Pequeño Wanchope Ilustrado

Pequeño Wanchope Ilustrado
28 septiembre, 2016 por Redacción La tinta

Tiene una canción de tribuna que lleva su nombre y periodistas porteños pidiéndolo para la selección. El cordobés de moda se llama Ramón Ábila, le dicen Wanchope y conquista no sólo por sus goles sino también por su personaje. Es que juega y declara de la misma manera, acorde a su máxima rectora: “miedo y plata nunca tuve”.

Confieso: me encanta Wanchope. O sea, sí, como delantero también. Pero me gusta, me seduce, me conquista, en el sentido de cómo ha venido a representar el cordobesismo -con perdón de la palabra- popular sin pasar como un animal de circo pero sin perder la chispa. O sea, me gusta cómo Wanchope Ábila nos representa a nosotros. Cómo responde, esquivando cada vez que puede la anemia del cassette futbolero repetido ad eternum, más hijo del periodismo falopa que de una pretendida incapacidad de palabra de los jugadores, aunque a veces ésta sea cierta.

Hace unos días, mientras Ramón todavía transpiraba la victoria de su Cruzeiro 2 a 0 sobre el América, una periodista le hizo una pregunta de esas que se sueltan para que el jugador empiece a hablar.

– ¿Hay un número de goles que quieras alcanzar esta temporada?

– No, no tengo metas. Voy a fazer lo que más se pueda. No tengo por qué ponerme límites, tengo para fazer muito mais.

Un segundo de pausa, un cambio de gesto. La sonrisa que anuncia la llegada de una chicana. Ahora el que pregunta es Wanchope.

– ¿Você se pone límites en su trabajo? -disparó el argentino.

– No, espero que no.

– Ahhh, bueno, hay que tener mentalidad superior. Nunca un límite. Los límites son para la gente que no confía en su trabajo.

Eso, escrito en un libro de Jorge Bucay, quizás pase desapercibido. Otra frase típica de autoayuda. Pero en un esmerado portuñol salido de la boca de un chico nacido en B° Remedios de Escalada nadando en el mar de sus carencias y que ahora, a los 26 años, acaba de llegar al fútbol brasileño e hizo 9 goles en sus primeros 11 partidos, la cosa cambia. Quiero decir: ¿cómo me va a convencer Bucay si nunca hizo un gol con 50.000 personas reventando el Mineirão? No, a mí me convence Wanchope.

Cordobés y monero

Lo interesante de Wanchope es que puede cambiar, gracias al torrente de sus goles y lo que de ello deriva, el paradigma del cordobés barrial como ese pokemon raro que habla gracioso y no tiene nada más interesante para decir. Un personaje listo para meterlo a la jaula de los monos en el zoológico, llevar a los nenes y decir: “Uy, mirá qué tierno, un cordobés”.

Una aclaración: no es que tengamos que quedar bien ante nadie ni que haya en el puerto algún poder supremo ante el cual haya que retocar la foto de nuestra idiosincrasia para hacerla mejor. Pero las estructuras massmediáticas del porteñismo salvaje y unitario construyeron una imagen del ser cordobés al que, con sólo verle la silueta, nos damos cuenta de que se parece demasiado a la Mole Moli. A fuerza de repetición y de lambadas torpes sobre el escenario mayor de la Nación -o sea, el programa de Tinelli- el gran público intuye que el cordobés es eso que hoy vemos mal representado en alguna de las novelas de la noche.

Ante esto, Wanchope encarna, no digamos el reverso, sino una versión más real. El muchacho de barrio que -al decir de la Mona Jiménez- no tiene horario cuando hay que cantar, menos ficcional, sin (mal) exagerar las marcas registradas de nuestra tonada. No vamos a decir que recita el Quijote de memoria ni que en Remedios de Escalada haya muchos estudiosos de Shakespeare. En todo caso se sabe de memoria la letra de “Paloma loca” de tanto haberla cantado en el Sargento Cabral. Pero evita la “culiadización”, Wanchope, tan cara a la mirada externa sobre lo cordobés. Esa que es la autopista más corta entre Córdoba y Buenos Aires.

Cuando salió del vestuario en aquella victoria de Cruzeiro frente al América, Wanchope plantó bandera ante los micrófonos.

– ¿Cómo está la ansiedad para las próximas convocatorias de la Selección Argentina? -le preguntaron.

– ¿Você me ve nervioso? ¿Ansioso? Fico tranquilo, amigo. Hay que fazer gols, después eso acontece solo.

A Wanchope no lo pone nervioso la Selección. En todo caso, si llega, será una alegría, un orgullo. Nervios o cagazo nunca. Es que en las calles de su infancia lo han transitado otros miedos más serios. Pero Wanchope tiene esa frase que es como un tatuaje, la frase que debería ir abajo del de la Mona: “Miedo y plata nunca tuve”. Así juega. Así habla.

Por: Gregorio Tatián (@GregoTatian)

Palabras claves: Brasil, Cruzeiro, Ramón Wanchope Ábila

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