Nada personal

Nada personal
14 septiembre, 2016 por Redacción La tinta

A un año del crimen de Laura Moyano, familiares de la víctima y organizaciones sociales denunciaron el escaso accionar de la justicia en torno al caso. Días más tarde, y por orden de Liliana Copello, fiscal de la causa, se realizaron allanamientos y la detención de cuatro personas sospechosas. Si el caso se resuelve, aún quedarán cuestiones pendientes.

El 25 de julio de 2015 fue encontrado el cuerpo sin vida de Laura Moyano, en una obra en construcción en Villa Allende Parque, con visibles marcas de golpes. La reacción no se hizo esperar: decenas de personas salieron a la calle a repudiar el asesinato. Sus vecinos y vecinas, su escuela, su villa y miembros de diversas organizaciones y partidos de izquierda levantaron su voz reclamando justicia.

Transcurrido un año del hecho, la hermana de Laura pedía que se le apareciera en sueños para brindarle alguna pista sobre su asesinato. Organizaciones sociales acusaron a la fiscal del caso de falta de voluntad en el avance de la investigación. Si bien la lucha feminista ha logrado instalar el femicidio en la agenda de los medios -aunque lo transformen en morbo mediático-, el travesticidio continúa invisibilizado o estigmatizado. Ambos comparten la falta de análisis de sus causas sociales.

laura-moyano-un-ano-fotografia-de-prensaSin dar demasiados datos, Liliana Copello se mostró convencida de que las personas detenidas eran los autores del crimen. En una entrevista realizada para Radio Universidad, dijo: “Sospechamos que fue algo personal. Tenían planeado atacarla, y lo hicieron”. Apuntó además a un supuesto “ajuste”. Luego de nuevo el silencio.

Si bien no salieron a la luz los móviles concretos que llevaron al asesinato de Laura, sí es notorio cómo, una vez más, se construye el crimen de una persona trans a partir de asuntos personales, y envuelta en acciones sospechosas. Abordar así el travesticidio esconde la subordinación sistemática a la que estas personas están expuestas por su género, durante toda su vida.

El crimen de Laura comenzó a gestarse mucho antes de ese 25 de julio. Y no porque alguna de esas cuatro personas detenidas lo haya planificado así. Sino porque el travesticidio es resultado de una cadena de violencias perpetradas por un sistema que no admite más que una división binaria (excluyente) entre los géneros. La construcción de una identidad que cuestiona el sentido dominante de la genitalidad, irrumpe, subvierte el orden. Y todo lo que salga de la norma tiene claras consecuencias que devienen en estigma, expulsión y blanco de violencias.

Según el Observatorio de Personas Trans Asesinadas (TMM por sus siglas en inglés, Trans Murder Monitoring) se registraron 2016 crímenes de personas trans y de género no binario entre 2008 y 2015, siendo el 78% de los casos en latinoamérica. Esto significa que sólo en este territorio una persona que escapa a la clasificación binaria de género es asesinada cada 44 horas. Sin contar que esta recolección de datos sólo se lleva a cabo en países que cuentan con algún tipo de monitoreo.

El asesinato de Laura no se cierra con hallar al autor material del crimen. Es un problema social convertido en asunto privado, velando las verdaderas causas. Que todas las personas trans sufran una cadena de violencias durante toda su vida, y que estén en constante riesgo de asesinato en la vía pública, con una promedio de vida de cuarenta años, es, definitivamente, un problema de orden público. Nada personal.
Foto: Fotografía de Prensa

Palabras claves: justicia, Laura Moyano, travesticidio

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