Llamemos a las cosas por su nombre: la Contrarreforma de Juri

Llamemos a las cosas por su nombre: la Contrarreforma de Juri
5 diciembre, 2016 por Redacción La tinta

Que vivan los estudiantes,
jardín de las alegrías.
Son aves que no se asustan
de animal ni policía,
y no le asustan las balas
ni el ladrar de la jauría.
Caramba y zamba la cosa,
que viva la astronomía.

Violeta Parra,
“Me gustan los estudiantes”

Si de nombrar a las cosas por su nombre se trata, todo el proceso sobre la Reforma Política del oficialismo de la Universidad Nacional de Córdoba, con el rector Hugo Juri a la cabeza, es la Contrarreforma al legado de la Reforma del 18′. Si se lee con atención entre los pliegues del entramado político, discursivo e ideológico del proyecto de Reforma Política y el contexto en el que se da, aparecen los objetivos contrarreformistas que se esconden tras la declaración ramplona de que “toda esta discusión es solamente para la elección del rector”.

Preguntémonos, para empezar, por qué un conjunto de actores políticos de la UNC, que históricamente se opusieron al modo de elección directa de las autoridades unipersonales, ahora apoyan sin fisuras el proyecto de Reforma Política. La respuesta la encontramos en la oportunidad histórica que han encontrado los contrarreformistas para diluir la presencia de la Universidad Pública en la sociedad argentina.

La Reforma Universitaria no sólo cambió formal, política y académicamente a la universidad, sino que impactó en las esferas social, cultural y política de toda la sociedad argentina.  Los cambios que persigue la Contrarreforma de Juri apuntan al centro del sistema público universitario. La Universidad Pública está en el horizonte de expectativas de la sociedad.  Una lectura simplista reduce su presencia a la posibilidad cierta que ofrece para la movilidad social ascendente. Pero, las condiciones de este imaginario social tienen su origen en los ideales reformistas de gratuidad, excelencia académica, ingreso irrestricto, vinculación con la sociedad y desarrollo científico y tecnológico. Por otro lado, la Universidad Pública ha sabido transmitir a la sociedad ciertos valores que son práctica cotidiana en sus claustros, tales como la democratización de los conocimientos, el cogobierno y el ejercicio de la ciudadanía política. Así, se ha erigido en un actor político cuya palabra es respetada y valorada, impulsando cambios sociales en un marco democrático. En pocas palabras, cuesta imaginar la sociedad argentina sin el sistema público de universidades que nos legó la Reforma del ’18.

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En realidad, es imaginable por los contrarreformistas locales. El proyecto de Reforma Política del rector Juri pretende llevar a su fin la tarea que encararon los contrarreformistas de 1918 o de los que reaparecieron durante la década infame y en las postrimerías del golpe de estado de 1955 durante el debate “laica o libre”. Siguen la línea del oscurantismo del onganiato y del golpe de estado genocida de 1976 -vale aclarar, sin sus métodos-. Y son los discípulos más destacados de los contrarreformistas noventistas y neoliberales apañados por el Banco Mundial y el FMI.

El proyecto de Reforma Política del rector Juri pretende llevar a su fin la tarea que encararon los contrarreformistas de 1918 o de los que reaparecieron durante la década infame y en las postrimerías del golpe de estado de 1955 durante el debate “laica o libre”. Siguen la línea del oscurantismo del onganiato y del golpe de estado genocida de 1976 -vale aclarar, sin sus métodos-. Y son los discípulos más destacados de los contrarreformistas noventistas y neoliberales apañados por el Banco Mundial y el FMI.

El contexto político nacional está en línea con los contrarreformistas, quienes están convencidos de que ha llegado su hora. En apenas un año de gobierno el macrismo no ha cesado en su ataque contra la Universidad Pública, demorando -y no reabriendo- las paritarias, recortando el presupuesto para investigación, extensión, provisión de cargos y los gastos diarios, dando de baja del PROGRESAR a decenas de miles de estudiantes de los sectores populares y clausurando decenas de convenios de vinculación con la sociedad. Los objetivos de un presidente que critica la creación de nuevas universidades y de un Ministro de Educación que le dice a la aristocracia industrial que él es un gerente de recursos humanos, son recortar el presupuesto para destinar los fondos a la timba financiera, colocar a la Universidad Pública al servicio de los poderosos y borrar del horizonte de expectativas de las mayorías el derecho a la educación superior.

"No me paro acá como ministro de Educación, me paro como geren…

El ministro de Educación, Esteban Bullrich, admitiendo pública y cínicamente, para quien trabaja y qué entiende por Educación, en el marco de la 22º Conferencia Industrial Argentina. Del creador de "esta es la nueva Campaña del Desierto pero no con la espada sino con la educación”, llegaaaaa: "No me paro acá como ministro de Educación, me paro como gerente de Recursos Humanos".

تم نشره بواسطة ‏‎La tinta‎‏ في 23 نوفمبر، 2016

En apenas un año de gobierno el macrismo no ha cesado en su ataque contra la Universidad Pública, demorando -y no reabriendo- las paritarias, recortando el presupuesto para investigación, extensión, provisión de cargos y los gastos diarios, dando de baja del PROGRESAR a decenas de miles de estudiantes de los sectores populares y clausurando decenas de convenios de vinculación con la sociedad.

El rector Hugo Juri no ha dudado mucho en encolumnarse tras estas políticas, cuestión que coronó hace unos días al sumarse al elenco de intelectuales orgánicos del macrismo. Haciendo honor a su nuevo antecedente, ofrece la UNC como banco de pruebas a los cambios que pretende impulsar el ejecutivo nacional. En efecto, el proyecto del rector Juri se da en paralelo a la reforma académica que sostiene con ahínco. En un lugar central de la página de inicio de la UNC se encuentra el link “Educación Superior. Espacio de reflexión camino a la reforma” (res.unc.edu.ar). Al explorar el sitio, se encuentra recurrentemente la pregunta “cómo formar profesionales” (¿y dónde queda la formación de investigadores, cientistas sociales y artistas?), en el marco de los objetivos propuestos de encontrar las “herramientas de gestión que permitan generar un cambio de paradigma en el sistema universitario argentino” (¿que deje de ser público, gratuito y con ingreso irrestricto?), reconociendo que “el núcleo del asunto está en preguntarnos cómo podemos mejorar los rendimientos” (¿de qué tipo? ¿Acaso de la plusvalía empresarial?). La solución mágica es que las universidades deben formar “cuadros técnicos y profesionales para fortalecer el tejido productivo” y “que aprendan a adaptarse a la multiculturalidad” de un mercado globalizado (¿en qué lugar queda el mercado interno y las demandas sociales de nuestro país y de la región?); que sean capaces de manejar “el trabajo en equipo, y en segundo lugar, la capacidad de tratamiento de conflictos” (¿acaso se refieren a que los profesionales que egresen de la UNC deben tener las competencias para desactivar huelgas?); incorporando “una serie de competencias genéricas que se pretende que los profesionales adquieran, para poder competir con mayor eficacia en los mercados laborales” y propiciando las “habilidades y aptitudes para desarrollarse con éxito frente a las exigencias del mundo actual” (lamentablemente, me quedé sin más preguntas…)

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Mónica Marquina, directora ejecutiva del Programa de Calidad Educativa de la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) de la Nación e invitada especial a las jornadas que organizó el rector Juri, opinó que “hemos presentado una de las principales políticas que se van a encarar desde la SPU y que es la instalación progresiva de un sistema nacional de créditos universitarios. (…) Venimos a apoyar el proceso que la UNC ya está desarrollando y que coincide con el proceso que se va a encarar a nivel nacional y que próximamente será anunciado”. Teniendo en cuenta semejante apoyo del ejecutivo nacional, ¿acaso puede seguir sosteniéndose ingenuamente que la Reforma Política sólo se trata de “la elección del rector”?

Algunas políticas que ha encarado el oficialismo actual son consecuentes con la línea de acción política contrarreformista. Por caso, la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la UNC ya ha adelantado algunos cambios en la asignación de recursos para el año 2017, que no son más que un recorte inmenso al desarrollo de la ciencia y la investigación. En esta misma línea de recorte presupuestario, la UNC aún no ha liquidado los fondos de los subsidios de extensión, evaluados a principios de año y aprobados en agosto ultimo.

Por otro lado, el rector Juri no solo ha reactivado el Consejo Social Consultivo sino que pretende incorporar a sectores empresariales de perfil neoliberal al Consejo Superior. De aprobarse la Reforma Política, será la autonomía universitaria la que se vea avasallada. Si hace casi cien años se expulsó al clero de la UNC, Juri pretende sentar en el Consejo Superior a poderosos lobbystas que diseñarán las políticas de la universidad para su propio beneficio. Supongamos que el lobbysta de Monsanto y decano de la Facultad de Ciencias Agropecuarias, Marcelo Conrero, lograra sentar en el Consejo Superior a un representante de esa multinacional, toda acción académica, extensionista y de investigación que afecte los intereses de Monsanto serían vetadas. Esto supone el diseño a medida de planes de estudio, la designación de docentes-friendly o la manipulación de las políticas de investigación.

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Un aspecto perverso de estas políticas ha sido la estrategia empleada por el oficialismo de la UNC. Haciendo uso de la praxis política de la derecha contemporánea, ubicada en las antípodas de la Reforma del ’18, pretende el disciplinamiento de las mayorías, que se muestra aparantemente desideologizada en lo discursivo y que hace un uso apabullante de los medios de comunicación para instalar consignas sin contenido y estigmatizar a la oposición. El caso paradigmático es el de la construcción del sentido sobre la democracia. Ésta se ha convertido en un significante vacío y los contrarreformistas han logrado cierta hegemonía sobre lo democrático. Cuando el rector Juri dice por Cadena 3 “la educación pública se defiende con el funcionamiento de la democracia”, nadie puede estar en desacuerdo. La cuestión es que la democracia es lo que él quiere que sea según los intereses que persigue, esto es, aprobar su Contrarreforma.

Cada paso de este proceso ha ido en ese sentido. La obstinación por no debatir es elocuente, encerrándose dentro de los claustros y apelando a la institucionalidad. Los contrarreformistas han estado siempre de espaldas a la comunidad universitaria y a la sociedad toda. Sino, ¿cómo se entiende que la nueva convocatoria a Asamblea Universitaria sea un día laborable, cuando ya ha finalizado el año académico y las aulas están completamente vacías, a treinta kilómetros de la Ciudad, en medio del campo y en el lugar donde el lobbysta de Monsanto se siente patrón de estancia? Cuando se lee la resolución rectoral, la cual mantiene el temario original de reforma sobre el modo de elección de las autoridades y de la inclusión de miembros extrauniversitarios al Consejo Superior, salta a la luz la mentira descarada de su pronuncimiento público en los medios de comunicación de que sólo se trataría la elección directa. El debate, para Juri & Cía, se ha reducido a inundar las redes sociales con frases desflecadas y pronunciamientos que fingen meditaciones profundas. Cuando la interpelación de la oposición se hizo más potente, apelaron a la estigmatización y deslegitimación. Acusan de antidemocráticos y violentos a quienes siguen la praxis de la Reforma (recuerdo que la Reforma del ’18 se inició con la interrupción de una Asamblea Universitaria para elegir rector, el 15 de junio de 1918). Destilan su odio a la movilización de estudiantes, egresados, docentes y nodocentes. Recurren a la burocracia de manual. Los decanos oficialistas confían en la rosca de la cúpula, sin bajar la información a sus comunidades. Cuando se mostraron cuitados, no lograron zafar del deber de asistir a los espacios de debate organizados por la oposición. El punto cúlmine -hasta el momento-, es la repudiable comparación entre los estudiantes que tomaron el Pabellón Argentina para impedir la Asamblea Universitaria con el Ku Klux Klan, pronunciada por el rector Hugo Juri. Y todo ello amplificado hasta la saturación por los medios hegemónicos de la provincia.

La obstinación por no debatir es elocuente, encerrándose dentro de los claustros y apelando a la institucionalidad. Los contrarreformistas han estado siempre de espaldas a la comunidad universitaria y a la sociedad toda. Sino, ¿cómo se entiende que la nueva convocatoria a Asamblea Universitaria sea un día laborable, cuando ya ha finalizado el año académico y las aulas están completamente vacías, a treinta kilómetros de la Ciudad, en medio del campo y en el lugar donde el lobbysta de Monsanto se siente patrón de estancia?

En buena medida, y cumpliendo el mandato de repetir la historia ya no como tragedia sino como farsa, los contrarreformistas cordobeses han reencarnado a la Corda Frates, ese círculo reaccionario de docentes que por todos los medios posibles intentó desprestigiar la movilización estudiantil y sostener el status quo. Pero, lo que aún desconocían los miembros de la Corda Frates es que su espíritu contrarreformista iba en contra del sistema público universitario y el inmenso valor que tiene para la sociedad argentina que se desarrollaría a lo largo de un siglo. El rector Hugo Juri, por el contrario, es consciente de ello y sabe que podría pasar a la historia con su Contrarreforma. Personalmente, preferiría seguir recordándolo como el ministro ajustador de de la Rúa.

Por Federico Sammartino para La Tinta
*Profesor de Análisis Compositivo de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba.

Palabras claves: Hugo Juri, Reforma universitaria, UNC

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