Virgine Despentes #LaÑoñemos

Virgine Despentes #LaÑoñemos
21 marzo, 2017 por Redacción La tinta

Día de la Visibilidad Lésbica, Paro de Docentes, Paro Internacional de Mujeres, todo eso en una semana: te invitamos a leer esta nueva sección de «Pero si sos un Calco», editorial autogestiva de Córdoba que la viene rompiendo.

Por Pero si sos un calco Editorial para Club Paraguay

Cuando los chicos nos invitaron a iniciar esta sección, fue casi una reacción automática elegir “Teoría King Kong» de la Despentes. ¿Por qué? Primordialmente, por el capricho que nos caracteriza, pero también porque el texto es una delicia en su potencia, porque que tiene la capacidad de empoderar a cualquier voz que esté flaqueando, porque nos hace recordar que el punk-rock es mucho más que una estética trash, porque la traducción a cargo de una editorial independiente es un orgullo y sobre además fue lanzada bajo un registro de Copyleft; pero sobre todo porque nos recuerda que el feminismo es una revolución en marcha.

Es un libro que huele a calle, tiene el ruido de autos y bondis y no el silencio de una biblioteca, lo contás con aliento a escabio, tomando una raya en vez de tomando un cortado a las seis de la tarde. Es un libro lúcido y ruidoso, y mientras lo lees no sabés si entenderlo o poguearlo.

A nosotros, nos llegó hace unos años, con la traducción rioplatense a cargo de Marlene Bondil para la editorial Hekht. Para nosotros esta edición, además de ser un lujo, es totalmente necesaria. Como dijimos anteriormente es un libro que te habla desde la cercanía, con una mano apoyada sobre tu hombro, y al leerla con palabras como (yuta, poronga, minita, chabón, cuchillito, cuterazos, pija, etc etc.) lo hace más verosímil.

Como anécdota y puterío editorial podemos contar que esta traducción tuvo que vérselas con le Preciado, ya que la primera traducción del francés al español fue a cargo de ella. Lo que nos hace mucho ruido, ya que en su “Testo Yonqui”, Preciado denuncia las patentes farmaceúticas. Pero, en este caso, olvidó que las patentes comerciales/culturales también funcionan con la misma lógica elitista y especuladora. Y esto lo remarcamos, porque todas las personas que conocemos que leyeron el libro lo hicieron por Hekht o por nosotros (pero shhh!, que nos dijeron que la Despentes firmó con Ramdom House y andan persiguiendo toda edición pirata).

Pero volvamos, porque Virginie desde el primer párrafo te empieza a pegar una trompada tras otra, escribiendo un manifiesto desde donde escribe, para quién y por qué lo hace. Ella habla como “proletaria de la feminidad”, desde las feas, para aquellas mujeres que no saben comportarse, para aquellas que rompen todo a su paso, para los hombres que prefieren quedarse en la casa antes que ir a trabajar, habla desde aquellos que no pueden mucho, simplemente, porque ella tampoco puede. La blonda se siente una mina más King Kong que Kate Moss; y vos te querés subir con ella al Empire State para escucharla y, de paso, comerte de un bocado ese símbolo fálico de poder: esta mina tiene algo para decir, pero sobre todo, te lo va a decir con una potencia que te sacudirá los huesos y te afectará como ser humano.

Nunca se detiene, socavando la idea generalizada de maternidad, vista socialmente como “el aspecto más glorificado de la mujer”; porque una mujer, por naturaleza, sabe todo lo que pasa en el hogar y lo que es mejor para sus hijos, etc. Alto chamuyo de un Estado que se proyecta como una madre todopoderosa, y que así tiende el control fascitoide que cree poder cambiarnos los pañales.

Se mete con la violación (quizás el capítulo más controversial del libro) citando las palabras de Camille Paglia: “Es un riesgo inevitable, es un riesgo que las mujeres tienen que tomar en cuenta y aceptar correr si quieren salir de sus casas y circular libremente. Si te pasa, parate, quitate el polvo y superalo. Y si te da demasiado miedo, quedate en lo de mamá y ocupate de hacerte la manicura”. Y el giro que le da es el desdramatizarlo, no en el sentido de disminuir lo terrible de la violación, sino en el sentido de no callarlo, y superarlo de la mejor manera posible, ya que sino el colectivo aplica una doble pinza sobre la víctima, porque si odia o teme a los hombres y se queda en casa es porque fue violada, y si decide seguir cogiendo es porque fue violada. La violación como programa político marca las reglas del juego y determina los poderes. Y, encima, se culpabiliza a las mujeres por lo que les sucede.

Con la prostitución, Despentes es categórica: es una elección como cualquier otra de qué hacer y cuanto ganar con su cuerpo. Lo oscuro es no tener la legislación correspondiente para este trabajo, y remarca que lo violento no es la sexualidad masculina, si las mujeres dan su consentimiento y son bien remuneradas. Lo violento es el control ejercido sobre ellas, al decidir que es digno y que no.

Parecido en la pornografía, que pareciera escandalizar tanto. Para ella, el tabú es impuesto porque la sexualidad debe dar miedo, y sobre todo se debe adecuar a las fantasías masculinas. La censura impuesta sobre esta clase de cine tiene un fin: el de confiscar, normalizar y vigilar nuestras sexualidades.

Despentes subida al Empire State, golpeándose las tetas y comiéndose la pijita sistema, concluye más punk que la mierda: “El feminismo es una revolución, no una redisposición de las consignas marquetineras, no una vaga promoción de la felación o de los swingers, no sólo se trata de mejorar los sueldos complementarios. El feminismo es una aventura colectiva, para las mujeres, para los hombres, y para los demás. Una revolución, ya en marcha. Una visión del mundo, una elección. No se trata de oponer las pequeñas ventajas de las mujeres a las pequeñas conquistas de los hombres, sino de mandar todo bien a la mierda”.

*Por Pero si sos un calco Editorial para Club Paraguay

Palabras claves: feminismo, literatura, Virginie Despentes

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