Bé éme

Bé éme
6 septiembre, 2016 por Redacción La tinta

Un jugador de Boca choca su auto -y con él, todo su mundo de aspiraciones- contra otros tres autos y contra su pasado. ¿Qué se rompió en el choque de Centurión además de su BMW?

centurionpistolaEstá tranquilo. Mira a la cámara y casi sonríe. Ricardo Centurión tiene una pistola en la mano y tiene pendejísimos 16 años. Y está, repito, tranquilo. En el requecho de Avellaneda donde nació nadie se va a andar cagando por sostener un fierro. Ni se va a imaginar que años después en una sala llena de periodistas uno le preguntará en otro idioma por esa foto. Le dirá que por qué un tipo como él se mete en una pieza con otro que tiene una cámara y uno de los dos posa sonriente mientras el otro -por suerte el de la cámara- gatilla. Un tipo como él que ahora tiene -¿o tenía?- un BMW. Un bé éme. Un tipo del barrio, el pibe de Avellaneda que llegó.

Centurión jugaba en Racing y ahora juega en Boca. En el medio, jugó en Italia y en el San Pablo de Brasil, hizo un gol que valió un campeonato y, en algún momento, se compró un bé éme. ¿Qué significa esa llave en el bolsillo de alguien como Centurión? Digo: la llave con ese logo, tan alemán, en el bolsillo de un pibe del primer cordón del Conurbano bonaerense. Es la activación de una fibra que viene de generaciones anteriores. De algo que se metió en los ojos de su mamá de tantos años de laburar en el Sheraton viendo que otros eran el sinónimo del éxito subidos a autos como esos. Eso que se hizo cromosoma y que, en lugares como Avellaneda, se cree que es lo más parecido a la salvación.

Y es ese auto en el que ahora choca a otros tres en el crónico umbral del reloj donde se cruzan los que se levantan muy temprano con los que se acuestan muy tarde. Y Ricardo Centurión no es de los que salieron temprano de la cama. Él todavía es sábado a la noche y los autos a los que choca están ocupados por gente que son domingo a la mañana. Entonces la escena es ésta: los conductores de los otros autos se bajan a putearlo, sus cinco amigos salen de su auto a la vereda y él, Ricardo Centurión, se queda agarrado al volante de las cuatro ruedas que representan su ascenso de alpinista social y que acaba de destrozar.

1 (1)Imagino un segundo de silencio. Pienso en él, Ricky, Ricardito, armando la pesadilla de todo lo que se viene: la Policía, los peritajes, los móviles de Crónica, las tapas de los diarios, los periodistas, sus compañeros, los dirigentes; pero viendo, sobre todo, cómo ha chocado todo lo que es, lo que puede ser.  Se ve con un pie en el país de los jugadores que pudieron haber sido. 

Rajate.

Eso me dijo un abogado penalista sin escrúpulos -o sea, un buen abogado- que le hubiera dicho a Centurión: “Rajate”. Y eso fue lo que hizo Centurión. Salió del boliche, capaz borracho, manejó, chocó, se bajó, se subió a otro auto y desapareció. 36 horas después se presentó en la fiscalía y admitió haber sido el que manejaba. Se debe haber acordado de alguna recomendación de un abogado el día que, según dicen, protagonizó un episodio similar días antes de ser vendido a Rusia por 8 millones de euros, los suficientes como para que la dirigencia de Racing hiciera todo lo que hay que hacer para que nada se sepa y que no se caiga el pase. Un pase que igual, aunque por otros motivos, no se hizo.

Rajarse, jurídicamente, era lo que convenía. Pero también convenía para no salir de nuevo en la foto con el arma. Esta vez sin tranquilidad y sin sonrisas, porque esta vez Centurión chocó su bé éme, parte de su presente y vaya uno a saber cuánto de su futuro, contra tres autos y contra su propio pasado. No le había hecho caso a la carta que le mandó Brian Risso Patrón desde la cárcel, que le pidió que se aleje del barrio, que tenía que salir de ahí. Brian era compañero de Centurión en las inferiores de Racing y también era de Avellaneda. Prometía tanto que debutó en la primera a los 16 años y dejó el fútbol a los 19 cuando fue encarcelado por un homicidio en la puerta de un boliche, con una condena de 11 años que todavía cumple.Centurion-debera-hacer-proximo-torneo_OLEIMA20130629_0090_14

Centurión volverá a tener un auto como el que chocó. Tendrá cinco, diez. No importa. Los chocará. O no. Lo que sí importa es qué se rompió en ese choque además de la trompa de su auto.

Hace unos meses, Centurión publicó un video de dos nenes subidos a un auto de juguete de esos gigantes que andan a batería. Los nenes parecían ser sus hijos. La verdad es que no lo sé.

Pero hay algo que sí sé: el autito era un bé éme.

 

Un vídeo publicado por Ricardo Adrian Centurion (@adrianricardo1993) el

 

Palabras claves: Boca Juniors, Ricardo Centurión

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