Usted preguntará ¿por qué marchamos?

Usted preguntará ¿por qué marchamos?
22 marzo, 2017 por Redacción La tinta

Cris Martinez, docente de la Escuela Etica y del IES “Olga Cossettini” de Rosario le pone palabras a la lucha docente. “Usted preguntará ¿por qué paramos? Porque parar no es dejar de enseñar, es enseñar a luchar y en esa estamos todas”. 

Por Cris Martinez para Enredando

Usted preguntará ¿por qué marchamos? La respuesta más simple, más técnica, la que se entiende mejor es que las docentes queremos un aumento de sueldo, que le empate o le gane a la inflación, que nos permita pagar el alquiler, comprar alimentos, mandar a nuestros pibes a la escuela, seguir teniendo luz, agua y gas, entre otras cuestiones de la vida cotidiana.

Capaz que también se entiende que las docentes, además, tenemos que formarnos, leer  muuuuchos libros, ver alguna peli, o sea, tenemos que seguir aprendiendo para enseñar mejor…todo bien. Eso es una pequeña parte de la Paritaria Nacional Docente(PND). Pero no todo… en la PND también se discuten las condiciones de trabajo, la construcción y mantenimiento de las escuelas, los fondos para sostener la escuela pública, entre otras cuestiones que quienes están sentados en los escritorios de los ministerios no vieron nunca. Por eso está bueno que les contemos de qué se trata “estar en la escuela”.

En otros tiempos parece que nadie ignoraba qué hacía un/a docente: “simplemente” enseñaba. El acto de enseñar era más simple, la sociedad menos compleja, las mamás y los papás tenían más tiempo para compartir con la pibada y eran parte de ese proceso. El tiempo pasó y enseñar ya no parece un verbo tan transparente y menos todavía lo que tenemos entre manos quienes elegimos esta profesión.

Ya no alcanza con acumular saberes y “bajarlos”, con la esperanza de que muchos espejitos  reflejen lo mismo que ven… Antes el “ser docente” estaba delante de quien cada cual era. Eso cambió cuando empezamos a darnos cuenta de que antes que “la seño” o “el profe” somos nosotrxs, con nuestras mochilas, nuestros quilombos, nuestras alegrías, nuestras ideologías…y sobre todo entendimos eso de que enseñar es un acto político: es político porque es un proceso transformador, liberador para los maestros y para los pibes. En la escuela (sea del nivel que sea, sea de la modalidad que sea)  no sobra nadie,  no pierde nadie. En la escuela, pasa todo el tiempo eso que Paulo nos resumió tan magistralmente(¡qué menos de un gran maestro!): las cosas no SON así (feas, tristes, desesperanzadoras), ESTÁN así y vamos a  cambiarlas.

En las escuelas pasan cosas que a mucha gente le costaría imaginar y no porque nadie las haya contado sino porque para muchos la escuela sigue siendo “solamente” un lugar donde se aprende. En algunas escuelas,  las docentes compartimos lo que sabemos y los piojos,  aprendemos entre todxs,  lloramos nuestros pibes muertos por el narcotráfico y las bandas, sufrimos con dolor las ausencias de quien no vino quién sabe por qué,  abrazamos mucho,  acompañamos a las familias destrozadas, compartimos la merienda y el mate cocido, sentimos el frío y el calor como en ningún lado, limpiamos mocos, peinamos y acariciamos pelos rebeldes… En otras escuelas, persuadimos día a día a la pibada de que con la escuela no sabemos bien si todo será mejor, pero que sin ella todo será peor, alzamos los bebés de nuestras alumnas que insisten machaconamente con terminar el secundario (“para ser alguien en la vida”- como si no lo fueran- “para ayudarlo en la escuela cuando crezca”-como si nada supieran de la vida), tenemos charlas largas sobre el futuro, sin saber a veces muy bien por dónde va el nuestro.

Y las hay otras, las escuelas, donde parece que la casa, la comida, el boliche, el bondi, los apuntes y  los libros no son algo ausente… ahí los profes, los que amamos esto que hacemos, escuchamos el murmullo casi imperceptible de quien nos cuenta que salió del closet y fue repudiado por su familia y amigos y pregunta “¿y ahora qué?”, o escuchamos atónitxs a la piba que fue a una fiesta y un tipito de su edad por no dejarse manosear casi le arranca un pedazo de la cara de un mordisco violento, o a otra que pide por favor que hagan algo por ella, que está encerrada en un lugar que odia porque su madre, alcohólica, piensa que está loca y que tienen empastillada todo el día, que está todo el día zombie, que así no puede estudiar (y querés hacer algo y te dicen que el ministerio no tiene “dispositivos” para atender adultos (¡19 años!), que no nos metamos, que es un tema familiar).

No elegís ser docente para que la vida te pase por al lado y la veas como si fuera una serie de Netflix. Si sos docente, te metés, te comprometés, te dejás llevar por la vida de otros y les dejás que la tuya los atraviese. Si no es así yo me dedicaría a  otra cosa, que puede ser muy digna por cierto pero va por otra ruta. Por eso parecemos agotadas todo el tiempo, por eso reclamamos nuestra jubilación a una edad digna, salarios vivibles, escuelas bellas y habitables, que se puedan disfrutar…por eso no renunciamos, peleamos por lo que nos corresponde porque en eso también van las vidas de quienes están diariamente en nuestros salones, en los patios, en las veredas.

Usted preguntará ¿por qué paramos? Porque parar no es dejar de enseñar, es enseñar a luchar y en esa estamos todos: las docentes, los pibes, las mamás y papás. Porque aunque no hayamos leído a Antonio (Gramsci), otro maestro si los hay, nos marca “el pesimismo de la razón, el optimismo de la voluntad”.

Siga preguntándose por qué marchamos, por qué paramos… pero agréguele y pregúntese, por quiénes somos capaces, también, de seguir cantando, abrazando, sosteniendo, trabajando… Si encuentra la respuesta, vamos juntas. Si no, si le cuesta tanto entender nuestro mundo con escuela, imagínese uno sin ella. La va a pasar mal. Lo lamento por usted.

*Por Cris Martinez para Enredando. Foto: Nacho Yuchark

 

Palabras claves: ajuste, educación, Paro docente

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