El mismo amor, las mismas luchas

El mismo amor, las mismas luchas
15 noviembre, 2016 por Redacción La tinta

La Marcha de la Diversidad ya es una institución, una fiesta pero también un acto político. Estuvimos en la Marcha por la Diversidad en Montevideo y en la Marcha del Orgullo y la Diversidad en Córdoba. Cómo se vive la misma movilización a más de 900 kilómetros de distancia.

El viernes 30 de septiembre, alrededor de 65 mil personas avanzaron por la avenida principal de Montevideo desde la Plaza Independencia hasta la Explanada de la Intendencia. En Córdoba fue el sábado pasado, cuando 30 mil personas comenzaron a marchar desde el Parque Las Heras y finalizaron en dos lugares: la columna “oficial” en la ex plaza Vélez Sársfield, y otra “independiente” que terminó en Plaza de la Intendencia.

 A primera vista, las diferencias entre ambas marchas son claras.  En Montevideo se nota la presencia del Estado por lo menos en lo económico, toda la avenida principal tenía colgadas banderas de la diversidad en las columnas del alumbrado público, donde el día anterior había publicidades de McDonald’s. Un presupuesto suficiente como para iluminar los enormes edificios a lo largo de la avenida 18 de Julio con los colores de la bandera de la diversidad. Pero no se quedaron ahí: transmisión en vivo con pantalla gigante frente al escenario en el que se intercalaba lo transmitido desde un estudio de televisión y lo que los drones capturaban de las calles montevideanas; presentadores varón, mujer y trans en el escenario y un móvil en vivo desde la marcha contando todo lo que pasaba.

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Más allá de esas diferencias, tienen muchas cosas en común. Camiones gigantes con un Dj y gente bailando arriba y abajo, disfraces y colores por todos lados. Una celebración que convoca no sólo a la comunidad LGBTTTQIP, que afirma orgullosa su identidad, sino también a la comunidad que no se siente representada con la heteronormatividad imperante. Miles de personas acá y allá demostrando que la libertad, la alegría y las calles no son propiedad privada de nadie.

Las calles pintadas

Lo que sucede en Montevideo es que la Municipalidad, a través de la Secretaría de la Diversidad, promovió por noveno año consecutivo el mes de septiembre como el Mes de la Diversidad. Desde ese lugar, organizó y apoyó una amplia agenda de actividades incluyendo la Marcha. El apoyo estatal se nota por los logos de la Intendencia en todas las banderas de la avenida, el logo del Ministerio de Desarrollo Social en los folletos, los anuncios desde el escenario de que varios Ministerios habían declarado a la marcha “de interés” y el actual intendente Daniel Martínez en primer plano en la pantalla gigante.

Las organizaciones encargadas de pensar y llevar a cabo las actividades reconocen la oportunidad y se alían a quienes desde el Estado y los partidos defienden las mismas políticas, lo que no implica un apoyo explícito al gobierno del Frente Amplio. Con la lectura del documento final en el que se articulan posiciones contrarias a las del gobierno actual, queda claro que no es una marcha oficial.

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En Córdoba los aportes vinieron desde la Fundación AHF -filial de Aids Healthcare Foundation que lucha contra el SIDA-, Cultura de la Nación, varios diputados y diputadas, pero más que nada desde los integrantes de la organización y de un festival que armaron para recaudar fondos. El Gobierno Provincial y Municipal la declaró de interés pero no destinó dinero.

Ahora bien, a la hora de escuchar el documento final de ambas marchas o revisar las consignas la diferencia no es tan clara.

Mientras Córdoba exigió: «Modificación de la ley de VIH, hepatitis virales, ITS, SIDA», «Inclusión laboral y sanitaria plena para personas trans», «Derechos laborales para lxs trabajadorxs sexuales», «Basta de violencias y crímenes de odio hacia las identidades diversas y disidentes», “Justicia para Laura Moyano» y «Educación en la diversidad: aplicación de la ESI». Montevideo expuso: “Estamos festejando, pero no sólo eso. Estamos acá porque no somos indiferentes a las prácticas y discursos que todos los días nos violentan explícita e implícitamente. Luchamos porque la sociedad está configurada de tal manera que todo aquello que no cumple con ciertas reglas, es excluido sistemáticamente”.

En el escenario de la capital uruguaya hicieron referencia a que no se permiten las muestras de afecto públicas entre varones gays y que las mujeres lesbianas son invisibilizadas, esto recuerda a lo que le pasó a dos jóvenes por besarse en la Plaza Colón. Allá también existen otras Lauras Moyano cuando dice: “Porque las personas trans seguimos siendo excluidas y violentadas en la cotidianidad, porque se nos niega e invisibiliza nuestra identidad”. Y mientras acá pedimos la real aplicación de la ESI -Ley de Educación Sexual Integral- allá gritan: “Luchamos por el derecho integral a la educación, no solamente a la posibilidad de acceder a ella, sino a permanecer y transitar en el sistema educativo sin miedo. La educación debe ser inclusiva, diversa y de calidad para todas las personas. No hay laicidad sin diversidad”.

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Los mismos reclamos, ¿y el Estado?

Las consignas políticas de cada marcha parecen decir lo mismo con otras palabras: en Córdoba «Ni un paso atrás, sigamos construyendo igualdad”; en Montevideo “Discriminar también es violencia, que no te gane la indiferencia”. Entonces, si acá la Marcha es en gran parte independiente en cuestiones económicas y allá el Estado destina fondos para organizarla, ¿cuál es el ideal? En ambos casos exigimos lo mismo y sufrimos el mismo dolor, entonces ¿la solución no es el respaldo del Estado?

Montevideo dijo: “No negamos los avances en materia de derechos, pero éstos son tan sólo el piso. Tengamos cuidado, mucho cuidado. El conservadurismo racista, machista, elitista y homo-lesbo-trans-fóbico sigue presente. Hace unos días un ex militar nos amenazaba diciendo «comenzamos a volver», explicitando fuerte y claro que la impunidad reina aún en muchos sentidos y continúa habilitando estos discursos que se presentan con plena comodidad y tranquilidad”. Parece que hablara de Córdoba o de Argentina.

Si acá la Marcha es en gran parte independiente en cuestiones económicas, y allá el Estado destina fondos para organizarla, ¿cuál es el ideal? En ambos casos exigimos lo mismo y sufrimos el mismo dolor, entonces ¿la solución no es el respaldo del Estado?

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No nos conformamos con el discurso de la tolerancia. No queremos tolerar, ni ser tolerados ni toleradas. Queremos ser reconocidos y reconocidas. Esta es la base para una sociedad más justa e igualitaria.

Entonces la Marcha acá y allá, es una de las pocas donde se festeja nuestra existencia y con orgullo nos negamos a normalizar nuestros cuerpos y placeres, y dejamos en claro que es una marcha política -no hay que perder eso de vista cuando siempre intentan correr al género y a la sexualidad de lo político, dejándolo solo para el ámbito privado-.

Tanto allá como acá “no nos conformamos con el discurso de la tolerancia. No queremos tolerar, ni ser tolerados ni toleradas. Queremos ser reconocidos y reconocidas. Esta es la base para una sociedad más justa e igualitaria. Luchamos porque el cambio social y cultural depende de todas y de todos, y lo conquistamos todos los días. Luchamos porque una sociedad mejor es posible, porque juntas y juntos podemos hacer un mundo mejor”, la respuesta sigue siendo organizarnos desde abajo para ir deconstruyendo y sentando las bases de una sociedad diferente en serio.

Fotos: Barullo y Colectivo Manifiesto.

Palabras claves: Géneros, LGBT, Marcha del orgullo y la diversidad, Uruguay

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