El genocidio Selk’nam

El genocidio Selk’nam
4 noviembre, 2016 por Redacción La tinta

Los Selk’nam habitaban la Isla Grande de Tierra del Fuego desde el 10.000 AP., y veinte años después de los primeros contactos, a finales del siglo XIX, de los más de 5.000 selk’nam quedaban menos de 200, recluidos y sometidos al trabajo forzado en las estancias de los terratenientes.

 

Mientras Fernando de Magallanes navegaba, en 1520, el estrecho que luego llevaría su nombre, divisó desde su embarcación y en la oscuridad absoluta de la noche austral una inmensa extensión de tierras y bosques, salpicadas por un sinnúmero de fueguitos. Haciendo gala de la originalidad que caracterizó siempre a los conquistadores españoles, bautizó a esas tierras desconocidas “Tierra de los Fuegos” (actualmente Tierra del Fuego).

Los fueguitos que encandilaron a Magallanes no eran otra cosa que los grandes fogones en los que los diversos grupos Selk’nam se abrigaban de las heladas noches del “fin del mundo”, y la tierra desconocida que bautizó el adelantado estaba habitada por éstos desde hacía aproximadamente 10.000 años.

Los Selk´nam (mal llamados “Onas”) eran una cultura de cazadores/recolectores, “neolíticos” a ojos europeos, poseedores de una antigua y rica cultura. Tan rica y desarrollada, que con sus vecinos balseros, los Yaganes, la otra gran etnia de la Isla, no compartían herencia genética, idioma, organización social ni cosmogonía. No conocían la propiedad privada, las jefaturas hereditarias ni la esclavitud. Basaban su subsistencia en el aprovechamiento minucioso de la ecología de su entorno, y su existencia giraba en torno al seguimiento de las grandes manadas de guanacos, principal fuente de alimento, vestimenta y utensilios. La adaptación de los Selk’nam a su entorno les permitió subsistir milenios sin modificar su forma de vida.

Si bien se conocen testimonios de viajeros y exploradores que tuvieron contacto esporádico con los Selk’nam antes de la década de 1880 (Charles Darwin y el perito Francisco Moreno entre ellos), es en estas fechas cuando los contactos se hacen regulares: será el principio de un final estrepitoso que en 20 años acabó casi por completo con una cultura milenaria.

selknam-pueblos-originariosEl principio del final

Desde las décadas finales del siglo XIX la Isla Grande de Tierra del Fuego recibirá, con el auspicio de los estados de Argentina y Chile, diversos personajes provenientes de Europa. Estos embajadores de la “civilización” y el “progreso” occidentales arribarán a las inhóspitas tierras del extremos sur del continente americano seducidos por las noticias de oro, las promesas de tierras disponibles para el osado que se atreva a reclamarlas, o motivados por el cristiano propósito de salvar almas en tierras salvajes.

Todo parece indicar que la labranza de tierras incultas requería un esfuerzo y una paciencia inaceptable para espíritus ansiosos por ganancias rápidas, y la posesión de tierras por los colonos redundó en la cría de ganado ovino, apto para desarrollarse en el clima y la ecología fueguina, que podían ser aprovechados tanto su lana como su carne, y con las facilidades portuarias necesarias para insertarse rápidamente en el mercado internacional. Desde 1883 comenzarán a afincarse las primeras explotaciones ganaderas de Tierra del Fuego.

El gran terrateniente José Menéndez llevará adelante una verdadera industria del ganado ovino. Como señala el historiador español José Luis Alonso Marchante en su libro “Menéndez, rey de la Patagonia”, familias como los Menéndez y sus competidores y posteriormente socios, los Braun, fueron parte fundacional de la Sociedad Rural de Tierra del Fuego y propietarias de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego, que llegaría a tener 1.376.160 hectáreas, 1.250.000 lanares que producían 5.000 millones de kilos de lana, 700.000 de cuero y 2.500.000 de carne anuales.

La cría de ovejas, y la industria que surgió a su alrededor traerán aparejadas grandes transformaciones en el espacio fueguino, modificando para siempre la vida de sus habitantes originarios.

selknam-tierra-del-fuego-exterminioUna libra esterlina

Los alambrados dividirán el territorio por el que siempre se habían movido los guanacos, y las insaciables ovejas devorarán los pastos de los que éstos se alimentaban. Por esta razón los guanacos se irán alejando paulatinamente hacia el sur de la Isla, a salvo de hombres y cercos, lo que será un golpe fatal para los Selk’nam, que dependían enormemente de la caza de este animal para su supervivencia.

Sumidos en el hambre y la desesperación, e ignorantes de la propiedad privada, los originarios comenzarán a cazar las ovejas, lo que no gustará nada a los terratenientes, que para controlar a los “ladrones” ofrecerán una libra esterlina por par de testículos o de senos, y media por par de orejas de niños, a quien se ofrezca a poner fin al problema. El poder que los grandes terratenientes y sus fuerzas tenían no sólo sobre el territorio fueguino, sino incluso sobre la vida y muerte de sus habitantes, era prácticamente total.

En el año 1888 se había establecido en la Isla Dawson la pimera Misión de los hermanos salesianos, con el propósito de evangelizar y civilizar a los salvajes. Pero los sacerdotes no tardarían demasiado en observar el trato cruel que los terratenientes y sus fuerzas dispensaban a los originarios, y horrorizados ante esta situación, acabarán por centrar su misión en la protección, la denuncia tímida de las atrocidades, y el amparo en las misiones. Los terratenientes contaban con que los salesianos “reubicarían” a los Selk’nam en sus misiones cuándo tomaban posesión de las tierras que estos milenariamente habían habitado. Por esta labor, la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego premiaba a la Misión con una libra esterlina por cada fueguino acogido. 1 libra esterlina (33 pesos actuales) era el valor de la vida de cada Selk’nam.

Los salesianos tampoco se abstendrán de montar sus propias estancias ganaderas, y utilizar a los fueguinos como mano de obra gratuita. Las Misiones acabarán por ser verdaderos campos de concentración, donde la depresión, las condiciones de vida y las enfermedades diezmarán a los Selk’nam a una velocidad que los fusiles Remington jamás hubieran alcanzado.

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Los últimos

El genocidio de los Selk’nam derivó de dos factores nodales: la necesidad de delimitación territorial del Estado Nacional (para lo cual se valieron sobre todo de estos “colonos”), y la implantación de lógicas de producción capitalistas, sobre todo a través de las estancia de ganado ovino y la industria que se desarrolló alrededor de ésta, y las modificaciones ecológicas que esta implantación impuso.

La imposibilidad de absorber como mano de obra a los originarios fue el argumento que utilizaban los terratenientes para justificar la reclusión en las misiones, y la necesidad de controlar los “robos”, la excusa para las matanzas. Pero la crueldad y el ensañamiento de los terratenientes no pueden explicarse fácilmente. Éstos poseían el control absoluto de las tierras, de los funcionarios estatales ( lo que les permitía hacer de su voluntad ley) y, sobre todo, una ideología de superioridad racial. Iba de la frenología a las adaptaciones sociológicas del evolucionismo darwiniano, y era atributo de las oligarquías nacionales en general (lo que las emparentaba con las europeas). Esta ideología les daba justificación y les quitaba remordimientos.

Si para 1891 (8 años después de la implantación de la primera estancia ganadera en Tierra del Fuego) la población Selk’nam se redujo a 2000 (menos de la mitad), para la primera década del siglo XX los Selk’nam, recluídos en las estancias en las que sus descendientes habían comenzado a trabajar desde niños por techo y comida, quedaban menos de 200. La mayoría de su cultura, incluso su idioma, estaba desaparecido. Aculturación obligatoria: en las misiones se los bautizó, cambiando sus nombres y asignándoles en muchos casos los apellidos de sus dueños, y se les impusieron nuevas costumbres. En las estancias se les prohibió hablar su lengua.

En 1966 moría, a los casi cien años Lola Kiepja, última persona viva nacida y criada en la cultura Selk`nam. Su testimonio fue preservado por la antropóloga francesa Anne Chapman, que pudo conservar en cintas y relatos el idioma, las canciones, las historias y los lamentos de una cultura que fue exterminada de forma deliberada.

Lola Kiepja murió en la pobreza, vendiendo por monedas sus tejidos de lana, viviendo de la caridad de los peones de estancia que le acercaban carne, y de las propinas de los turistas que se acercaban a su casita a tomarle una foto. Lola nuca quiso hablar el castellano más que lo necesario, y nunca pudo (o quiso) adaptarse al mundo que le impusieron Lola nunca dejó de sentarse por las noches al abrigo del fogón. Nunca pudo entender el desprecio y la crueldad. Lola Kiepja murió sabiéndose la última persona que vivió, en sus primeros años, a la manera Selk`nam.

 

*Por Cristian García Marquez para La Izquierda Diario.

Palabras claves: pueblos originarios, Selk'nam, Tierra del Fuego

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