La Moraleja del Estanciero

La Moraleja del Estanciero
23 febrero, 2017 por Redacción La tinta

Por Hugo Seleme

Desde siempre los grupos económicos han intentado transformar su opulencia en poder político para, a su vez, aumentar su riqueza. Este círculo que va del poder económico al político para volver al económico, ha funcionado desde los orígenes mismos de nuestra nación. No obstante, en Argentina, tal vez debido al surgimiento temprano del aparato estatal, no ha existido una coincidencia entre quienes han ejercitado el poder político y aquellos a quienes el aparato estatal ha servido.

Pueden distinguirse, en consecuencia, a los gobiernos que han ejercitado el poder político para promover los intereses económicos de una clase o grupo y a los gobiernos en los que miembros del propio grupo beneficiado han ejercitado el poder político. En ambos casos el poder político es utilizado para beneficiar a un grupo económicamente poderoso, pero únicamente en el segundo supuesto quien ejercita el poder político es el grupo económicamente beneficiado. La distinción es relevante porque permite comprender una peculiaridad que tiene este segundo tipo de gobiernos: las maneras y los modos de ejercitar el poder político son aquellos que el grupo económico ha utilizado para construir su riqueza. El dato no es de extrañar. Las habilidades, estrategias y maneras que han sido útiles en el pasado para alcanzar la preeminencia económica, son utilizadas ahora para ejercitar el poder político con el objetivo de aumentar el poder económico.

Ambos tipos de gobiernos pueden encontrarse en los orígenes de nuestra historia compartida. El primer grupo económico que intentó beneficiarse del poder político fue sin lugar a dudas el de los terratenientes. Sistemáticamente los gobiernos llevaron adelante políticas que los beneficiaban, tales como el libre comercio que les permitía ubicar su producción en los mercados extranjeros, la expansión de la frontera agrícola con campañas contra los aborígenes que les permitía disponer de crecientes parcelas de tierra fértil sin ningún tipo de inversión, la casi nula carga tributaria sobre la tierra y los productos exportados que acrecentaban sus ganancias, o el disciplinamiento de los trabajadores por la amenaza constante de la leva para engrosar las filas del ejército.

Aunque los gobiernos favorecieron a los productores ganaderos y alentaron la aparición de las grandes estancias, no eran los estancieros quienes ejercitaban el poder político. Ser patrón de estancia requería estrategias, habilidades y modos, pero estos eran diferentes a los de la política. Esta situación cambió cuando el poder político no sólo fue ejercido en beneficio de los terratenientes, sino también por un terrateniente. Juan Manuel de Rosas encarnó este cambio. La misma estrategia de disciplinamiento que Rosas había utilizado en sus estancias – de la que queda constancia en el libro de Instrucciones a los mayordomos – es la que de modo novedoso utilizó en política. El grupo de los terratenientes debido al acceso al poder de uno de los suyos, paradójicamente pasó ahora a ser controlado, amedrentado o sobornado, como si fuesen peones y jornaleros de un patrón más poderoso.

La distinción que he trazado – entre los gobiernos que sirven a grupos económicos y aquellos en los que un grupo económico gobierna – permite entender algunas características de otros gobiernos. Lo único que se necesita es incluir en la ecuación los rasgos peculiares que posee el grupo económico de referencia.

Piense, por ejemplo, en el capitalismo prebendario. Este tipo de capitalistas – a diferencia de los terratenientes – se enriquece a expensas del Estado. Sus habilidades, estrategias y modos están dirigidos a ganar el favor del Estado para luego estafarlo con la obtención de ganancias exhorbitantes. Son cultores de la letra chica contractual, la promesa incumplida, la fachada. Su negocio es la obtención de contratos públicos que luego no honran. Tienen la estrategia del pungista que aprovecha el descuido estatal – genuino o comprado con soborno – para el arrebato.

Durante la última dictadura militar, y los años 90’s este grupo de capitalistas prebendarios fue beneficiado por las políticas estatales, pero ninguno de ellos ejercitó el poder. Aunque el poder político era ejercitado en su beneficio, lo ejercían eran otros. Así, por ejemplo, mientras al comienzo de la dictadura Macri tenía sólo 7 empresas, al terminar poseía 47. Lo había logrado utilizando las habilidades de todo capitalista prebendario. Entre estas se encontraba la de evadir, tal como constató la autoridad tributaria en 1993. El monto de la evasión era de 360 millones de dólares. También estaba la habilidad de sobornar, como mostró la prolongación del contrato de Manliba durante la administración de Grosso. Paradójicamente, la UCR – que luego facilitaría el acceso de Macri a la presidencia de la Nación – fue el único bloque que votó en contra de la prolongación del contrato que obligó a la municipalidad de Buenos Aires a indemnizar a Macri por una suma de 50 millones de dólares. La concesión de la represa de Urugua-í al grupo Macri es otra de las tantas muestras de las habilidades para obtener prebendas estatales. La construcción de la represa presupuestada en 80 millones de dólares, terminó costando el triple. Adicionalmente, el grupo Macri obtuvo del Estado provincial de Misiones un arreglo por el que debía pagársele el canon por manejar la represa, produjese o no energía.

«Lo novedoso del gobierno de Macri no es que el poder político sea utilizado para beneficiar a los que viven de la prebenda. La novedad reside en que un miembro del capitalismo prebendario ahora ejercita el poder político»

Durante los años en que el capitalismo prebendario acrecentó su poder económico, la política tuvo estrategias y modos propios. Quienes ejercitaban el poder – militares o civiles – no eran capitalistas prebendarios. Esto es lo que ha cambiado en el último año. Lo novedoso del gobierno de Macri no es que el poder político sea utilizado para beneficiar a los que viven de la prebenda. La novedad reside en que un miembro del capitalismo prebendario ahora ejercita el poder político.

Al igual que sucedió con el estanciero, el prebendario hace uso de las habilidades que antes le permitieron acumular fortuna. Como se trata de un descuidista, un pungista a mayor escala, utiliza la estrategia del “si pasa pasa”. Intenta el robo esperando que no sea advertido, sabiendo que si es descubierto sólo debe esperar el próximo descuido. No dosifica los intentos de apropiación porque sabe que mientras mayor sea su número, más probabilidades existen de que alguno no sea advertido. Lo mueve la voracidad y la urgencia porque – a diferencia del estanciero que producía riqueza – tiene conciencia de que es un depredador que a la larga será descubierto.

El soborno ahora se dirige a sus aliados políticos a quienes les facilita cargos, y a otros capitalistas prebendarios a quienes les concede beneficios extraordinarios. El electorado, como última instancia de control, le preocupa relativamente poco porque de su experiencia en la obra pública fraudulenta y mal ejecutada ha aprendido que lo importante no es lo que se hace, sino lo que parece que se hace.

*Por Hugo Seleme

Palabras claves: capitalismo, Juan Manuel de Rosas, Mauricio Macri

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