Un soldado en la trinchera de la memoria y la palabra

Un soldado en la trinchera de la memoria y la palabra
28 diciembre, 2016 por Redacción La tinta

«Eduardo Galeano, un ilegal en el paraíso» es un libro-homenaje que se aleja de los lugares comunes del género.

“Creo que Eduardo Galeano, un ilegal en el Paraíso” es un diálogo de sus colegas más jóvenes con el Galeano periodista. De este modo resume Roberto López Belloso, periodista y poeta uruguayo, el libro del que es editor y que reúne trabajos de José Luis Novoa, Sabrina Duque, Alex Ayala Ugarte, Claudia Antunes, Daniel Gatti, Mónica Ocampo, Ana Artigas, Andrés Colman Gutiérrez, Joseph Zárate y Federico Bianchini más introducciones a cada uno de sus partes de Elena Poniatowska, Sebastiao Salgado y Joan Manuel Serrat. Lejos de la retórica laudatoria que es común en los libros-homenaje, éste traza un perfil del escritor y se lanza a revisitar espacios, conceptos y obsesiones de Galeano, el hombre que de chico quiso ser santo o futbolista, pero que, como él mismo dice, terminó siendo “un escritor obsesionado por la memoria”.

En este libro referido a Eduardo Galeano tuvo que ver la Unasur, ¿no es así?

galeano-5-Sí, la Unasur tuvo la idea de hacerle un homenaje a Eduardo. Querían hace un libro y me propusieron ser el editor. A partir de allí comenzamos a ver cuáles podían ser los caminos para llegar a este resultado. Fueron muy flexibles y de inmediato se mostraron muy abiertos a las propuestas que les hice. Ese fue el impulso inicial para que el libro se pudiera concretar. Tuve la convicción de que no podía ser solamente un libro tradicional de homenaje, ni un libro para que quedara en el marco de una institución. Tenía que ser coeditado con una editorial y esa editorial tenía que ser la que publicó toda la última obra de Eduardo, Siglo XXI. Se mostraron también muy proclives a dar ese paso porque para que realmente fuera un homenaje a Eduardo tenía que estar al alcance de sus lectores, no podía ser de otra manera.

El libro está dividido en tres partes, cada una de las cuales se anticipa a través de tres textos; el primero, de Joan Manuel Serrat, el segundo, de Sebastiao Salgado y el tercero de Elena Poniatowska. ¿Cómo se concibió esa estructura y sus diferentes partes?

-Yo quería en primer lugar que pusiéramos el acento en la persona de Eduardo. Por eso en la primera parte está el perfil, está su definición más buscada por él que es la de “sentipensante” (este concepto figura en El libro de los abrazos y Galeano se lo escuchó a los pesadores de la costa colombiana) y está el fútbol, que era una de sus características que más definían su personalidad fuera de lo literario y lo periodístico. Él era un gran apasionado del fútbol y me parecía que esas características eran las que lograban definir a la persona y tenían que estar juntas en la primera parte. La segunda,  para mí es la esencial en la propuesta del libro. Se propone revisitar aquellos temas que habían sido como obsesiones de Eduardo a lo largo de toda su obra.

Me parecía interesante ver qué pasaba con esos asuntos cuando eran sometidos a la mirada de periodistas que no lo conocieron, que son de una generación muy diferente y que forman parte de lo que a grandes rasgos podríamos llamar la camada de periodistas surgidos de la crónica latinoamericana o del periodismo narrativo latinoamericano actual. La tercera parte es un poco la caja de herramientas que Eduardo usó para acometer esos temas. Me pareció que esas tres avenidas podían confluir en mostrarnos cómo era él.

El editor es alguien que trabaja desde la oscuridad, un personaje por el que el común de la gente no se pregunta, como si los libros nacieran ya con el formato que tienen cuando salen a la venta. Vos, en cambio, estás muy presente. Tus acotaciones no son meros llamados a pie de página, sino que tenés intervenciones en cada artículo. Además, también escribiste. ¿Fue una decisión tomada a priori?

-Sí, porque lo que yo quería y lo hablé con los autores, era que cuando abordaran, por ejemplo, el tema de los mineros bolivianos hoy, no tuvieran que preocuparse sobre cómo aparece ese tema en la obra de Galeano, porque de esa forma corríamos el riesgo de perder el foco del libro. A mí me interesaba mucho saber cómo un periodista que vivió en Bolivia y que tiene 30 años visita los mismos lugares en que estuvo Eduardo, refleja periodística y narrativamente esos lugares. Lo que hacen los autores son sutiles vínculos con su obra. Por ejemplo, usar el estilo viñeta en el caso de Bolivia, parafrasear algunas cosas de Fútbol a sol y sombra en el capítulo destinado al fútbol. Salvo en el caso de Paraguay en que el autor eligió hacerlo así, no hay en quienes escriben una labor de glosa de la prosa de Galeano. Para que pudieran trabajar con toda libertad, acordamos que iba a haber notas del editor que remitieran a su obra. Esa es la misión que cumplen las notas, que el autor pueda estar lo más libre posible al revisitar los temas de Galeano.

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Hay capítulos que son muy fuertes, como el de los hijos de los desaparecidos y el de los hijos de los represores.

– Sí, son temas fuertes que, sobre todo en Uruguay, van a tener mucho impacto porque allí hay temas que todavía tabú al respecto. En Argentina hay una elaboración mucho más profunda de la dictadura, de la represión, de cómo los hijos de los represores asimilan el tema de lo que hicieron sus padres a veces negándolo y, otras veces, incorporándolo. En Uruguay es un tema no explorado. Algo que me hubiera gustado mucho es que Eduardo hubiera podido leer el libro, que hubiera podido ver cómo sus jóvenes colegas miran esos temas que él miró durante toda su vida. Me hubiera gustado que conociera cómo se trata hoy el tema de las mujeres de los mineros bolivianos.

Me parece algo importante del libro el hecho de que retome su aspecto de periodista. Tengo la sensación de que en la Argentina es considerado más como escritor que como periodista, una diferencia que no debería existir pero que de hecho existe.

-Sí, es verdad, a pesar de que es en Argentina donde elabora su proyecto periodístico más logrado que es Crisis. Nosotros no sólo quisimos poner el foco en el Galeano periodista, sino que para hablar del Galeano escritor deberíamos haber convocado a otros autores y también tendría que haber sido otro el editor porque nuestro vínculo central con él es a través del oficio que tenemos. No somos críticos literarios, somos periodistas e intentamos hacer un periodismo narrativo.

Pero vos también sos poeta.

-Sí, es verdad, soy poeta.

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Por lo menos en la Argentina, los que pusieron las piedras fundamentales del periodismo fueron los escritores. Y en un momento como este en que lo noticioso queda a cargo de la televisión y las redes sociales, creo que hay que repensar qué función deben cumplir los periodistas gráficos que escriben en un diario o una revista que quizá debería ser el periodismo narrativo y el periodismo de análisis y opinión. El libro homenaje a Galeano también es importante por eso, porque muestra una forma de hacer periodismo que no está desconectada de la escritura literaria.

-Sí, creo que sin ninguna duda Eduardo fue de los nombres más renovadores y fundacionales del periodismo narrativo latinoamericano. Él, Walsh, García Márquez son los grandes nombres del periodismo latinoamericano de los años ’60 que corre en paralelo con el nuevo periodismo estadounidense. Pero ellos de dan algo que es propio de aquí.

¿Cómo se eligieron los participantes del libro? Entre ellos hay un argentino muy joven que es Federico Bianchini.

-Traté de elegir a aquellos que en cada uno de los países a que pertenecen trabajan de manera más comprometida con el periodismo narrativo para que el libro tuviera una unidad de estilo sin que hubiera que forzarlo desde la edición. En la propia elección de los autores estuvo la definición del estilo del libro. Me fijé en quienes escribían en revistas como Gatopardo, Etiqueta Negra, El malpensante, medios que son la columna vertebral del periodismo narrativo en América Latina o en gente vinculada a la Fundación Nuevo Periodismo vinculada a García Márquez.

Vos lo conociste a Galeano y lo entrevistaste. ¿Cómo era tu relación con él?

-No éramos amigos de irse de copas y hacerse confesiones. Sí teníamos una relación laboral que durante por lo menos cinco años fue muy frecuente cuando yo era jefe de Redacción de Brecha y el estaba en el Consejo Editor del semanario. Nos unía una corriente de afecto y de simpatía que no llegaba a esa cosa fuerte, poderosa que es la amistad.

¿Cómo era en el trabajo?

-Muy sencillo no sólo en su forma de ser sino también en la materialización de esa forma de ser. Era muy simple en el vestir, andaba en taxi porque no tenía auto, no tenía celular. Se preocupaba mucho por mantener un perfil lo suficientemente bajo como para que nunca estuviera encima de la mesa que él era Galeano. Intentaba que su opinión fuera una opinión más dentro del Consejo Asesor del semanario. Estaba permanentemente de buen humor. Prefería hablar de perros y de fútbol antes que de política y literatura, hablar de los temas más comunes de los que uno puede charlar con un amigo en un bar antes de que de los temas que se supone que le interesan a una figura de la literatura, sobre todo de la literatura comprometida latinoamericana.

Los periodistas de la generación de Galeano son un poco los padres fundadores, la generación de Marcha, donde estaban los grandes nombres del periodismo uruguayo. Todos eran próceres con gran sentido del humor. Eduardo tenía un gran sentido del humor que no perdió nunca. Vivía imitando a Borges y a Onetti en su manera de hablar, en sus ocurrencias.

*Por Mónica López Ocón para Tiempo Argentino.

Palabras claves: Eduardo Galeano

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