Miedo al ridículo

Miedo al ridículo
23 diciembre, 2016 por Redacción La tinta

«Me lo contó un facho» censurada.

Algoritmos que funcionan de manera automática hacen posible que personas con tiempo libre e ideas fascistas se pongan como objetivo «voltear» fanpages de distintos medios de comunicación. Me lo contó un facho cayó en la volteada y no es la única. La sensación de verse expuestos, el mandato de silencio sobre ciertos temas, y una modalidad poco clara de la red social para resolver los reportes de infracciones de sus «normas comunitarias» hacen de la censura una práctica sencilla.

No es disenso, no es intolerancia. O al menos no en tal medida como lo es el miedo al ridículo. Se cuentan por decenas los mensajes privados que llegan, cargados de odio e insultos, pidiendo que se elimine tal o cual publicación.

A quien no conozca la página, le contamos que comenzó como una especie de broma en sí misma, emulando la lógica de las del tipo de Me lo contó un tachero y tantas más, en la que simplemente se subían placas con frases normalmente esgrimidas por «fachos», al estilo «Algo habrán hecho», «Se embarazan para cobrar el plan», «No tienen para el revoque pero tienen DirecTv», etc.

Lo de las frases fue un chiste que quedó. Quedó como excusa para dar nuestras opiniones, porque detrás de un «algo habrán hecho» hay toda una serie de construcciones que el sentido común y otros actores, como los grandes medios, se encargan de solidificar y volver tangibles y reales para «la opinión pública», y que a nosotrxs nos gusta desmontar, repensarlas, cuestionarlas, molestarlas.

Y esta modalidad de publicar grandes frases «fachas» instaladas en el imaginario colectivo como puntapié para esgrimir nuestra voz, se volvió a su vez una excusa para atraer a un público, cada vez mayor, y poder difundir otras voces, las de las diferentes luchas, banderas y opiniones que arden en los distintos puntos de nuestra provincia, el país, y porqué no, el mundo.

Facebook, fuimos descubriendo con el tiempo y el diálogo con otros compañeros y compañeras de este mundillo virtual, es, entre otras cosas, una gran nube que tiene mucho de automático y algorítmico. Traduciendo:

Cuando se hacen denuncias por violar algunas de las «normas comunitarias» a las que uno accede al abrir una cuenta, no cuenta la veracidad de dicha infracción, nadie las comprueba, sino que de manera automática, cuando las denuncias son muchas, la publicación denunciada es censurada sin más. Y al acumular muchas publicaciones eliminadas, una página es dada de baja de manera definitiva. Es decir que funciona a fuerza bruta. Basta que muchos se pongan de acuerdo en otra página, en un grupo, o en un foro, y adiós página.

¿Qué molesta?

A partir de las publicaciones eliminadas se puede ir percibiendo qué es lo que más molesta a ciertos públicos. Son publicaciones de distinta índole. En primer lugar, están las frases en las que más expuestas se ven las personas. Parece ser que una cosa es esgrimir determinados «argumentos» en ámbitos en los que no habrá disenso, y otra es verse expuesto y contra-argumentado y -tal vez- ridiculizado.

En segundo lugar, las trifulcas partidarias y/o personalistas hacen mella en lo que disgusta a otrxs, y muchxs que ayer daban like y compartir a algún contenido que exponía a X político, parecieran enojarse y denunciar si es su propio político el «atacado» o expuesto.

Y finalmente, en las últimas semanas en nuestro espacio se vinieron exponiendo dos casos de acusados de violación sobre los que recibimos muchas sanciones y censuras: los de el cantante de El otro yo, hoy preso, Cristian Aldana, y el del riojano hijo del candidato a gobernador, José Simán.

Una red social es un mundillo aparte, no es la realidad, pero puede servir para difundirla, para contra-comunicar, para expresar y hacer expresar voces que en otros ámbitos son silenciadas. Y una red social debería garantizar, aún dentro de las normas que quiera hacer cumplir, la plena libertad de expresión de los diversos actores. Pero no vamos a esperar nada de eso a esta altura.

Sabemos que hay contenido que molesta, pero también sabemos que existen grupos y foros dentro del mismo Facebook y fuera de él, en los que pibes y pibas se organizan para hacer este tipo denuncias, garantizando de esa forma la masividad, lo que a su vez garantiza la efectividad del acto. Mientras hay jóvenes organizados para luchar, otros dedican su tiempo a estas cosas. Eso nos pone más tristes que perder tanto volumen de contenido, tanto tiempo dedicado, tantos seguidores, y sobre todo, un canal disponible y abierto para que los compañeros de distintos lugares de este país que lucha puedan expresarse.

Simplemente queríamos comunicarnos por este medio amigo que es La Tinta, contar nuestra situación actual, con la certeza de la pronta y renovada vuelta a los pagos facebookeros. Mientras tanto, la seguimos en Twitter.

Palabras claves: censura, medios comunitarios alternativos y populares

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