan cientos de nuevas preguntas y la reflexión se plantea colectivamente colectiva al modo de las antiguas plazas griegas.

-El viernes vas a estar en Córdoba despidiendo Desencajados, contanos un poquito de qué se trata para aquellos que no conocen este experimento.

-La obra es un encuentro entre la filosofía, la música y el teatro, tres géneros que se encuentran  arriba del escenario y se interrumpen, se invaden, generando una especie de fusión desencajada. La música empieza a ser invadida por la reflexión filosófica, la filosofía empieza a ser interrumpida por canciones del rock nacional que se van inmiscuyendo entre las palabras y los silencios, y todo esto a través de una puesta escénica que lo que busca es que los grandes temas de la filosofía como el amor, el poder, dios o el tiempo puedan presentarse de un modo más cotidiano, más poético y sobre todo más sensible, acompañando a la típica racionalidad de la filosofía con un elemento más bien artístico. Me acompaña una banda de música con quienes vamos hablando y cantando, pero al mismo tiempo representando escénicamente situaciones que nos permiten que la filosofía se vuelva más cotidiana.

-¿Podés mencionar dos o tres canciones de nuestro rock nacional que te parezca que pueden ser una buena puerta de entrada para empezar a bucear en este juego de interrogarnos todo?

-Me parece que las canciones, como toda obra de arte es siempre una obra abierta, cobran otro tipo de significado al verse entramadas con el abordaje filosófico que hacemos. Al ser una obra abierta depende del contexto en que la escuches. Mucha gente que ve Desencajados dice ‘es la primera vez que llevé la interpretación de la canción para este lado que nunca lo había hecho’. Por ejemplo, Vencedores vencidos de los Redonditos de ricota nosotros la trabajamos en el marco de toda una reflexión acerca de la relación entre el poder, el lenguaje y el sentido común imperante. Te imaginarás que esta distinción entre vencedores por un lado y vencidos por el otro cuaja justo en esta idea de que la historia la escriben los que ganan y que entonces hay historias de los derrotados que no expresan su voz. Todo el tema de los Redondos puede leerse en esa dirección con sus diferentes frases y metáforas. Pasa que puesta esa canción a dialogar con un poema de Brecht que habla sobre el tema y con  todo el cuestionamiento que se hace a las formas en que se maneja el lenguaje como herramienta de dominio, me parece que  la canción entonces alcanza otra dimensión y la reflexión filosófica alcanza otra emoción , entonces termina siendo un combo entre ambas.

Lo mismo pasa con Quizás porque de Sui generis, un clásico tema que planteamos en medio de toda una escena de comedia que hacemos con Lucrecia Pinto, la cantante, acerca de la imposibilidad del vínculo en una relación amorosa donde dos personas tan distintas entre sí no pueden de algún modo conectar. La canción lo que está proponiendo es pensar al amor más allá de la reciprocidad, de lo que el otro me da o de lo que yo recibo, entonces cuaja justo generando una especie de paso de comedia muy divertido pero al mismo tiempo provocativo.

Sos de esos docentes que logran inspirar a sus alumnos en medio de un espacio opresivo y normalizador como es la escuela, ¿te parece que es necesario reinventar la labor docente con estrategias que apunten más al diálogo, a la participación y a la cotidianización de los contenidos, filosóficos en tu caso?

-De acuerdo en lo que decís. Creo que el aula se está reinventando todo el tiempo. Creo que hay una vocación de muchos docentes de trabajar agudamente esa reinvención. Sobre todo peleando contra su principal rémora que es nuestra propia formación. El gran problema que tenemos los docentes del siglo XX es que venimos de otro siglo, entonces resulta ultra necesario modificar nuestra labor. Pero bueno, es una labor que no podés modificarla solo si te encontrás con un montón de obstáculos. Uno de ellos es la institución que, si somos docentes del siglo XX, la institución es del siglo XIX  más o menos… entonces  docentes del siglo XX en instituciones del siglo XIX con alumnos del siglo XXI da una especie de cóctel explosivo. 

Me parece que es fundamental acudir a otros formatos, pero no solo más entretenidos y cotidianizables… yo creo que mis programas de Canal Encuentro también son un aula ¿entendes? Se trata de cambiar más el dispositivo, de repensar -como hace rato se viene diciendo- la estructura escolar en sí misma. Creo que hoy el aula excede sus propias paredes y se puede pensar esta experiencia post-áulica a través de lo que permite la tecnología pero también lo que permiten espacios de educación no tradicionales. Yo creo que hoy en día, en tiempos donde los contenidos circulan por todos lados, se vuelve mucho más importante en una clase de filosofía por ejemplo que suceda el hecho filosófico ahí, y no la repetición inocua de datos. Y en ese sentido me parece que la educación no formal, que siempre fue vista en un lugar subsidiario, hoy a la inversa tiene mucho para enseñarle a la educación formal, sobre todo en lo que se refiere a la transferencia.

-Darío ¿Cómo imaginás que sería una sociedad en la que todos dedicaran al menos 15 minutos diarios a cuestionar lo que se enuncia como “verdad” desde las instituciones estatales y desde los medios?

-Creo que deconstruir supone siempre algo construido.  Me preocupa que la filosofía que nosotros hacemos, descostructiva y cuestionadora, una vez que genere su deconstrucción después tenga escondida su propia propuesta constructiva y se traicione a sí misma.  Creo que hay una dualidad en el humano de la que no podemos escapar por ahora y que entonces el pensamiento crítico es la forma también humana de pelearnos contra esa otra forma, también humana, que prefiere el ensoñamiento de la estabilidad y el afirmarse a sí mismo en lugares seguros aunque el costo de esto sea la exclusión de gran parte de la sociedad.

Mala filosofía aquella que cuestiona y derrumba lo existente para proponerse a sí misma como nueva verdad. Lo que realmente se vuelve interesantísimo es pensarnos sin “La Verdad” como punto de síntesis de todo lo que hacemos, como eje ordenador de todo lo que hacemos. Me parece que ahí estaría bueno pensarse a sí mismo, sabiendo que todo aquello que pensamos puede ser de otra manera y de que para salirse de uno mismo necesitamos del encuentro con un otro, y que mientras más diferente sea el otro más nos obliga a salirnos de nosotros mismos. Me parece que es una apuesta bastante impactante pero que es la que permitiría no ir hacia una sociedad distinta sino desacralizar la nuestra. Yo creo que la libertad no es un lugar de llegada sino una acción permanente, uno está todo el tiempo liberándose. Esa es la sociedad que yo imagino más libre: que sea cada vez más recurrente nuestra praxis de liberación permanente.

-Estos últimos años se ve como un retorno de la política a la mesa de café y mucho más allá: a la calle, a los cuerpos, a la estética, a las redes… ¿cómo te parece que impacta en las nuevas generaciones esto de crecer en un clima en el que de política sí se habla porque todo lo atraviesa?

-A mí me interesa más que el retorno de la política, el retorno de lo político como tema. No tanto la cuestión más institucional de la política, con sus estructuras partidarias o prácticas tradicionales, sino las nuevas formas de lo político que puedan deconstruir esa política tradicional en crisis. Esa que parecía haber arrebatado en su momento el eros de lo político generando este paradigma de la antipolítica, que tan fuertemente impacta porque concentra en sí mismo la posibilidad de una sociedad dividida, el establecimiento binario de quiénes son los buenos y quiénes los malos, y sobre todo la sensación de que permanentemente se le está quitando al individuo parte de sí mismo inculpando a la política de ello y de su propia traición. Y mucho de lo que dice la antipolítica tiene una razón de ser en la crisis de la política tradicional. Me parece que lo que comenzó estos últimos años es el visualizar que hay una fuerza de lo político que atraviesa todas estas estructuras y sigue vigente en la repolitización de lo social, pero una repolitización ontológica.

Te diría que la gran conciencia de estos últimos años es que todo es político. El aula es política, la familia es política, el amor es político. O sea que en aquellos lugares donde más se ha insistido que no tiene que hacerse la política es donde más política se hace, pasa que se hace en favor de algunos. Por eso  es fundamental la revolución de lo político en zonas no tradicionales. Entre ellas, el feminismo me parece que es un buen ejemplo, una buena vanguardia de por dónde tienen que suceder para mí hoy las nuevas formas de militancia.  Después en todo caso la política tradicional se verá hasta qué punto y qué manera se conecta con ella, pero me parece que hoy esto que vos llamás el retorno de lo político tiene que ver con eso, con ser conscientes de cómo actúa el patriarcado, como actúa el poder en una institución menor como cualquiera de las instituciones sociales en las que vivimos, desde ir a la escuela hasta subirse a un colectivo.

-En una entrevista dijiste que uno de tus temas predilectos es la muerte y a raíz de lo que planteabas pensaba, mas allá de la conciencia de ser una bomba de tiempo biológica y caminar hacia nuestro destino indefectible, ¿qué pasa cuando la muerte es administrada por personas que abusan de las mismas estructuras que construimos como sociedad, como por ejemplo el terrorismo de estado?

-Claramente la vida está atravesada por nuestra conciencia de finitud, el saber que nos vamos a morir. Y hay todo un juego que constituye nuestra existencia que es justamente obturar esa conciencia, tratar de olvidarla. Te diría que la vida cotidiana es el intento denodado de no hacernos cargo de nuestra condición mortal. Porque uno no se está acordando todo el tiempo que se puede morir y para eso hace las cosas que hace, estudia, se enamora, tiene hijos, come, va al teatro, juega al fútbol. Pero me parece que es fundamental recordarlo más de lo normal, porque de algún modo reacondiciona y reinventa nuestra relación con las cosas, con los otros y con nosotros mismos. Entonces la muerte no es algo extraño o misterioso, es el final de nuestra vida como si fuese el punto final de un poema. No es que viene algo después, de hecho, te diría que no hay un después. Ya la idea de que hay un después en la muerte es suponer que la muerte viene a interrumpir algo que igual hubiese seguido y me parece que eso es dotar a la vida de una omnipotencia que no tiene.

Hay una diferencia clara con que otros no nos permitan morir. En la medida en que la muerte es el final de la vida nosotros nos merecemos nuestros propios finales, no puede venir otro desde la violencia y el interés de poder a expropiarnos de nuestra propia muerte.  Pensando en el terrorismo de estado, no solo se llevaron la vida de nuestros compañeros sino que se llevaron sus muertes. Es doble entonces el acto de sustracción del otro. 

► Desencajados: Filosofía & Música. Viernes 21 de abril a las 21 hs. en la Sala de las Américas de ciudad universitaria.

*Por Julieta Pollo para La Tinta

Palabras claves: Canal Encuentro, Darío Sztajnszrajber, Desencajados, filosofía

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